Al inicio del programa, en enero de 2013, había 700 carreros. En la ciudad, son 1.500 los comercios que generan grandes cantidades de basura y deben pagar por la recolección. El objetivo es formalizar la actividad del cirujeo.
De la Redacción de El Litoral
El proceso para formalizar a los 700 carreros de la ciudad, iniciado a principios de 2013, está dando resultados concretos, aunque a paso lento: 11 ya cambiaron el carro por camionetas y otros 4 están a un paso de obtener el subsidio para adquirirlas; 10 recolectan los residuos reciclables de la peatonal en carros manuales; y 25 dejaron el cirujeo y se dedican a tareas de higiene urbana en Barranquitas (10) y Villa Oculta (15), agrupados en cooperativas de trabajo.
A la vez, el Registro municipal de grandes generadores de residuos, que incluye a bares, bancos, supermercados, financieras y mayoristas, entre otros, ya tiene 951 inscriptos de un total de 1.500 detectados por la Subsecretaría de Ambiente.
En enero de 2013, comenzó a regir la Ordenanza 11.917 sobre grandes generadores de residuos. Se trata de detectar a quienes producen basura de gran volumen (más de medio metro cúbico diario) que no es peligrosa ni tóxica, pero que tampoco puede ser considerada como residuo domiciliario. Estos grandes generadores no están más incluidos en el servicio público de recolección que realizan las empresas Cliba y Urbafe, por lo que deben contratar un servicio de recolección privado de residuos. Y tienen dos opciones: contratar a transportistas clase A, que son las empresas que ya realizan el servicio; o a transportistas clase B, aquellos carreros que decidieron reconvertirse y entregar, a cambio de un subsidio, el carro y el caballo, si lo utilizaban.
Según los registros municipales, el 48% es recolectado por los de la categoría A y el 52% por los de categoría B. El subsecretario de Ambiente, Roberto Celano, explicó los beneficios de esta modalidad: “Esa persona que antes recolectaba en un carro hoy es un pequeño emprendedor y dejó de ser carrero. Le cobra al comercio para retirar sus residuos y el municipio se asegura que esa basura vaya al relleno sanitario”.
A estos últimos, el municipio no les cobra el servicio de disposición final en el relleno sanitario, como un modo de favorecer las condiciones para que dejen la tracción a sangre. “El B tiene una ventaja competitiva respecto al A, que sí paga por dejar la basura en el relleno. De este modo, buscamos incentivar la reconversión y que una persona que hacía una actividad informal la haga en modo formal”, explicó el funcionario. La formalidad implica además de contar con un vehículo, tener la correspondiente licencia de conducir y estar registrados.
El camino no es fácil y requiere de un trabajo interdisciplinario entre las áreas de Ambiente, Empleo y Acción Social. “Hacemos de nexo entre los carreros y sus clientes para ver si pueden aportar dinero o ayudarlos a comprar el vehículo para iniciar el camino hacia la formalidad”, cerró Celano.
Un carro por dos camionetas
Claudio Aguilar tiene 48 años. Es plomero, vive en barrio San Roque y durante muchos años complementó su oficio con el cirujeo. “En una época todo se puso muy duro y para reforzar empecé a buscar lo que se podía reciclar en un carrito”, contó a El Litoral. “Un día leo en el diario que los carreros se podían registrar y que la Municipalidad los ayudaba con algo. En realidad, me ayudaron con mucho”.
Comentó la noticia al dueño de varias franquicias de una heladería cordobesa, a quien le retiraba los residuos, y el sueño empezó a rodar: “Se portó de diez conmigo; hace más de un año me compró mi primer vehículo y se lo fui pagando con trabajo; dejé el carro y me registré. Los dueños de otras heladerías locales me ayudaron también y me recomendaron muchos clientes”.
Hoy, Aguilar tiene dos camionetas y da trabajo a sus dos hijos, de 23 y 21, con quienes recolecta entre 10 y 12 toneladas de residuos por mes. Los clientes, muchos comedores, le pagan por el servicio que les presta ya que están inscriptos en el registro municipal. Además, logró que otros cuatro carreros dejaran la tracción a sangre: “Les llevo todo el material que sirve para reciclar para que los vendan”.
Según sus cálculos, “el 60 % de lo que junta es reciclable, entre vidrio, cartón y pet”. Y sigue soñando: “Pienso que en el futuro, puedo armar una planta para que ellos tengan un espacio físico donde puedan trabajar todos separando y vendiendo el material reciclable”.
El trabajo es arduo, casi no hay descanso. Las camionetas sólo detienen la marcha los días lunes “cuando los comedores cierran”. Pero Aguilar no se queja. Al contrario, celebra la oportunidad. “Ahora tengo un trabajo estable. No te digo que me da para irme a Miami, pero sobrevivo; soy amigo del almacenero, del verdulero, puedo pagar lo que como y vivo bien”.
El proceso para formalizar a los 700 carreros de la ciudad, iniciado a principios de 2013, está dando resultados concretos, aunque a paso lento: 11 ya cambiaron el carro por camionetas y otros 4 están a un paso de obtener el subsidio para adquirirlas; 10 recolectan los residuos reciclables de la peatonal en carros manuales; y 25 dejaron el cirujeo y se dedican a tareas de higiene urbana en Barranquitas (10) y Villa Oculta (15), agrupados en cooperativas de trabajo.
A la vez, el Registro municipal de grandes generadores de residuos, que incluye a bares, bancos, supermercados, financieras y mayoristas, entre otros, ya tiene 951 inscriptos de un total de 1.500 detectados por la Subsecretaría de Ambiente.
En enero de 2013, comenzó a regir la Ordenanza 11.917 sobre grandes generadores de residuos. Se trata de detectar a quienes producen basura de gran volumen (más de medio metro cúbico diario) que no es peligrosa ni tóxica, pero que tampoco puede ser considerada como residuo domiciliario. Estos grandes generadores no están más incluidos en el servicio público de recolección que realizan las empresas Cliba y Urbafe, por lo que deben contratar un servicio de recolección privado de residuos. Y tienen dos opciones: contratar a transportistas clase A, que son las empresas que ya realizan el servicio; o a transportistas clase B, aquellos carreros que decidieron reconvertirse y entregar, a cambio de un subsidio, el carro y el caballo, si lo utilizaban.
Según los registros municipales, el 48% es recolectado por los de la categoría A y el 52% por los de categoría B. El subsecretario de Ambiente, Roberto Celano, explicó los beneficios de esta modalidad: “Esa persona que antes recolectaba en un carro hoy es un pequeño emprendedor y dejó de ser carrero. Le cobra al comercio para retirar sus residuos y el municipio se asegura que esa basura vaya al relleno sanitario”.
A estos últimos, el municipio no les cobra el servicio de disposición final en el relleno sanitario, como un modo de favorecer las condiciones para que dejen la tracción a sangre. “El B tiene una ventaja competitiva respecto al A, que sí paga por dejar la basura en el relleno. De este modo, buscamos incentivar la reconversión y que una persona que hacía una actividad informal la haga en modo formal”, explicó el funcionario. La formalidad implica además de contar con un vehículo, tener la correspondiente licencia de conducir y estar registrados.
El camino no es fácil y requiere de un trabajo interdisciplinario entre las áreas de Ambiente, Empleo y Acción Social. “Hacemos de nexo entre los carreros y sus clientes para ver si pueden aportar dinero o ayudarlos a comprar el vehículo para iniciar el camino hacia la formalidad”, cerró Celano.
Un carro por dos camionetas
Claudio Aguilar tiene 48 años. Es plomero, vive en barrio San Roque y durante muchos años complementó su oficio con el cirujeo. “En una época todo se puso muy duro y para reforzar empecé a buscar lo que se podía reciclar en un carrito”, contó a El Litoral. “Un día leo en el diario que los carreros se podían registrar y que la Municipalidad los ayudaba con algo. En realidad, me ayudaron con mucho”.
Comentó la noticia al dueño de varias franquicias de una heladería cordobesa, a quien le retiraba los residuos, y el sueño empezó a rodar: “Se portó de diez conmigo; hace más de un año me compró mi primer vehículo y se lo fui pagando con trabajo; dejé el carro y me registré. Los dueños de otras heladerías locales me ayudaron también y me recomendaron muchos clientes”.
Hoy, Aguilar tiene dos camionetas y da trabajo a sus dos hijos, de 23 y 21, con quienes recolecta entre 10 y 12 toneladas de residuos por mes. Los clientes, muchos comedores, le pagan por el servicio que les presta ya que están inscriptos en el registro municipal. Además, logró que otros cuatro carreros dejaran la tracción a sangre: “Les llevo todo el material que sirve para reciclar para que los vendan”.
Según sus cálculos, “el 60 % de lo que junta es reciclable, entre vidrio, cartón y pet”. Y sigue soñando: “Pienso que en el futuro, puedo armar una planta para que ellos tengan un espacio físico donde puedan trabajar todos separando y vendiendo el material reciclable”.
El trabajo es arduo, casi no hay descanso. Las camionetas sólo detienen la marcha los días lunes “cuando los comedores cierran”. Pero Aguilar no se queja. Al contrario, celebra la oportunidad. “Ahora tengo un trabajo estable. No te digo que me da para irme a Miami, pero sobrevivo; soy amigo del almacenero, del verdulero, puedo pagar lo que como y vivo bien”.
EL LITORAL.
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