La mujer vive desde 2009 con su hija menor, acusada de impedir el contacto familiar. No hay una legislación específica que atienda los derechos de las personas mayores.
La Capital |
Darinca, María Emilia y Jorge nunca pensaron que su mamá llegaría a cumplir cien años. Y mucho menos que no iban a estar allí para festejar con ella. Sin embargo, jugadas de la vida, ambas cosas pasaron. Los tres hermanos llevan dos años reclamando en la Justicia un régimen de visitas para acercarse a su madre, que vive en la casa de la menor de sus hijas. Un caso que, para los abogados, refleja la necesidad de legislación específica que atienda los derechos de las personas mayores.
Dominga Zecevich nació en Vera, lugar hasta donde llegaron sus padres desde Yugoslavia. Su papá quiso llamarla Milena, nombre popular de origen eslavo, pero las autoridades del Registro Civil no se lo permitieron y estamparon en su documento Dominga. Lo que la burocracia no pudo evitar es que en la familia la llamaran Emilia, ni que todos la conocieran por ese nombre que, incluso, llevan dos de sus hijas. Pero eso pasó ya hace mucho tiempo.
Emilia Dominga se casó con un maestro rural, Juan Velimirovich, y se radicaron en Máximo Paz. Juntos criaron 9 hijos, cuatro ya fallecidos, quienes acunaron a su vez 21 nietos y 30 bisnietos. Un familión.
Y el sábado pasado Emilia cumplió cien años. De no ser porque el destino generalmente se muestra caprichoso, la foto de esta nota habría sido la del clan soplando velitas. Sin embargo, la semana pasada LaCapital publicó una solicitada donde tres de sus hijos y varios de sus nietos y bisnietos recordaban el "ininterrumpido trámite judicial" para lograr verla y pedían por una ley nacional de protección integral de los derechos de las personas mayores. El sábado, entre las notas sociales, la ocasión se volvió a recordar. "Aunque no podamos verte, felices 100 años", era el mensaje.
Una mujer de carácter. Darinca tiene 80 y hablar de su mamá le hace temblar la voz. Emilia vivió con ella desde el 83, cuando falleció su marido, en la localidad de Santa Teresa (a 49 kilómetros de Rosario), "con sus plantas, su huerta, sus gallinas y las visitas de sus amigos de Máximo Paz. Siempre fue una mujer de carácter y muy protectora", recuerda. Así transcurría la vida hasta el 8 de julio de 2009, cuando la menor de sus hijas, Olga, fue a buscarla para que la mujer pasara con ella su cumpleaños en Rosario.
Y allí comenzó otra historia. Emilia nunca volvió a Santa Teresa y sus hijos empezaron a denunciar obstáculos para poder verla. Primero fueron Jorge y Natalio quienes llevaron la situación a la Defensoría del Pueblo. Después, Darinca, María Emilia y Jorge se presentaron en el Juzgado de Familia Nº 3, a cargo de Raúl Tierra, ya jubilado. Eso fue en diciembre de 2010 y la causa aún permanece abierta.
"Fuimos varias veces a ver a mamá. Y mi hermana Olga siempre interfirió o, directamente, no nos abrió la puerta. La última vez que nos encontramos con ella fue en abril de este año, cuando concurrimos acompañados por personal del juzgado. Y también fuimos a su casa el sábado pasado, día de su cumpleaños, y nadie contestó el timbre. Realmente, nunca imaginamos pasar por esto", dice Jorge, el más chico de los hijos varones de Emilia.
El peregrinar en Tribunales se resume en el expediente Nº 4378/10 (caratulado Velimirovich, Darinca y otros contra Velimirovich, Olga Anastasia sobre régimen de visitas), una carpeta de cientos de fojas que retratan las idas y vueltas de la causa. Darinca, María Emilia y Jorge acusan a su hermana de interferir en el vínculo con su madre.
Olga refiere que sus hermanos la agreden y que su mamá es quien no quiere ver a Darinca. Además hay reclamos por pertenencias, por documentos, por el cumplimiento de tratamientos médicos. Y pericias, audiencias, mediaciones y regímenes de visitas consensuados e incumplidos. "Nadie se ha dado cuenta de que para mí, para mis hijos y fundamentalmente para mi madre este expediente constituye un hostigamiento implacable", sostiene en uno de los escritos la mujer.
Un caso atípico. La causa ya pasó por tres jueces: después de que Tierra se jubiló, el juzgado estuvo vacante seis meses hasta que se nombró una subrogante y recién en junio pasado se designó a Silvina García al frente del tribunal. "Eso complicó el trámite. Pero el principal problema que encontramos es la falta de una legislación concreta que ampare o proteja los derechos de los adultos mayores. Porque los tiempos procesales son largos y afrontarlos no significa lo mismo para una persona de 20 años que para una de 60, 70 o 90 años", advierte Maricel Palena, abogada de Darinca, María Emilia y Jorge. Y reconoce que este es uno de los casos más "atípicos" que le tocó trabajar en 14 años de carrera.
María Emilia expresa con mayor crudeza su preocupación por lo que considera "la lentitud" de la causa. "Sabemos que el problema debería haberse resuelto en el seno familiar, pero no pudimos hacerlo. Ahora, ¿cuánto tendremos que esperar para poder tener una charla con mamá, acompañarla, cuidarla? Tenemos mucho tiempo?", se pregunta.
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