Cualquiera que haya hecho dieta lo sabe: mientras una copa de vino está permitida, un vaso de cerveza es inadmisible. ¿Por qué? Algunos piensan que es una cuestión de calorías, 150 por pinta, pero eso es solo el principio de la cuestión.
Lo que hace que la panza se infle de inmediato es que el hígado debe trabajar el triple para quemar el alcohol que contiene y no puede ocuparse de la comida que ingerimos. Para colmo, la cerveza es una de las bebidas que más alimenta las ganas de comer, mucho más que un cóctel o una copa de vino.
Esto puede no notarse en los primeros años de la adultez, pero después de los 35 años, cuando el metabolismo se vuelve más lento, esas calorías se acumulan en el vientre. La próxima: si pedís una cerveza, mejor ensalada de lechuga en vez de un bowl de papas fritas.
Fuente: Planeta Joy.
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