Educación en contextos de encierro. Son alumnos de los centros de alfabetización de adultos que funcionan en la cárcel ubicada a 14 kilómetros de Rosario. También funcionan talleres de música.
La Capital |
“Salir a la escuela es algo bueno porque aprendo muchas cocas Yo salgo a la escuela porque me gusta y porque quiero aprender a escribir bien. Y para que el día que tenga un hijo yo pueda ayudarlo y enseñarle que sea un buen estudiante”, compartió Fernando, alumno de uno de los centros de alfabetización de adultos que funciona en la Unidad Penitenciaria N 11 de Piñero. Su reflexión pegada en un afiche estaba junto a muchas otras que abogaban por el mismo deseo. Una muestra de talleres realizada en este penal resaltó el valor y necesidades de la educación en contextos de encierro.
A los costados de un gran patio techado se acomodaron prolijamente las producciones de los internos y que responden al trabajo en la escuela y en los diferentes talleres de música y arte que se ofrecen en este penal. También los logros de sostener una escuela para que los internos terminen la educación básica. En este caso se trata del Núcleo 1038, como se llaman en este caso a las escuelas, que comprende los Centros de Alfabetización y Educación Básica de Adolescentes y Adultos (Caebas) 147, 315, 318 y 325.
Javier Berduga es el director a cargo de la escuela de Piñero. “El mayor objetivo es mostrar lo que se hace al interior y exterior de la Unidad Penitenciaria, lo que se aprende en las aulas”, dijo para quienes participan de la fiesta y muestra, entre ellos autoridades del Ministerio de Educación provincial. También recordó que “hay una condición de subjetividad diferente” en quienes aprenden y enseñan en esa realidad, de alguna manera para hacer valer que desde el Estado se atienda a lo propio de una educación en contextos de encierro, tal como marca la ley de educación nacional.
El director rescató además lo valioso de contar con espacios para apropiarse de la cultura, en tanto patrimonio de todos, dirigiendo la mirada a los trabajos de sus alumnos y a los talleristas.
Agradecidos. José Luis es el abanderado de la escuela que los prepara para terminar la educación básica. Está emocionado de llevar la bandera de la patria, pero más de la oportunidad que le ofrecen sus maestros y maestras de aprender. Lo mismo le pasa a Nicolás, otro de los alumnos, que no se cansa de agradecer: “Estoy muy agradecido con los maestros, se tomaron mucho tiempo para enseñarme. Agradecido por el esfuerzo y voluntad, de animarnos”.
De cerca los mira una de las docentes, Verónica Torres. “Son mis alumnos, como en cualquier caso no hay diferencia cuando se enseña”, sostiene la educadora como principio esencial de su oficio. Asegura que su preocupación “es que aprovechen el tiempo que les ofrece la escuela, la oportunidad que representa”. Para eso, su estrategia de trabajo cotidiana está en pensar clases que atiendan a la modalidad a la que asisten, “que respeten sus intereses que no son los mismos que en cualquier otra escuela”.
Los talleres representan otra salida para los internos; y desde el teatro, las artesanías hasta la música se mencionan en estas opciones. Sergio y Raúl son músicos, forman un grupo y siguen aprendiendo con el maestro del taller Atilio Basaldella. Los dos rescatan esas posibilidad de crecer en lo que abrazaron con pasión: cantar y tocar un instrumento. “Los docentes son una barbaridad, una bendición” opinan. El profesor Atilio Basaldella explica que tienen un repertorio armado con estos músicos ya formados, y que desde el taller ofrecen conocimientos a los que recién se inician en este arte.
La Unidad Penitenciaria N 11 está en el ingreso a Piñero, en la intersección de las rutas provinciales Nº 12 y 14. A pesar de que fue habilitada en 2006, el estado en que se mantiene es deplorable. El abandono y suciedad se constata desde el mismo ingreso, hasta el camino central que une los distintos pabellones (con basura que chorrea de los cestos ubicados a los costados) y se extiende tristemente por el interior del edificio. En medio de esa realidad, la escuela y los talleres intentan hacer la diferencia, invitando a crecer a los internos a través del arte, los libros y de la mano de comprometidos maestros y maestras.
Javier Berduga es el director a cargo de la escuela de Piñero. “El mayor objetivo es mostrar lo que se hace al interior y exterior de la Unidad Penitenciaria, lo que se aprende en las aulas”, dijo para quienes participan de la fiesta y muestra, entre ellos autoridades del Ministerio de Educación provincial. También recordó que “hay una condición de subjetividad diferente” en quienes aprenden y enseñan en esa realidad, de alguna manera para hacer valer que desde el Estado se atienda a lo propio de una educación en contextos de encierro, tal como marca la ley de educación nacional.
El director rescató además lo valioso de contar con espacios para apropiarse de la cultura, en tanto patrimonio de todos, dirigiendo la mirada a los trabajos de sus alumnos y a los talleristas.
Agradecidos. José Luis es el abanderado de la escuela que los prepara para terminar la educación básica. Está emocionado de llevar la bandera de la patria, pero más de la oportunidad que le ofrecen sus maestros y maestras de aprender. Lo mismo le pasa a Nicolás, otro de los alumnos, que no se cansa de agradecer: “Estoy muy agradecido con los maestros, se tomaron mucho tiempo para enseñarme. Agradecido por el esfuerzo y voluntad, de animarnos”.
De cerca los mira una de las docentes, Verónica Torres. “Son mis alumnos, como en cualquier caso no hay diferencia cuando se enseña”, sostiene la educadora como principio esencial de su oficio. Asegura que su preocupación “es que aprovechen el tiempo que les ofrece la escuela, la oportunidad que representa”. Para eso, su estrategia de trabajo cotidiana está en pensar clases que atiendan a la modalidad a la que asisten, “que respeten sus intereses que no son los mismos que en cualquier otra escuela”.
Los talleres representan otra salida para los internos; y desde el teatro, las artesanías hasta la música se mencionan en estas opciones. Sergio y Raúl son músicos, forman un grupo y siguen aprendiendo con el maestro del taller Atilio Basaldella. Los dos rescatan esas posibilidad de crecer en lo que abrazaron con pasión: cantar y tocar un instrumento. “Los docentes son una barbaridad, una bendición” opinan. El profesor Atilio Basaldella explica que tienen un repertorio armado con estos músicos ya formados, y que desde el taller ofrecen conocimientos a los que recién se inician en este arte.
La Unidad Penitenciaria N 11 está en el ingreso a Piñero, en la intersección de las rutas provinciales Nº 12 y 14. A pesar de que fue habilitada en 2006, el estado en que se mantiene es deplorable. El abandono y suciedad se constata desde el mismo ingreso, hasta el camino central que une los distintos pabellones (con basura que chorrea de los cestos ubicados a los costados) y se extiende tristemente por el interior del edificio. En medio de esa realidad, la escuela y los talleres intentan hacer la diferencia, invitando a crecer a los internos a través del arte, los libros y de la mano de comprometidos maestros y maestras.
“Dibujé mi nombre y mi vida se llenó de alegría”
“Yo me sentía mal porque no sabía leer ni escribir y eso me ponía mal. Porque yo, cuando era chico, nunca tuve una enseñanza. En vez de aprender a estudiar aprendí a estar en la calle y nunca pude aprender, pero ahora que puedo voy a terminar” (Jonathan); “Soy una persona que le encontró sentido a la vida y perdió el miedo a aprender. Antes no le daba importancia no quería aprender ni dejarme ayudar cuando yo lo necesitaba, pero no me daba cuenta. Ahora doy gracias a dios porque me dejo ayudar y aprendo” (Antonio); “Soy una persona que le encontró sentido a la vida y perdió el miedo a aprender. Dibujé mi nombre, leí un cuento, gracias a eso mi vida se llenó de alegría y la vergüenza se perdió” (Jorge), dicen otros testimonios.
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