“¡Cuánta sangre derramada!”, lamentó, al reunirse con organizaciones caritativas católicas que trabajan con las víctimas del conflicto. Pidió la apertura de negociaciones sin más demora. “Ante la persistencia de las violencias y los abusos, renuevo mi llamado a la paz", dijo
“A mí personalmente, la suerte de la población siria me preocupa especialmente. En Pascua pedí la paz sobre todo para la Siria bienamada, para su población herida por el conflicto, y para los numerosos refugiados que esperan ayuda y consuleo”.
“¡Cuánta sangre derramada! ¿Y cuántos sufrimientos deberán ser infligidos aún antes de que logremos encontrar una solución política a la crisis?”, dijo, citando sus propias palabras del 31 de marzo pasado.
Para agregar a continuación: “Ante la persistencia de las violencias y los abusos, renuevo con fuerza mi llamado a la paz. Estas últimas semanas, la comunidad internacional ha confirmado su intención de promover inciativas concretas para iniciar un diálogo fructífero con el objetivo de poner fin a la guerra. Son intentos que deben ser sostenidos y de los cuales esperamos que puedan conducir a la paz”.
“A la comunidad internacional, siguió diciendo Francisco, junto con la búsqueda de una solución negociada del conflicto, pido favorecer la ayuda humanitaria a las personas desplazadas y a los refugiados sirios, buscando en primer lugar el bien de la persona y la salvaguarda de su dignidad. Para la Santa Sede, la obra de las agencias de caridad católicas es extremadamente significativa: ayudar a la población siria, más allá de su pertenencia étnica y religiosa, es el medio más directo para ofrecer una contribución a la pacificación y a la edificación de una sociedad abierta a todos sus diversos componentes”.
“El esfuerzo de la Santa Sede tiende también a construir un porvenir de paz para Siria, en la cual todos puedan vivir libemente y expresar su particularidad”, agregó.
El Papa dijo que sus pensamientos están con todas las comunidades cristianas que viven en Siria y en todo Medio Oriente, porque la iglesia apoya a sus miembros que están en dificultades y a los que tienen “la gran tarea de seguir manteniendo la presencia del cristianismo, en esa región donde nació”.
Hubo otras acciones vaticanas en los últimos tiempos. El cardenal guineano Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, viajó a la frontera sirio libanesa para manifestar la solidaridad de todos los católicos a los civiles víctimas del conflicto.
Y, más recientemente, el cardenal argentino Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, acaba de recorrer la región en una gira de dos semanas. Una visita pastoral con rasgos diplomáticos especiales ya que hay cristianos en ambos lados, y Roma intenta ayudar a los obispos a no posicionarse en el plano político sino en el espiritual.
Joseph Farah, presidente de Caritas Medio Oriente, que participó en Roma de la reunión de coordinación de las organizaciones caritativas católicas que trabajan en Siria y en la región, subraya la “prudencia positiva” de la posición vaticana: “La Santa Sede no toma posición. Defiende los derechos humanos, condena todas las exacciones, consciente de que la orquesta de cristianos de Medio Oriente no siempre evita la cacofonía”.
En palabras de monseñor Giovanni Pietro dal Toso, secretario del Pontificio Consejo Cor Unum, la posición del Vaticano es la de “sostener y coordinar la ayuda humanitaria y manifestar la presencia del Papa junto a la población, para que no se sienta abandonada”. “La salvación de todos estará en el diálogo”, dice Joseph Farah.
Obtener un cese el fuego, tener en cuenta la suerte de los refugiados, facilitar el acceso de las organizaciones humanitarias y la apertura sin más demora de negociaciones, son los elementos que Roma considera como pilares indispensables para la construcción de un porvenir para todos en Siria.
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