"Sufrí mucho con los hechos violentos. Eso es lo que me amargaba y no me dejaba dormir”, confesó el Gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti. Las satisfacciones y tensiones, las frustraciones y los “sapos”, los arrepentimientos. Su relación con Miguel Lifschitz y su expectativa sobre la provincia y la Nación.
El Litoral |
—¿Cuál fue el mayor sinsabor?
—Hubo muchos sapos... Creo que la falta de comprensión sobre la necesidad de diálogo que tenemos los santafesinos y el gobierno a nivel institucional... Cosas que nos dolieron, porque se publicaban en medios nacionales cuestiones que nos estigmatizaron como provincia, cuando hay problemas que los conocemos y vivimos todos. Esas cosas nos dolieron. Mentiras, mentiras como cuando un diputado de la Nación nos tildó de narcosocialistas. Esas cosas son muy dolorosas, máxime cuando uno toda su vida ha dejado como impronta la honestidad, la transparencia. Y cuando uno trae estas cosas de la cuna, tener que salir a aclarar es algo que duele.
—Y queda la duda... porque muchos seguirán pensando después del 10 de diciembre si era cierto o no lo que se decía. ¿No?
—(Joseph) Goebbels sabía bastante de eso y era el jefe de la propaganda nazi. Por eso digo que estas cosas son dolorosas. Pero también tuvimos después la gran alegría y el sabor dulce cuando en el proceso electoral la gente nos premió con tantos votos, entonces, por ahí aquellas heridas se cicatrizan con estas cuestiones.
—¿La falta de diálogo la plantea también a nivel provincial?
—No, a nivel provincial lo cultivamos desde el primer día. Yo lo que reclamé, reclamo y seguiré reclamando es el diálogo con el gobierno nacional. Termina la gestión y nunca fui recibido por la presidenta, por ejemplo.
—¿Le irá mejor a Miguel Lifschitz en ese aspecto?
—No tengo dudas, porque la ciudadanía ha dado un mensaje muy claro sobre lo que hoy reclama todo el mundo; basta de blanco-negro, basta de enfrentamientos, y eso no quiere decir que no haya disenso o voces contrapuestas, pero en un clima de construcción y donde se respete al otro.
—¿Cómo quisiera ser recordado por los santafesinos?
—Cada cual puede tener una mirada. Alguno no me querrá, otro me recordará porque abrió la canilla y le salió agua, otro porque recibió su vivienda o su lote... Las circunstancias son muchas y con más de 3 millones de habitantes, las particularidades por las cuales la gente termina apreciando o no una gestión son diferentes.
—¿Cree que satisfizo las expectativas del pueblo santafesino?
—Eso lo dirá el tiempo. Porque quien me encuentra en la calle y me alienta es aquel que tiene una postura propositiva; el que no, a veces se calla... El tiempo lo dirá...
—¿De qué se arrepiente?
—(silencio) La verdad que quisiera que me juzguen en el futuro todos los ciudadanos... Di todo, de eso estoy seguro. Di todo. Sufrí mucho con los hechos violentos; eso es lo que me amargaba y no me dejaba dormir. No haber podido dar tal vez más respuestas en ese sentido, pero también sabiendo las limitaciones; una sociedad que perdió los valores no hay medidas del gobierno que de un día para el otro le puedan devolver la tranquilidad a los santafesinos, y ése es tal vez mi mayor dolor.
—¿Y es también la materia pendiente?¿La inseguridad?
—Es la materia pendiente en el país y en el mundo, porque es lo que todos reclaman en cualquier encuesta argentina: terminar con la violencia.
—¿Qué le diría a quienes siguen sosteniendo que el socialismo le abrió las puertas al narcotráfico en la provincia?
—Quien consume es una sociedad; el que trafica es un traficante que pasa por una frontera, una frontera a la que nadie le puso límites y se sabía que venían de México y Colombia. Qué puede hacer una provincia al respecto. Se trata de un delito federal, con la intervención de la justicia federal. Si esto no lo asumimos en conjunto y creemos que es un partido donde uno tiene que destruir a otro, nos equivocamos. Entonces, los pícaros que utilizando a la droga para denostarnos volcaron aquellos epítetos en la Cámara de Diputados de la Nación, se confundieron tanto que buscaron un enemigo a partir de eso y la sociedad les demostró en las urnas lo contrario. Y a su vez, desviaron el eje de cómo tenemos que abordar este problema.
—Pero la realidad también aportó hechos; su gestión termina con un jefe de Policía (Hugo Tognoli), elegido por el socialismo, condenado a seis años de prisión por estos delitos...
—Tognoli que se haga cargo; eso fue a la justicia. Él era un hombre que tenía una foja de servicio impecable. Se podría haber elegido a ése o a otro. Otros también han cometido errores y nosotros los hemos sancionado y apartado de las fuerzas. Ahora, ligar eso a que somos responsables de la presencia de la droga (en la provincia), me parece que hay un abismo.
—¿Es una mancha en el socialismo ese caso?
—Yo no lo tomo como mancha. Si fuera alguien de mi partido sí diría que lo es. Es un funcionario que fue elegido como tantos otros; ahora se está investigando a un ex jefe de policía de hace doce años por enriquecimiento ilícito. Que respondan por sus actos.
—Una imputación permanente a su gestión fue el excesivo gasto político con cargos y estructuras innecesarias ¿Refuta o argumenta?
—A ver... 80 centros de atención primaria de salud, 4 hospitales de mediana complejidad, 200 escuelas nuevas, la Redonda, El Molino, la Esquina Encendida, los museos, la cultura, la educación, el programa Vuelvo a Estudiar requieren de personal que son los trabajadores del estado y funcionarios que los lleven adelante. Y puedo seguir enumerando... Todo eso requiere de más actores. No es dispendioso. Esto es un estado eficiente, cercano a la sociedad. A mí no me asusta tener más funcionarios si tengo más escuelas, o más personal si tengo más salud o cultura. Si me encuentran un ñoqui, vengan y díganmelo.
—¿Qué expectativa tiene sobre la gestión nacional?
—La gente ha manifestado una especie de reacción frente a una acción desmedida; quiere bajar los decibeles. En una elección muy pareja, porque 680 mil votos no es nada, el que ganó debería haber recibido el mensaje de la población que es lograr entendimientos. No voy a abrir juicios de valor sobre Macri y su gabinete hasta no verlos actuar porque hay personas a las que uno les tiene un reconocimiento en su actividad privada, pero quiero ver cómo se desempeñan en la gestión pública. Una cosa es la lógica de la empresa y otra la lógica de la sociedad. Se puede ser muy eficiente administrando una empresa, pero la lógica con la que yo le voy a dar una respuesta al ciudadano desde el Estado es diferente. Verlos andar y después opinar... Ni Scioli ni Macri explicitaron qué iban a hacer; tuvieron expresiones de deseo y en eso coincidimos todos, en una sociedad más equilibrada, bla bla bla... Pero quiero ver después cómo se materializa eso con las medidas que tomen.
—¿Tiene reparos en cuanto a la matriz ideológica del nuevo gobierno?
—Bueno, claro que tengo reparos. Por eso no hemos compartido el mismo espacio político ni pensamos compartirlo. Pero también quiero darle una cuota de crédito porque si no sería muy absoluto mi pensamiento. Ojalá me sorprendan, pero ésta es también una expresión de deseo. Yo quisiera realmente que todo lo que se ha dicho desde lo subjetivo se concrete materialmente.
—¿Y en la provincia, qué expectativa tiene sobre la gestión de Lifschitz?
—La continuidad de las políticas de estado que nos trazamos hasta el 2030, obviamente con una impronta particular en un período también particular no sólo por la relación con la Nación... También está esta oportunidad de haberle ganado un juicio a la Nación de ocho años, garantizando liquidez para dar respuestas a muchas obras de infraestructura social y productiva que son necesarias.
—Tuvo varios contrapuntos con Lifschitz. ¿es por distintas improntas personales o por diferencias más profundas?
—Pero es lógico. A ver... yo vengo de ocho años de conocimiento de la cosa pública. Miguel tendrá que hacer una experiencia inicial, aclimatarse y adaptarse a la estructura de lo que significa el Estado en sí mismo. A veces uno tiene una mirada desde afuera y cuando llega se encuentra con otra cosa. Tiene que pasar un tiempo. No hay contrapuntos. No hay cosas que nos diferencien desde nuestra matriz ideológica. Los matices son lógicos; tenemos historias de vida diferentes, trayectorias diferentes, experiencias diferentes. No hay que dramatizar...
—Es inédito que un gobernador haya ocupado antes una banca de diputado, y que ahora vuelva a la Legislatura. ¿Como vive ese hecho?
—Muchos dijeron que la mía iba a ser una candidatura testimonial y aquí estoy. Mi partido me podría haber propuesto para algún cargo nacional pero yo preferí quedarme en Santa Fe. Para mí el proceso santafesino es apasionante. Creo que desde la Legislatura puedo seguir aportando. Después, el tiempo dirá.
—¿Por allí vuelve como gobernador?
—Ni me lo propongo. Ha sido ya una etapa. En este país pueden pasar tantas cosas; en el mundo... ¿Imaginábamos hace tres meses lo que terminó pasando en Francia? La elección del Papa también fue un antes y un después. Aquel que hace futurología a cuatro años, se está haciendo los rulos pero se equivoca mucho.
—¿Ya no se pueden pensar candidatos cuatro años antes de una elección?
—No, para nada. No digo que no haya que tener una mirada en perspectiva, pero eso en materia de proyectos, no en materia de cuestiones individuales. Porque ahí se comete el gran error, cuando se piensa en términos individuales. Hay que pensar en términos colectivos. Aquel que se suma a algo para mirarse a sí mismo termina fracasando.
Tribunal de Cuentas sin concurso
Durante su gestión, Antonio Bonfatti dio marcha atrás con un decreto de Hermes Binner que exigía concursos para designar a los vocales del Tribunal de Cuentas. Sin embargo, consultado por El Litoral, el actual mandatario no interpretó esa decisión como un retroceso en materia de transparencia.
“Para nada -dijo-. Porque en el sistema anterior nos vimos con demoras de un año y pico para poder tomar decisiones, entonces dijimos que se presenten, se publiquen los nombres y el gobernador decida. Como en el caso de los jueces, que hoy se hace una terna y la Legislatura tiene la última palabra. Nos pasó por allí de enviar a alguien que sabe mucho de normas, que tiene muchos antecedentes, pergaminos, certificados y diplomas, y después a la hora de actuar han sido un fracaso. Entonces, la mirada de a quién uno va a proponer no solamente está en un escritorio a la hora de hacer un examen. Y esto vale para el Tribunal de Cuentas y para los jueces. Nos pasó particularmente con (Ricardo) Fessia, con (Gabriel) Ganón... Entonces, también tiene que haber una mirada subjetiva respecto de los comportamientos humanos”.
Reformista
- Bonfatti insistió en la necesidad de reformar la Constitución provincial, anhelo que no pudo ver materializado en su gestión. “Es una necesidad que tenemos los santafesinos. No lo entendieron así los partidos políticos. Y cuando los referentes de esos partidos me dijeron que no, para qué iba a seguir insistiendo. Sigo creyendo que es necesario hacerla, pero no por mala sino por vieja. Y digo ‘vieja’ porque lo que cambió es la sociedad, entonces, la Constitución se debe adecuar a una realidad totalmente diferente. Nuestra Constitución es del año 62 y la humanidad ha cambiado desde entonces”, opinó.
Peor momento
- “El levantamiento policial; el atentado a mi casa. Eso condicionó mi vida y libertad personal y lo lamenté tremendamente”.
Satisfacción
- “Muchas. Cada centro de salud, cada escuela, los acueductos. En definitiva, el contacto con la gente, las asambleas ciudadanas, poder escucharnos...”.
Principal legado
- “La calidad educativa. Diez puntos por arriba de la media nacional, habiendo crecido en la matrícula con escuelas en doble jornada”.
“Miguel (Lifschitz) tendrá que hacer una experiencia inicial, aclimatarse y adaptarse a la estructura de lo que significa el Estado. A veces uno tiene una mirada desde afuera y cuando llega se encuentra con otra cosa”.
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