Silvia Benítez no sabe por qué asesinaron a Cristian Javier Cortés, de 20 años, cuyo cuerpo apareció en una valija hace una semana en Villa Gobernador Gálvez.
La Capital |
El pasado domingo 15 de septiembre Cristian Javier Cortés apareció muerto. El cuerpo del pibe de 20 años estaba adentro de una valija que arrojaron en medio de un descampado, en Levalle al 1800, en Villa Gobernador Gálvez. La autopsia, entre otros puntos, indicó que tenía golpes en el cráneo, un corte en el mentón y un tiro en la nuca. ¿Un mensaje mafioso, una deuda impaga, lo mataron en otro lado y porque era menudo lo metieron en una valija para llevarlo al baldío? Esas son las preguntas que se clavan como una púa en la cabeza de Silvia Benítez, la madre del chico asesinado. Una mujer que quiere saber por qué lo mataron "así".
Cristian no tuvo buena suerte en su vida. Entre las malas se cuenta llevar el mismo nombre de un maleante con varios antecedentes penales (ver aparte), lo que lo llevó a estar preso durante cinco meses por una tentativa de robo en la seccional 26ª y trasladado por el mismo hecho primero a la 29ª y después a la 15ª, cuando le sumaron infinitos antecedentes que no pertenecían a su prontuario y que la burocracia judicial ignoró. "El tenía un robo, pero nada más", admitió su madre.
Silvia, madre de Cristian y otros cinco chicos más, vive junto a su marido en un asentamiento muy precario en Cabrera 23, en Villa Gobernador Gálvez. Una luz cruda que nunca entibiará esa casa se filtraba por la puerta de entrada la tarde del viernes. Pocos muebles hay adentro: un televisor, un aparador de madera, una mesa y cuatro sillas desvencijadas. Pero la casa es de material, tiene dos habitaciones y está en venta. "Me quiero ir de acá, pero primero saco a los chicos. Tengo miedo", dijo con pocas palabras la mujer.
Mensaje nocturno. "Ese domingo Cristian se levantó a las cuatro y media de la mañana. Recibió un mensajito que le decía que su hermano, el Bebe, estaba en una casa de acá a tres cuadras, que lo fuera a buscar. Y él fue. Después no lo vimos más hasta que apareció en el baldío", contó Silvia.
El muchacho era menudo, tenía cicatrices de heridas viejas en su pecho y en las piernas y un tatuaje: "Silvia" decía en el brazo derecho haciendo honor al nombre de su mamá. "¿Vos estas bien mami?", le preguntó Cristian a Silvia aquella madrugada, antes de irse a buscar, supuestamente, a su hermano.
Silvia cuenta asuntos vagos. "El no tenía antecedentes, sólo una tentativa de robo porque un policía dijo que quisieron arrebatarle algo junto con un chico que iba en una moto y este hombre le disparó en la pierna a mi hijo. Me acuerdo que cuando fui a ver qué había pasado, en la seccional 26ª me pidieron 500 pesos para largarlo. Se los di, pero no lo largaron", recordó.
Confusión. "Para mí que lo mataron por que lo confundieron", agrega Silvia. Y cuenta que su hijo "era un chico que si no le hablaban no decía palabra, no era malo". Mientras ella recuerda, su marido y un par de sus otros hijos, entre ellos Bebe, la escuchan en silencio.
Mientras pasaban los minutos y el frío apretaba, Silvia comenzó a contar otra historia, otros recuerdos de ese domingo en el que se mezclan cuentas impagas y ausencias dudosas del muerto. "Cristian le debía 100 pesos a un muchacho por un teléfono celular y otras cosas. Ese hombre siempre lo amenazaba y el día anterior mi hijo me contó que había una par de autos raros por el barrio. Ese hombre tiene soldaditos que trabajan para él y además a Cristian la policía no lo quería, siempre lo estaban provocando". La mujer, en ese marco, recordó: "Cuando mi hijo fue a la 26ª por una denuncia casi lo dejan detenido. Se tuvo que venir en remís y rápido".
Era chiquito. La madre de la víctima también duda del motivo de la muerte y la razón de por qué lo pusieron en una valija. "El era chiquito y para nosotros fue que lo mataron en un pasillo que está cerca de dónde lo encontraron, lo metieron en la valija para sacarlo por que era más fácil y lo tiraron ahí", arriesgan ella y su hermana.
Según Bebe, ellos no trabajaban para nadie, no eran "soldaditos" de un búnker de drogas como dijo la policía tras el hallazgo del cadávaer. Aunque en cercanías de la zona en que encontraron el cuerpo de Cristian Javier Cortez hay "dos búnker", cuentan en las calles de Villa Gobernador Gálvez. "Nosotros fumamos no más, no hacemos nada", admite Bebe, un adolescente de 17 años que parece más chico, más nene, que habla poco, que tiene ojos recelosos y mira casi siempre hacia abajo.
"Yo tengo miedo, me voy de acá de Villa Gobernador Gálvez, por que si los que mataron a Cristian siguen locos me lo van a matar al otro", aseguró Silvia mientras su marido ayudaba a otro vecino a hacer el piso del ranchito de enfrente y el viento soplaba sin piedad. Cosas de un barrio perdido.
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