Cordobesa, periodista, diputada y senadora nacional, y candidata a vicepresidenta de la Nación -en ese orden cronológico-, Morandini explicó las claves de su pensamiento político y de su decisión de acompañar a Hermes Binner en la fórmula de centro-izquierda.
"Es muy auspicioso que con identidades diferentes y valores comunes, uno pueda unirse. No amontonarse, porque ahí es cuando se pierden los contornos". Foto:Luis Cetraro/Archivo El Litoral
La construcción de una alternativa democrática en términos de “una maravillosa oportunidad”. La apuesta a la forja de partidos políticos como respuesta al desencanto de la sociedad y aprendizaje de la crisis de 2001. La unidad de los diferentes en orden a valores y propósitos superiores comunes, al margen de amalgamas que desdibujen contornos por efecto de la sumisión o la especulación coyuntural. El ejercicio de la disidencia como uno de los derechos humanos, eludiendo circunscripciones partidistas y descalificaciones iracundas, y sin otra contención que la legalidad.
Norma Morandini compartió con El Litoral los principales ejes que sustentan su pensamiento político y las claves que la llevaron a pasar del periodismo, en primer término, al ejercicio de la representación parlamentaria -como diputada nacional y luego como senadora por Córdoba- y luego a encabezar junto a Hermes Binner las candidaturas del flamante y recién denominado Frente Amplio Progresista.
“Creo que es importante que lo último sea cómo se nombra, y lo primero cómo se construye”, razona Morandini, en diálogo telefónico con este diario, y en medio de un verdadero maratón de entrevistas radiales y televisivas, donde la verborragia de la candidata hilvana naturalmente los temas y -con alusiones expresas o implícitas- ahorra al interlocutor las preguntas obligadas.
“Partimos de la base de que lo que la democracia necesita es partidos. Yo me siento una hija política de 2001, que puso en evidencia los pies de barro de la estructura partidaria tradicional. Siempre había dicho que no a las candidaturas, pero Luis Juez me convenció en Córdoba de participar como independiente. Después compartí la Cámara de Diputados durante dos años con Hermes Binner y con el grupo socialista, la Coalición Cívica y lo que hoy se llama Proyecto Sur. Y en la Cámara es donde uno construye confianza y va creando una cultura política en las votaciones; sobre todo cuando se es independiente, como yo. Uno va creando una identidad política.
— ¿Y qué lleva a que de esto resulte un frente?
— Yo viví la última parte de mi exilio en Brasil y me tocó acompañar la creación del PT, que era una construcción desde abajo, desde las organizaciones sociales, diferentes de los partidos políticos. El PT fue el primer partido de la democracia brasileña no marcado por el pasado de la dictadura. Y es muy auspicioso que con identidades diferentes uno pueda unirse; no amontonarse. E insisto con esa idea gráfica: juntarse manteniendo la individualidad, si uno se amontona se pierden los contornos. En una Argentina plural y diversa, con enormes intereses en pugna, hay una muy buena parte de nuestro país que está esperando una expresión política de lo que aparece como cambio. Cuanto más en nuestro caso, siendo Córdoba y Santa Fe dos provincias hermanas, que nos miramos como en un espejo. Por eso tenemos que construir la Región Centro.
— ¿La cuestión del federalismo aparece como un componente esencial de la propuesta?
— Sí, pero el federalismo ya no es ir con las lanzas a Buenos Aires, sino el desafío de construir una cultura que no sea la de la ira, el grito, la extorsión, el clientelismo. Se nos presenta una oportunidad maravillosa para construir una alternativa democrática, para una sociedad que es algo orgánico, cambiante. No es que los argentinos tengamos un ADN inalterable. Yo soy de una generación educada en los prejuicios, pero todo eso va cambiando. A mí no me perturba que la gente tenga determinadas ideas, pero sí que la forma de discutir sea la descalificación; que haya que mentir, agredir, para enfrentar las razones del otro. No se pueden invocar los derechos humanos e ignorar el derecho al disenso, a la propia opinión, a la libertad de pensamiento. Y los derechos humanos, en su concepción universal, están en el corazón filosófico de nuestra Constitución, pensada no para homogeneizar, sino para aprender a trabajar con el otro desde la diferencia.
— ¿Por qué Binner?
— En Santa Fe, Binner ha demostrado que se puede gobernar en la diferencia. Hacer esta propuesta nacional es la oportunidad de demostrar que eso es posible en el país, en la medida en que se compartan valores y objetivos esenciales. Yo he aprendido en la Cámara y aprendo todos los días cómo ser independiente. Ése es un valor que todavía no está incorporado a nuestra sociedad; hay una cultura de la apariencia que tiene que ser sustituida encarnando valores. El límite para la diferencia de opiniones es la legalidad. Nadie puede eludir, ni el oficialismo ni la oposición, la legalidad democrática. Eso es igual para todos. Y ahora no hay una crisis en el horizonte, como las que en otras ocasiones han justificado atajos electorales o el cambio de votos por favores. La democracia es negociación, pero superando el pragmatismo ramplón del toma y daca. Con reglas de juego claras y con total transparencia. Para eso hay que tener un ideal democrático, que creo es lo que Hermes encarna, y me siendo honrada de haber sido distinguida con la posibilidad de integrar una fórmula con él.
Norma Morandini compartió con El Litoral los principales ejes que sustentan su pensamiento político y las claves que la llevaron a pasar del periodismo, en primer término, al ejercicio de la representación parlamentaria -como diputada nacional y luego como senadora por Córdoba- y luego a encabezar junto a Hermes Binner las candidaturas del flamante y recién denominado Frente Amplio Progresista.
“Creo que es importante que lo último sea cómo se nombra, y lo primero cómo se construye”, razona Morandini, en diálogo telefónico con este diario, y en medio de un verdadero maratón de entrevistas radiales y televisivas, donde la verborragia de la candidata hilvana naturalmente los temas y -con alusiones expresas o implícitas- ahorra al interlocutor las preguntas obligadas.
“Partimos de la base de que lo que la democracia necesita es partidos. Yo me siento una hija política de 2001, que puso en evidencia los pies de barro de la estructura partidaria tradicional. Siempre había dicho que no a las candidaturas, pero Luis Juez me convenció en Córdoba de participar como independiente. Después compartí la Cámara de Diputados durante dos años con Hermes Binner y con el grupo socialista, la Coalición Cívica y lo que hoy se llama Proyecto Sur. Y en la Cámara es donde uno construye confianza y va creando una cultura política en las votaciones; sobre todo cuando se es independiente, como yo. Uno va creando una identidad política.
— ¿Y qué lleva a que de esto resulte un frente?
— Yo viví la última parte de mi exilio en Brasil y me tocó acompañar la creación del PT, que era una construcción desde abajo, desde las organizaciones sociales, diferentes de los partidos políticos. El PT fue el primer partido de la democracia brasileña no marcado por el pasado de la dictadura. Y es muy auspicioso que con identidades diferentes uno pueda unirse; no amontonarse. E insisto con esa idea gráfica: juntarse manteniendo la individualidad, si uno se amontona se pierden los contornos. En una Argentina plural y diversa, con enormes intereses en pugna, hay una muy buena parte de nuestro país que está esperando una expresión política de lo que aparece como cambio. Cuanto más en nuestro caso, siendo Córdoba y Santa Fe dos provincias hermanas, que nos miramos como en un espejo. Por eso tenemos que construir la Región Centro.
— ¿La cuestión del federalismo aparece como un componente esencial de la propuesta?
— Sí, pero el federalismo ya no es ir con las lanzas a Buenos Aires, sino el desafío de construir una cultura que no sea la de la ira, el grito, la extorsión, el clientelismo. Se nos presenta una oportunidad maravillosa para construir una alternativa democrática, para una sociedad que es algo orgánico, cambiante. No es que los argentinos tengamos un ADN inalterable. Yo soy de una generación educada en los prejuicios, pero todo eso va cambiando. A mí no me perturba que la gente tenga determinadas ideas, pero sí que la forma de discutir sea la descalificación; que haya que mentir, agredir, para enfrentar las razones del otro. No se pueden invocar los derechos humanos e ignorar el derecho al disenso, a la propia opinión, a la libertad de pensamiento. Y los derechos humanos, en su concepción universal, están en el corazón filosófico de nuestra Constitución, pensada no para homogeneizar, sino para aprender a trabajar con el otro desde la diferencia.
— ¿Por qué Binner?
— En Santa Fe, Binner ha demostrado que se puede gobernar en la diferencia. Hacer esta propuesta nacional es la oportunidad de demostrar que eso es posible en el país, en la medida en que se compartan valores y objetivos esenciales. Yo he aprendido en la Cámara y aprendo todos los días cómo ser independiente. Ése es un valor que todavía no está incorporado a nuestra sociedad; hay una cultura de la apariencia que tiene que ser sustituida encarnando valores. El límite para la diferencia de opiniones es la legalidad. Nadie puede eludir, ni el oficialismo ni la oposición, la legalidad democrática. Eso es igual para todos. Y ahora no hay una crisis en el horizonte, como las que en otras ocasiones han justificado atajos electorales o el cambio de votos por favores. La democracia es negociación, pero superando el pragmatismo ramplón del toma y daca. Con reglas de juego claras y con total transparencia. Para eso hay que tener un ideal democrático, que creo es lo que Hermes encarna, y me siendo honrada de haber sido distinguida con la posibilidad de integrar una fórmula con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario