"¿Por qué? ¿Cuándo termina ésto? ¿Qué hice yo? ¿De qué soy culpable?" Cada una de estas preguntas se las hizo Matías Orsi durante 50 días. Contó horas, contó minutos, contó nubes. Y se preguntó una y otra vez lo mismo.
La Capital |
Su delito fue dormir en un departamento desconocido la noche previa a que fuera allanado por la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Era la vivienda de un joven acusado de liderar una banda de narcos, lugar en el cual Matías estaba de casualidad porque le enseñaba música a uno de los muchachos que vivían allí. Orsi finalmente fue liberado el miércoles por orden de la Justicia. Fue luego de que tres testigos sostuvieran que él estaba allí "casualmente" y tras pagar una fianza de 15 mil pesos. Sin embargo, sigue procesado.
Matías es músico y un sello porteño ya le grabó dos CD a su banda de hard rock llamada "Knock out". Este fin de año los esperaban en Brasil y Chile para dar recitales, además de tener programas en la Capital Federal. Pero esos planes se demorarán.
Salió "distinto" de prisión, lo dice y lo asegura sentado en la cocina de la casa en la cual vive junto a su familia. Un chalé de clase media en un barrio de veredas anchas y árboles florecidos: el barrio Jardín. El joven es menudo, muestra tatuajes artísticos en sus brazos, sus ojos son de mirar profundo, han visto mucho en estos días, y se dedica a la música con pasión.
De la cama al infierno. La mañana del 26 de septiembre Orsi dormía en un departamento extraño de Presidente Roca al 600. "En un momento escucho dos golpes muy fuertes. Pensé que era un robo, que nos mataban. Salí al balcón y le dije a una vecina que llamara a la policía, pero era la policía la que estaba ahí" cuenta. "Nos tiraron al piso y me quedé tranquilo. Uno de los chicos dijo al oficial que yo era músico, se apuró a decirle eso y yo no entendía por qué, hasta que empezaron a sacar lo que había en los placares: plata, drogas. Yo entendía cada vez menos".
Matías tiene miedo, pasó por el infierno y aún le cuesta salir de esos olores desconocidos e imágenes pavorosas: las botas cerca de su rostro, los uniformes, las caras endurecidas de la policía. Una vez que se vio en ese tembladeral de pasos y golpes, de actas y testigos, fue trasladado a la alcaidía de la Jefatura. "¿En qué película estoy, qué es ésto?, me preguntaba. Allí estuve un mes y tres días. De entrada estuve en un pabellón común. La primera noche apareció un tipo con una faca y me quiso robar todo. Tuve que aprender los códigos de presos muy rápido".
Los días iniciales fueron tenebrosos, "pero un agente me dijo de pasar al pabellón cristiano. Ahí fue distinto, me daban ánimo, me decían que lo mío era cuestión de días, que ya salía. Pero no fue así", cuenta Matías. En ese lugar conoció "buena y mala gente, pero todos decían que yo no era uno de ellos, que no tenía por que estar allí. Y yo les contaba mi historia".
En esos días Oscar Orsi fue a ver a su hijo. El hombre estaba "ante una situación injusta e inesperada", dice Matías. "Mi viejo vino a verme y le dije: yo soy inocente papá, ¿me creés?. «Obvio hijo», me contestó. Le dije cuánto lo quería. Estoy seguro que Dios me llevó a mi papá ahí", contó el joven que dentro de la prisión se aferró a la Biblia como a un madero en el mar.
El pibe lo cuenta como final porque su padre, al salir aquel 14 de octubre de la alcaidía, falleció de un paro cardíaco. Matías se enteró de esa muerte que duele unos 15 días después. "Esa muerte se podría haber evitado. Sé que el destino es así, pero me cuesta aceptar que él ya no está. Pero sé que se fue tranquilo, sabiendo que yo lo amaba", dijo Orsi casi entre lágrimas.
Una película oscura. Después de esos días interminables el mundo se le vino abajo: "Me trasladaron a la cárcel de Ezeiza. Un sábado a la tarde llegué ahí y me vi en otra película: una de calabozos oscuros e incertidumbre. Vi cosas que no quiero recordar, como cuando acuchillaron a un muchacho, o casi queman a otro. No quisieron robarme hasta el último día, tampoco nadie me pegó ahí. La rutina en ese penal era levantarse y esperar los recreos cada dos horas. En el medio; nada. Sólo hacerse la cabeza, pensar tonterías, temer".
En tanto, la ciudad conocía de a poco la historia de Matías. Sus amigos organizaron una marcha a los Tribunales Federales, se armaron cadenas en las redes sociales y su abogado, Jorge Bedouret, tomó las riendas del caso. "Lo primero que me pidió Jorge fue que le dijera la verdad. Y cuando le conté todo me confío que sabía que yo era inocente y que me iba a defender".
"Cuando salía al patio de la prisión lo que más miraba era el pedazo de cielo que me iluminaba. Horas así, horas mirando sin ver. Me ponía en un costado y no decía nada, no opinaba y tenía la constante sensación de que me podían matar en cualquier momento, hasta que llegó la libertad", cuenta el muchacho mirando fijo. Y relata que "hay un código de preso que dice que vos te vas y dejas todo; comida,revistas, ropas. La tarde que me fui uno de los muchachos me robó un short de Independiente que me había regalado mi papá y otro me quiso robar la Bilblia; pero no se la dí, es mía y me acompañó en esta temporada en el infierno".
De vuelta al afecto. Esos días turbios están detrás de este artista de 28 años. Ahora está sentado en su casa junto a su madre, Adriana, y su novia. En la puerta del chalé sus vecinos colgaron una bandera: "Se hizo Justicia. Creemos en vos. Tus vecinos", y la firmaron familia por familia de la cuadra que vio crecer a Matías. "Tengo que estar fuerte por mi mamá, porque perdimos a mi viejo, porque esto pasó pero hay cosas que voy a recordar siempre. Estoy muy agradecido a mis amigos del ambiente del rock, a mis hermanos y a los que creyeron y creen en mí", dijo emocionado.
Su madre lo mira, lo ama y sabe que esto "fue así, no debió suceder, pero pasó". Matías sabe que le "arruinaron la vida", aunque sostiene que "Dios me guardó, me protegió". La nueva etapa empieza bien. "Me ofrecieron volver a un trabajo anterior en un call center y del que tenía antes de ésto también me esperan. Tengo que trabajar mucho por que hubo gastos y tengo planes con mi mamá, los dos vamos a trabajar mucho".
El chico estuvo 50 días adentro de un mundo extraño y terrorífico. La causa sigue abierta y sólo se lamenta de su "mala suerte". Sin embargo hay otras lecturas para hacer, pero ya son cosas que dependen de la Justicia y esa es otra historia.
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