En Santa Fe Capital, ocho policías quedaron detenidos acusados de golpear y picanear a tres menores arrestados en la capital provincial. Los jóvenes concurren a "El Refugio" de Santa Fe, destinado a chicos en situación de calle. Los detuvieron cuando pedían monedas en bulevar Gálvez. Acusan a los policías de golpearlos y hasta de pasarles corriente por el cuerpo.
Ocho policías de dos comisarías céntricas de la ciudad de Santa Fe están detenidos bajo acusación de haber sometido a golpes y choques de electricidad a tres menores de edad que arrestaron el lunes de madrugada, cuando estos regresaban a un hogar transitorio del Ministerio de Desarrollo Social, luego de procurarse unas monedas haciendo malabares y limpiando vidrios de coches en un semáforo del bulevar Gálvez. Además de los apremios, los policías les quitaron los 15 pesos que los adolescentes habían conseguido. Los jóvenes concurren al Centro de Permanencia Transitoria para Niños y Adolescentes "El Refugio", en Ituzaingó al 1800, destinado a chicos en situación de calle que encuentran allí un lugar de contención cercano a las esquinas del centro santafesino donde realizan actividades diversas en procura de dinero. Los policías llevaron detenidos a los tres jóvenes porque alguien interpretó que estaban "en actitud sospechosa" frente a unas vidrieras. No es la primera vez que se suscitan denuncias de este tenor donde las víctimas son menores de edad de ese efector social, según confirmó Carolina Galcerán, directora provincial de Promoción de Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia.
Una denuncia anónima al 911 hizo que una patrulla de la seccional 1ª encarara en la medianoche del domingo pasado hacia el bulevar Gálvez, donde encontró a tres jóvenes --uno de 17 y dos de 15 años-- que suelen limpiar vidrios de automóviles en los semáforos a cambio de monedas. Ellos debían regresar a El Refugio antes de la 1, tal como indica el reglamento de ese hogar. Pero los agentes los obligaron a subir al patrullero y los llevaron a la comisaría 1ª, donde su paso no quedó asentado en el libro de guardia.
Luego los derivaron a la seccional 3ª, por cuestiones de jurisdicción. Aquí sí registraron el ingreso de los adolescentes, pero omitieron exponer la salida. Tratándose de menores de edad, la autoridad debería haber citado a los padres o tutores para retirarlos de la comisaría, en lugar de haberlos liberado sin más trámite.
Los menores pasaron la noche en esa dependencia policial, distante a un par de cuadras de su hogar transitorio. En la mañana del lunes, al recuperar la libertad, le contaron a los operadores del albergue social que los policías en la seccional 3ª los sometieron a golpes, que los atormentaron con una picana de mano y que jugaron entre ellos a hacer puntería con una pelota de tenis lanzada contra los menores privados de su libertad.
Ese relato se tradujo en una denuncia del área del Estado provincial a cargo por apremios ilegales ante la Dirección de Asuntos Internos de la Policía, y en una presentación ante la jueza de instrucción nº 4, Susana Luna, quien tomó declaración a los adolescentes. En paralelo, un médico forense revisó a los menores pero no verificó lesiones compatibles con la violencia que denunciaron haber sufrido. "Eso no destierra la posibilidad de que hayan ocurrido los apremios", aclaró una fuente de la Secretaría de Seguridad.
El jefe de la UR I, Juan Mondino, ordenó separar primero a tres policías de la seccional 3ª por la irregularidad en el registro del paso de los menores por esa dependencia. En ese documento deben asentarse todas las novedades que ocurren en la comisaría. En los papeles, los tres pibes de El Refugio nunca estuvieron allí.
La jueza Luna ordenó el allanamiento de las comisarías involucradas y dispuso la detención de otros cinco efectivos. En total son el comisario M. F., subjefe dela seccional 3ª, cuatro suboficiales y tres agentes de policía. Luego de indagarlos por la comisión de apremios ilegales y hurto, la magistrada dispuso que quedaran detenidos e incomunicados. Ante esa situación la jefatura de la UR I decidió pasarlos a disponibilidad.
El Refugio, creado por el gobierno provincial en 2005, es un hogar abierto que funciona bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. Entre diez y quince chicos de seis a dieciocho años residen allí de manera transitoria. Se alimentan, se visten, reciben educación y participan de actividades recreativas. Mientras tanto, los operadores de calle también se ocupan de restablecer el vínculo de los chicos con sus familias.
Su ubicación, en Ituzaingó al 1800 ?corazón del barrio Candioti Sur? es "estratégica para los pibes", al decir de uno de los coordinadores del lugar. Porque la casa está cerca del circuito urbano que estos menores, que por lo general están alejados de su núcleo familiar, suelen frecuentar sin tener un lugar adonde regresar y hallar contención.
Los jóvenes que frecuentan el hogar suelen ser blancos de sospecha en un vecindario caracterizado por los hábitos y la idiosincrasia de una clase media acomodada que no asimila del todo la convivencia con este espacio de contención social.
Una denuncia anónima al 911 hizo que una patrulla de la seccional 1ª encarara en la medianoche del domingo pasado hacia el bulevar Gálvez, donde encontró a tres jóvenes --uno de 17 y dos de 15 años-- que suelen limpiar vidrios de automóviles en los semáforos a cambio de monedas. Ellos debían regresar a El Refugio antes de la 1, tal como indica el reglamento de ese hogar. Pero los agentes los obligaron a subir al patrullero y los llevaron a la comisaría 1ª, donde su paso no quedó asentado en el libro de guardia.
Luego los derivaron a la seccional 3ª, por cuestiones de jurisdicción. Aquí sí registraron el ingreso de los adolescentes, pero omitieron exponer la salida. Tratándose de menores de edad, la autoridad debería haber citado a los padres o tutores para retirarlos de la comisaría, en lugar de haberlos liberado sin más trámite.
Los menores pasaron la noche en esa dependencia policial, distante a un par de cuadras de su hogar transitorio. En la mañana del lunes, al recuperar la libertad, le contaron a los operadores del albergue social que los policías en la seccional 3ª los sometieron a golpes, que los atormentaron con una picana de mano y que jugaron entre ellos a hacer puntería con una pelota de tenis lanzada contra los menores privados de su libertad.
Ese relato se tradujo en una denuncia del área del Estado provincial a cargo por apremios ilegales ante la Dirección de Asuntos Internos de la Policía, y en una presentación ante la jueza de instrucción nº 4, Susana Luna, quien tomó declaración a los adolescentes. En paralelo, un médico forense revisó a los menores pero no verificó lesiones compatibles con la violencia que denunciaron haber sufrido. "Eso no destierra la posibilidad de que hayan ocurrido los apremios", aclaró una fuente de la Secretaría de Seguridad.
El jefe de la UR I, Juan Mondino, ordenó separar primero a tres policías de la seccional 3ª por la irregularidad en el registro del paso de los menores por esa dependencia. En ese documento deben asentarse todas las novedades que ocurren en la comisaría. En los papeles, los tres pibes de El Refugio nunca estuvieron allí.
La jueza Luna ordenó el allanamiento de las comisarías involucradas y dispuso la detención de otros cinco efectivos. En total son el comisario M. F., subjefe dela seccional 3ª, cuatro suboficiales y tres agentes de policía. Luego de indagarlos por la comisión de apremios ilegales y hurto, la magistrada dispuso que quedaran detenidos e incomunicados. Ante esa situación la jefatura de la UR I decidió pasarlos a disponibilidad.
El Refugio, creado por el gobierno provincial en 2005, es un hogar abierto que funciona bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. Entre diez y quince chicos de seis a dieciocho años residen allí de manera transitoria. Se alimentan, se visten, reciben educación y participan de actividades recreativas. Mientras tanto, los operadores de calle también se ocupan de restablecer el vínculo de los chicos con sus familias.
Su ubicación, en Ituzaingó al 1800 ?corazón del barrio Candioti Sur? es "estratégica para los pibes", al decir de uno de los coordinadores del lugar. Porque la casa está cerca del circuito urbano que estos menores, que por lo general están alejados de su núcleo familiar, suelen frecuentar sin tener un lugar adonde regresar y hallar contención.
Los jóvenes que frecuentan el hogar suelen ser blancos de sospecha en un vecindario caracterizado por los hábitos y la idiosincrasia de una clase media acomodada que no asimila del todo la convivencia con este espacio de contención social.
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