Custodia. Hoy a la mañana, se vieron varias
parejas de policías circulando por la zona donde ocurrió el hecho el
miércoles. Los comerciantes dicen que “pasa un tiempo y desaparecen”.
Fotos: Guillermo Di Salvatore
Las caras de los vendedores reflejan la
aflicción y el malestar por lo que le pasó a una compañera de trabajo.
Desde la Asociación de Amigos de calle San Martín advierten que la
inseguridad es un grave problema para el sector comercial de la ciudad.
De la Redacción de El Litoral
area@ellitoral.com
En el comercio de la peatonal San Martín en el que el
miércoles un hombre asaltó y violó a una empleada de 24 años, hoy a la
mañana había atendiendolo un hombre solo. Ante la consulta de El Litoral
sobre cómo estaban trabajando luego de lo que ocurrió aclaró que no
quería hacer declaraciones a la prensa, le costaba hablar. La congoja se
le notaba en la cara y se le llenaron los ojos de lágrimas cada vez que
quiso explicar “brevemente” lo que estaban viviendo.
En los locales vecinos, el sentimiento era parecido y
se sumó la perturbación que les generaba pensar en la posibilidad de
que vuelva a pasar. Tal es así que el mismo miércoles a la tarde, el
vigilador de la agencia Guerín Seguridad que circula por la peatonal,
recibió más llamadas de las habituales. Las advertencias procedieron de
las vendedoras de locales de ropa de mujer que se asustaban cuando
ingresaba un hombre solo o le pedían con señas al agente que se quede
controlando desde la puerta.
El estado de alerta no tiene que ver con una cuestión
de género, obviamente, y se hizo extensivo a otros sectores de la
ciudad. Las empleadas del local Notting Hill, en bulevar casi Belgrano,
adoptaron como norma desde diciembre cuando fueron asaltadas no permitir
el ingreso de hombres solos.
“Acá no entran, hasta que les preguntamos qué quieren
con la puerta cerrada. Si vemos que efectivamente saben lo que buscan y
nosotros tenemos eso, abrimos la puerta”, detalló María de los Ángeles,
la propietaria del comercio sobre la medida que incluso atenta contra
la lógica propia del comercio.
Un lamento común
En la cuadra de la peatonal donde ocurrió el hecho
del miércoles no se habla de otra cosa, incluso con los clientes por lo
que hay múltiples versiones sobre lo que pasó que alimentan el temor.
Algunos afirman que recuperaron la tranquilidad cuando se conoció que el
ladrón y violador había sido detenido, aunque a juzgar por los dichos
de los vendedores no es tan así.
“Desde ayer, no tenemos más la llave del depósito acá
y la mirada se va permanentemente a la puerta o nos miramos con los de
enfrente. Tampoco entramos solas cuando llegamos, nos esperamos en la
puerta”, comentaron Leonela y Yésica de Solanas. Las jóvenes lamentaron
no haber podido hacer nada para evitar el hecho a pesar de haber salido a
la misma hora del comercio.
En Galia, Hugo Delmo dijo que tenía “un dolor
inmenso”. “No puedo decir que nos sentimos culpables por no haber podido
ayudarla pero es muy parecido porque todos salimos a la misma hora y no
vimos nada. Ahora, las consecuencias son irremediables”, reflexionó.
Para Santina, de Generación X, el hecho de trabajar
con miedo a que les ocurra algo no es nuevo. “El temor está siempre y
sobre todo cuando cerramos. La policía viene cuando las cosas pasaron”,
comentó.
“Nos sentimos vulnerables. Decir que se advierte el
riesgo por la cara de la gente que entra es ridículo, el sentimiento hoy
no se puede explicar”, dijo Carolina de Alfis.
Un sentimiento extendido
Entre la bronca y la impotencia se debatía Jorge
Baremberg, de la Asociación Amigos de calle San Martín. Es que según
dijo, todavía está conmocionado por lo que le pasó a “una chica que
trabaja, que se levanta todas las mañanas como cualquiera y hace las
cosas bien”.
“Lo que ocurrió en la peatonal es una muestra de lo
que vive el sector comercial de toda la ciudad”, aclaró. A su vez,
celebró que las cámaras de seguridad del centro de monitoreo captaran al
delincuente y lo hayan detenido a las pocas horas.
“Me pregunto qué ocurre en los lugares donde no hay cámaras y los hechos no se denuncian”, cuestionó.
En ese sentido, Baremberg puntualizó que la
delincuencia en la ciudad es una cuestión que excede a la policía como
el brazo que ayuda a la justicia. “En este caso (el del miércoles) el
detenido tiene antecedentes desde 2007, fue baleado a fin de año, robó y
tomó rehenes en enero por lo que lo detuvieron y la Justicia después lo
liberó”, enumeró y agregó: “Entonces creo que hay cuestiones para
reflexionar en todos los niveles del Estado”.
“Quiero saber dónde se crió esa bestia, qué valores
tiene, qué hace con su vida. Yo no quiero mano dura, no quiero
violencia, lo que digo es que se debe tratar la cuestión de fondo y las
leyes para que la Justicia no vuelva a liberar a alguien así”, precisó
el comerciante.
En su relato, Baremberg no se olvidó del gremio que
nuclea a los empleados de comercio. “Me pregunto dónde está el sindicato
que no salió a reivindicar la dignidad de una empleada, brilla por su
ausencia, eso también me duele y me da bronca”, concluyó.
Audiencia
“Ante la continuidad de hechos delictivos sufridos
por comerciantes de nuestra ciudad”, el Centro Comercial de Santa Fe
solicitó una audiencia con el ministro de Seguridad, Leandro Corti a los
efectos de expresarle “la consternación y preocupación por el grado de
impunidad con el que se actúa en las mencionadas ocasiones además de
requerir la implementación urgente de medidas tendientes a encontrar
soluciones de fondo a tan delicada situación”.
Lo que detectan las cámaras
Hasta 2011. Desde que comenzaron a funcionar las
cámaras de seguridad en el microcentro, en septiembre de 2009, hasta el
10 de diciembre de 2011, se detectaron alrededor de 5 mil eventos, entre
delitos, accidentes, emergencias médicas y actos de vandalismo.
Hasta hoy. Desde el 10 de diciembre de 2011 hasta primeras horas de hoy, registraron:
152 situaciones sospechosas.
122 entrevistas y chequeos.
80 por consumo y comercialización de estupefacientes.
71 situaciones delictivas (robos, hurtos, intentos de hurto, arrebatos).
54 Traslados.
9 situaciones de violencia y conflicto entre personas.
En alerta. Las empleadas de los comercios tienen
miedo de quedarse solas trabajando. Pasan buena parte de la jornada con
la mirada puesta en la puerta.
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