Entre 2005 y 2010, 175 alumnos cursaron tecnicaturas en Las Flores, Coronda y el penal de mujeres. Higiene y seguridad alimentaria es la más elegida, además de carreras vinculadas al derecho.
Afuera, el día invita a cuestiones más mundanas, ligadas a una cotidianidad sin muchas ataduras. Sin embargo, tras los muros la realidad es distinta. Allí la vida cambió para muchos definitivamente. Sin embargo, las alternativas de progreso no se truncaron. Y entre esas posibilidades surgió a finales de 2004 el Programa Educación Universitaria en prisiones, que le permitió a la Universidad Nacional del Litoral llevar a las cárceles de Santa Fe su programa educativo a distancia. El número ha ido creciendo con los años y hoy la población estudiantil carcelaria es bastante estable. Desde que comenzaron formalmente las clases en 2005, y hasta 2010, un total de 175 alumnos pasaron por las aulas virtuales de la UNL, con un pico de 35 en ese primer año. Otra cifra destacada se produjo en 2008, con 30 estudiantes, mientras que el año pasado se inscribieron 28. La tecnicatura en higiene y seguridad alimentaria fue elegida por 78 alumnos, seguido por el bachiller en ciencias jurídicas y sociales, con 51, y la tecnicatura en diseño de mobiliario, con 13. Fue en ese primer año, según explica a LaCapital el responsable del proyecto, el profesor de sociología y criminología Máximo Sozzo, que unos 35 alumnos se sumaron a la idea. "Lo que se buscó desde el inicio era modalizar el sistema de educación a distancia que tiene la UNL adaptándolo a la situación de las personas privadas de la libertad. Creamos dos aulas, se dotaron de dos computadoras con internet y se creó un equipo de coordinadores y tutores presenciales como una especie de refuerzo del sistema de educación a distancia", explica el especialista. En un principio el programa funcionó en los penales de Coronda y Las Flores, después se sumó la Cárcel de Mujeres. La respuesta de los detenidos es distinta en cada una de las unidades y ha sido diferente con el tiempo. "Una cosa es clara —indica Sozzo— y es que la población de personas privadas de la libertad en Santa Fe, como en cualquier otra jurisdicción del país, está integrada fundamentalmente por gente que ha tenido trayectorias vitales atravesadas por privaciones y falta de oportunidades. Esto hace que una parte importante de la población penitenciaria no tenga educación secundaria”. Cuando el programa se puso en marcha se relevó el nivel de formación de la población carcelaria y se supo que un 7 por ciento del total tenía la secundaria completa. Entonces se los alentó a que siguieran su trayectoria universitaria mediante la aplicación del artículo 7 de la ley de educación superior (que permite el ingreso a la universidad a personas que no hayan finalizado sus estudios secundarios). “Todos los años tenemos varios estudiantes que pese a no haber completado la educación media logra entrar por ese mecanismo”, explica Sozzo. El responsable de la iniciativa subraya que el programa no nació como un esfuerzo por aportar a la rehabilitación del detenido. “Lo que tratamos de hacer es cumplir con un deber de la universidad pública: proveer una posibilidad para que las personas privadas de la libertad puedan ejercitar su derecho a la educación”, dice. Las carreras. El programa incluye tecnicaturas de tres años y bachilleratos de carreras como abogacía o ciencias económicas, letras o historia. “Entre las tecnicaturas hay una muy elegida, que es higiene y seguridad alimentaria, la que además tiene un panorama interesante en cuanto a salida laboral. De esa carrera hay tres graduados que pasaron por el programa y tenemos otro graduado de martillero público. También hay una tecnicatura en diseño mobiliario. Son carreras cortas que buscan concretar una salida laboral”, abunda. También hay bachilleratos donde claramente predominan el de ciencias jurídicas, que serían los dos primeros años y medio de abogacía. También los hay en ciencias económicas, geografía y letras. Estas carreras representan un desafío mayor: “Se exige un gran esfuerzo porque son carreras más largas y hay tramos que no se pueden cursar a distancia. O las hacen como alumnos libres si siguen privados de la libertad, o se hacen de modo presencial si se recupera la libertad”, dice el profesional. Otro de los objetivos del programa es luchar contra la degradación que implica la vida en la prisión. Este ámbito también lo planteamos para que la gente piense, reflexione. Con esos objetivos, que son modestos, el programa representa una alternativa válida”. Así, las personas privadas de su libertad encuentran en prisión un ámbito donde desarrollarse y obtener herramientas para su futura inserción en la sociedad.
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