Lorena Serrano tiene 36 años, es rosarina, sufrió horas de tortura y sobrevivió a golpes y fracturas. Amenazada por los hijos de su agresor, reclama una custodia y un botón de pánico.
Postrada. Serrano fue quemada, rapada, golpeada y hasta recibió un disparo en cada rodilla. (Silvina Salinas / La Capital)
Lorena Serrano tiene 36 años, es rosarina y sobrevivió a golpes y fracturas. Denunció a su pareja. Se sintió "desprotegida, porque él no respetaba las restricciones". Regresó. La volvió a golpear y el 19 de noviembre la torturó durante horas.
Alberto Marconi, de 56 años, la ató, amordazó, rapó, quemó con una plancha, ahogó y le pegó un tiro en cada rodilla. Después se acostó a su lado y se suicidó. A 48 horas de haber regresado a su casa tras estar internada, fue amenazada por los hijos de Marconi y se sigue sintiendo "tan desprotegida como antes". Aún no recibió asistencia psicológica, pide un botón antipánico y una custodia para ella y sus seis hijos.
"Mi vida era totalmente distinta", dice Lorena. Había tenido dos matrimonios y cuatro hijos, y trabajaba en un local de electrodomésticos, justo frente al taller mecánico del hombre de 56 años que la torturó y la mandó al hospital.
"Empezamos una relación, a los tres meses nos fuimos a vivir juntos y a los 15 días me quiso ahorcar, pero yo no entendía porque era la primera vez que me pasaba", relata. A la hora de explicar por qué soportó los golpes, dice: "El me mostró otro mundo, económicamente estaba bien. Me ayudaba, me mudé acá y me amuebló la casa, pero siempre fue un violento y así pasaron ocho años".
Denuncia
El 23 de diciembre de 2012, cuando ya había tenido mellizos con Marconi, Lorena lo denunció por primera vez. La había golpeado a ella, a una de sus hijas y la había dejando durmiendo afuera.
"Esa vez me rompió el tabique, me fui al baño y ahí me siguió y no dejó de pegarme. Lo denuncié, lo sacó la policía, pero sólo lo citó una vez la psicóloga y le hicieron exclusión del hogar que no respetaba", recuerda. Hubo más y estuvieron separados un año.
Asegura que él la hizo sentir "inservible". Inició un microemprendimiento. Vendió tortas, empanadas y alfajores. Pero no alcanzaba. Hubo una reconciliación y hace cuatro meses un golpe que le provocó serias lesiones en la cabeza. Esa había sido la última vez.
Tortura
"Esta noche de acá vos no salís más", le dijo Marconi ese miércoles 25 de noviembre en la pieza de la planta alta del taller. Habían ido al Casino y él le pidió estar a solas. La torturó entre las dos de la mañana y las cinco.
"Primero me golpeó diez minutos y me ató. Me metía los dedos en la boca, me ahogaba y me tiraba agua. Me desató, me sentó en una silla frente a un espejo y me rapó la cabeza mientras se burlaba. Agarró una bolsa, metió los trapos con sangre, mis dientes y el pelo, me volvió a tirar a la cama y calentó la plancha. Pensé que no lo iba a soportar. Me quemó la pierna, le tiré la plancha y volvió a golpearme. Yo no podía hablar, no podía más", cuenta acostada en un sillón del que no se podrá mover en los próximos meses porque tiene las piernas inmovilizadas.
Antes de suicidarse, Marconi le pegó un tiro en cada rodilla. "Ya no sentía dolor. El se acostó arriba mío, empezó a hablar solo, a decir que yo no tenía que morir porque tenía que criarle los hijos y que lo perdonara. Sentí el peso del cuerpo en el brazo y la sangre caliente", termina de relatar Lorena, que apenas llegó arrastrándose a una ventana para pedir ayuda. "Fue una tortura y encima se mató al lado mío, eso no me lo voy a olvidar nunca", insiste.
Amenazas
A una semana de haber sido torturada y a 48 horas de haber salido del Heca, Lorena sigue sintiéndose desamparada. "El se murió, pero yo sigo estando igual de desprotegida que antes", afirma, ya que desde entonces sufre las amenazas de los hijos del hombre de otro matrimonio.
"Dicen que como su padre murió como un perro, van a matarme uno de los chicos", cuenta aterrada. Su hija mayor pidió una custodia y un botón de pánico, pero no tuvieron respuesta. "Estoy sola con mis seis hijos y mi nieta, y tengo miedo", insiste.
De la asistencia psicológica, en el Heca le entregaron un turno en un centro de salud cercano. "Pero estoy postrada, no puedo trasladarme", dice en el sillón del que no puede moverse.
El abogado exigió la preservación del lugar
“Hay responsabilidades del Estado que tiene las denuncias de Lorena desde 2012, y en ese sentido vamos a actuar”, señaló el abogado de la mujer, Marcos Cella, que además exigió a la Justicia “la preservación del lugar de los hechos”.
Uno de los puntos en los que hizo hincapié el letrado, es que el taller mecánico, propiedad de Alberto Marconi, donde Lorena fue torturada y él se suicidó, “no fue preservado y allegados del agresor lo vaciaron, cuando son bienes del acervo hereditario de Lorena y de los hijos que tuvo con él”.
Sin embargo, el primer paso será presentar hoy una denuncia por robo y amenazas, y exigir la entrega de un botón de pánico y la presencia de una custodia para ella y sus hijos. “Le dicen que como el padre murió, también va a morir uno de sus hijos”, detalló Cella y remarcó la situación de “extrema vulnerabilidad” de toda la familia.
El abogado insistió en “la responsabilidad que tiene el Estado, que se llena la boca hablando de la violencia de género”, y recordó que la primera denuncia de Lorena fue hecha en 2012. “El Estado no intervino, no tuvo un rol activo, él se sintió con la impunidad suficiente para hacer lo que hizo; e incluso ahora aún no le han brindado asistencia”, concluyó.
Eugenia Langone / La Capital
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