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lunes, 20 de octubre de 2014

SANTA FE: ¿Violencia sin fin?: intentos por comprender qué pasa en Santa Fe

Referentes de la psicología, las ciencias sociales y las neurociencias analizan en profundidad las condiciones que influirían en las formas descarnadas que la agresividad asume en la ciudad
Autor:José Busiemi / Uno Santa Fe - Sobran las palabras. Las muertes preocupan a todos y comienzan a formar parte de una triste realidad cotidiana.
El asesinato 120 en Santa Fe Capital se registró en la madrugada de ayer, un día después de que se anunciara el reemplazo de Matías Drivet (“un joven, lúcido y trabajador” abogado penalista, según dicen sus amigos en Twitter), al frente de la Secretaría de Seguridad de la provincia; por un reconocido comandante general de la Gendarmería Nacional (retirado), de vasto currículum y recorrido institucional, Gerardo Chaumont. Quienes siguen atentamente estas cifras dicen que las mismas superan a las de igual período en la ciudad, de años anteriores.

Quizás el asesinato o el suicidio sean las formas más extremas de la violencia, hacia el otro o hacia uno mismo, aunque como todos saben esta pulsión no se manifiesta de manera solamente física y asume múltiples formas. Incluso, y simplificando la ecuación, trillado está que, en general, “la violencia genera violencia”.Sin embargo, hay personas cuyos recorridos académicos y experiencias profesionales los convierten en voces más que autorizadas para hacer un análisis criterioso y fundamentado de la problemática, que pondría a Santa Fe en una suerte de “crisis de seguridad”. Y ahí la ecuación se complejiza.

Por eso Diario UNO dialogó con el santafesino y licenciado en Psicología Osvaldo Chiarlo, con el reconocido neurocientífico argentino Facundo Manes y con el entrerriano Marcelo D’Amico, magíster en Ciencias Políticas y Sociología de Flacso y doctor en Ciencias Sociales de la UBA, quien reside en Santa Fe Capital desde 2002.

—Chiarlo, la estadísticas policiales indican un incremento de los asesinatos. ¿Qué interpretación hace?
—Debo aclarar inicialmente que mi análisis no diferirá sustancialmente del que hago ante cada caso que llega al consultorio. Porque, aun cuando la demanda es individual, debe ser abordada en lo familiar e inserta en un contexto cultural más amplio. La familia es la “primera sociedad” y todo lo que se aprenda de ella en los primeros años de vida será reflejado en la “segunda sociedad”; es decir, en la cultura a la cual se pertenece. Hecha esta aclaración, intentaré responder. Actualmente, podríamos definir a la sociedad como una sociedad “de fachada”, de mensajes ambiguos, donde los resultados importan más que el modo de conseguirlos. Somos testigos de cómo circulan mensajes macabros en los medios de comunicación y en menor medida en las redes sociales, fomentando el exitismo, la superficialidad, la moda de los cuerpos delgados, la competencia; la “necesidad” de adquirir el último modelo de automóvil o teléfono celular, proponiendo que los que poseemos ya están obsoletos instantes después de que los compramos. Aunque lo que más preocupa, en lo sustancial, es que la sociedad está fuertemente marcada por el egoísmo y sedimentada por la falta de empatía entre los ciudadanos que la conforman. Esta es una apretada “síntesis” de lo que percibo como rasgos de la época en Santa Fe, y más allá de ella y sus fronteras.

Comunicación y frustración
—¿Qué otros factores podrían explicar la violencia actual, sus distintas formas, y la severidad que esta asume?
—Son varios, pero solo haré hincapié en algunos que, entiendo, pueden influir de modo “casi” directo. Actualmente, transitamos un drástico cambio de paradigma a nivel macrosocial en el mundo. Esto supone crisis y, por lo tanto, comportamientos disfuncionales, hasta que el “caos” se ordena. Las consecuencias de las crisis invitan a un desafío constante: “ordenar” esta crisis. Autores contemporáneos hablan del paradigma de la complejidad, otros, del constructivismo, como formas de abordar los efectos y nuevas estructuras de la posmodernidad. Ellos entienden que las estructuras rígidas de la Revolución Industrial quedaron desfasadas por el cambio rápido que sufrieron las sociedades del mundo, y esto se debe, en gran parte, a la revolución cibernética y tecnológica; e impacta fuerte sobre los modos de comunicación: por ejemplo, actualmente en el consultorio, nos encontramos con padres que no entienden a su hijo de 16 años que está con el celular pegado como si fuera un apéndice de su cuerpo. Entonces, se actualiza el modelo de padre “anticuado”, y dice: “Pará con eso o te lo voy a sacar, me tenés podrido”; y el adolescente actualiza el modelo de adolescente de hoy (no del de hace 20 años): “Dejame de joder, yo a vos no te molesto, no entendés nada”. Esta “comunicación” sin entendimiento recíproco, predispone a desarrollar acciones violentas, muchas veces, por falta de tolerancia a la frustración.

“Narcocriminalidad”
Posteriormente, Chiarlo, desde la perspectiva que le ofrece su vasta experiencia profesional y como docente universitario de posgrado en temas como Prevención y Abordaje del Consumo, Adicciones, Nueva Ley de Salud Mental, entre otros, profundizó sobre aspectos vinculados a ellos.
“Otro de los factores es el enquistamiento de la narcocriminalidad en las esferas de poder, facilitando la acción para la elaboración de su producto y distribución; y, por otro lado, la proliferación del consumo y la falta de tratamientos que estén regulados por un órgano que revise la efectividad de los mismos. Un problema complejo, requiere un abordaje complejo, y para eso, se requiere recursos humanos capacitado y políticas de Estado. La nueva Ley de Salud Mental abre estas esperanzas, nos ayuda y desafía”, enfatizó.

Irascibles
—¿En lo particular de su trabajo clínico, o en su observación de lo social, cree que la ira, la impulsividad o el pasaje al acto aumentaron en los últimos años? ¿Por qué?
—Los últimos años muestran los efectos de políticas neoliberales desmedidas, permitiendo un libre mercado de emociones y experiencias transgresoras. Estamos observando un incremento de la impulsividad y la falta de empatía por el otro, de entendimiento sobre el mundo interno del otro. Solamente importa lo que uno desea, no el dolor que al otro le pueda causar. Nos volvimos más cínicos, más insensibles. En el consultorio, la falta de inteligencia emocional que tienen los pacientes a la hora de identificar emociones de tipo: extrañar, sentir vergüenza, amar, se incrementó, y por ende, uno observa que la expresión del enojo es casi característico de todas las familias que llegan a sesión. ¿Por qué? Porque todos tenemos miedos, la diferencia está en que no todos los enfrentamos. Y es más fácil ver el error ajeno que el propio, y duele menos.

—Y los distintos tipos de consumo, ¿incrementan esas reacciones?
—Si vinculamos estos rasgos con las múltiples formas de consumo, se sabe que a nivel neurofisiológico, las drogas actúan sobre el sistema de recompensa cerebral (circuito corticomesolímbico), por lo que el sistema de recompensa instintivo (búsqueda de placer) es potenciado; y a su vez, el sistema de recompensa reflexivo (corteza Prefrontal), queda inhibido. Es decir, las drogas o el alcohol, activan los mecanismos instintivos, y desactivan los mecanismos de inhibición, control y empatía. Estos dos factores, sumado a otros, no menos importantes como la falta de educación, de un hogar que contenga, de políticas de Estado para la promoción de la salud, etcétera, cimentan una sociedad signada por la competencia destructiva, el egoísmo canibalístico, la falta de compromiso y la expresión desmedida de nuestra insatisfacción, es decir, la violencia sobre el otro. Por ello las políticas estatales prohibicionistas o bien las preventivas y psicoeducativas, requieren ser revisadas e investigadas en cuando a su eficacia o no. Y todos debemos hacernos cargo.

“La desigualdad estructural”
Desde el campo de la sociología, las ciencias políticas y sociales, el doctor Marcelo D’Amico aporta otra mirada y no da lugar a eufemismos. “Las estadísticas son alarmantes desde hace varios años –asegura–. En el 2008, precisamente en el mes de junio, la cantidad de asesinatos en Santa Fe Capital fue siete veces mayor que en la Ciudad de Buenos Aires: en un mes hubo 28 muertos por situaciones de violencia, un índice preocupante que ubicaba en aquel momento a la ciudad a la altura de países como El Salvador. De todas maneras, en la situación actual, es preciso pensar en intervenciones de emergencia, aunque es importante comprender que el problema es estructural y no se resuelve con medidas coyunturales”.

Y continúa: “La desigualdad social está a flor de piel. Las personas que habitan determinados sectores geográficos de la ciudad sufren todo tipo de violencia cotidiana o son observadores de situaciones que ponen en riesgo sus vidas constantemente. En un análisis rápido, podemos decir que el problema es social y cultural, que la violencia es un reflejo de un estado social preocupante. Las relaciones sociales son violentas y ello no es exclusivo de la ciudad de Santa Fe”.

El rol de los medios
“La violencia –agregó el catedrático– también se refleja en el uso de los medios de comunicación y en una exaltación de los problemas de seguridad frente a otros que no son menos importantes. Por ejemplo, en el 2008 la cantidad de muertos en accidentes de tránsito superó ampliamente a las muertes por la llamada «inseguridad»; y no es un tema que ocupe el centro de los debates políticos”. “Recordemos –ilustró en relación a ello– el caso de los Pomar: a nadie se le ocurrió pensar en la seguridad vial, hasta los extraterrestres circularon en los discursos, secuestros, etcétera, pero nunca se habló del pésimo estado de las rutas, de la trampa mortal que significan las rutas llenas de vehículos y camiones con escasa preparación para los altos flujos de tránsito. Luego de la década del 90 del siglo pasado, se desguazó el sistema ferroviario y gran parte de esa carga de mercancías y pasajeros está en las rutas. El crecimiento del parque automotor y la circulación desenfrenada de motos se llevan la mayoría de las muertes, estadísticamente”.

“Dos ciudades”
—¿Podría profundizar en algunas variables que cree que intervienen en la agresión en la sociedad actual?
—Los principales factores que inciden en la violencia hallan su explicación en que nuestra sociedad tiene una desigualdad estructural que se agudiza; existen conflictos sociales que no son resueltos institucionalmente y se configuran mecanismos que lo resuelven de manera violenta. Es una sociedad violenta que se ve retratada en las situaciones de la cotidianeidad, en la segregación socio espacial, en la falta de contacto de los diversos sectores sociales.

—Profundice este concepto de segregación.
—Cuando me refiero a la segregación socioespacial quiero figurar que existen dos ciudades. Y esto se puede observar en los datos del Censo 2001, y de la década anterior también. Un amplio sector que habita en barrios degradados, muy vulnerables, expuestos a todos los riesgos y otro sector de la población que tiene un acceso a la educación, a los servicios y a la ciudad, que tiene mayor visibilidad. El crecimiento de los countries en las afuera de la ciudad, por ejemplo, hacen que se fortalezca la idea de una separación clasista. Para decirlo en pocas palabras, existe un sector de la ciudad que está relegado, que no accede a muchos de los beneficios de la estructura de la ciudad y están ocultos. La violencia da visibilidad posiblemente a la existencia de esa realidad negada, pero para muchos se reduce a que ese descubrimiento constituye una amenaza, nos sentimos amenazados por la violencia cotidiana en que viven esos sectores olvidados y quisiéramos evitarlo. Todos recordamos una tapa de un diario en 2003: “Lo peor está pasando”. El agua se había retirado del centro pero en los barrios había casas tapadas por completo. La desatención de una amplia franja de la población eclosiona desde hace un tiempo por la misma desigualdad, por la falta de integración social, cultural y económica.

El tráfico y la ilegalidad
—¿Y eso qué efectos tiene?
—Las consecuencias de la degradación social vinculada a actividades delictivas que violentan aún más a la población, el trafico de drogas, la venta ilegal de armas y las pésimas condiciones en que viven agudizan los enfrentamientos, poniendo en riesgo la seguridad de quienes viven en situación precaria y también del resto de la población. Del mismo modo en como en algún momento la educación fue dominada por el mercado y dejó de ser un derecho para que se compre como una mercancía y cuanto más dinero mejor. Hoy la seguridad tiende a ser una mercancía y la protección frente a esos riesgos y conflictos cuesta dinero. El ejército de seguridad privada supera en número a las fuerzas policiales, lo cual muestra simplemente que ello y la tendencia a los barrios privados y la seguridad privada hace que la seguridad sea una mercancía y no un derecho básico. Esta problemática se resuelve con políticas públicas de prevención del delito que tiendan a la integración social, a resolver al mediano y largo plazo los problemas de desigualdad estructural. Si el Estado no controla las fuerzas del orden y no posee el uso legítimo del monopolio de la fuerza se pierde un atributo fundamental del Estado moderno. Podemos decir que no hay Estado.

—¿Qué otras formas de violencia observa en general y que están más naturalizadas?
—La violencia simbólica, que se observa en las formas de discriminación social, especialmente clasista. Como se decía antes, hay cuerpos que no circulan en determinados espacios de la ciudad, porque sencillamente las ciudades latinoamericanas están diseñadas para evitar el encuentro de las diversas clases, hay un proceso de segregación socioespacial que opera de manera estructural. En un sentido, quienes viven en esas cárceles de la miseria están sumidos en la amenaza permanente de la vida. Ahora bien, pensemos en las formas de violencia clasista profundizan las formas de discriminación de todo tipo, por ejemplo ser mujer implicó históricamente una desventaja frente al hombre, pero si además se es pobre, eso se agudiza. Las formas de discriminación del otro diferente no son consideradas, los pueblos originarios fueron arrinconados y despojados de sus tierras ancestrales, pero eso no es noticia para nadie.

Lo que se muestra y lo que no
D’Amico volvió a analizar críticamente la agenda de los medios mediante varios ejemplos.
Hace un tiempo el caso de Ángeles y su asesinato ocupó las primeras planas de todos diarios. En ese mismo momento las comunidades qon sufrieron persecución y hubo varios asesinatos que no ocuparon la atención de los medios. Básicamente, lo que quiero decir es que hay formas de violencia, como la discriminación y el valor diferencial que se atribuye a la vida de determinadas clases o etnias que está naturalizado.

Y concluyó el doctor en Ciencias Sociales: “Si nos pensamos como sociedad retrocedimos ostensiblemente. La idea de que las sociedades civilizadas resuelven sus conflictos de manera institucional o mediante el diálogo en gran medida se desdibuja. Recordemos que no hace mucho tiempo debimos lamentar lo que se llama “linchamientos”, que son formas primitivas de impartir justicia. Esto constituye un síntoma de una sociedad que no está bien, pero también es un mensaje acerca de la ausencia de mecanismos para resolver los conflictos sociales. Civilización y violencia, es un rasgo de la sociedad moderna, con con un Estado estructuralmente violento y que criminaliza a los más desfavorecidos.

Por Mariano Ruiz Clausen / Diario Uno Santa Fe

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