"El kirchnerismo tiene un 24 por ciento de los votos, y si va a una segunda vuelta, pierde contra cualquiera", sostuvo el consultor político Jorge Giacobbe.
El consultor político Jorge Giacobbe sostiene que Daniel Scioli finalmente desistirá en seguir adelante con su candidatura presidencial. Argumenta que si se presenta como postulante kirchnerista va a una derrota segura y que ya es demasiado tarde para buscar despegarse del oficialismo porque ya hay otros dos dirigentes, como Sergio Massa y Mauricio Macri, que ocupan el espacio opositor (él lo llama “laguna”) en el que potencialmente podría abrevar el gobernador de Buenos Aires. “Me da la sensación de que Scioli va a pedir una embajada antes que ir a una elección”, acotó el politólogo.
Giacobbe ratifica los números de una encuesta reciente hecha por su empresa (Giacobbe & Asociados) en la que da vencedor a Macri en todos los escenarios, ya sea en la elección general como en un eventual ballottage. El respingo en la valoración social del líder del PRO va en detrimento de Sergio Massa. Según el analista, el jefe del Frente Renovador no pudo mantenerse en la cresta de la ola cuando venció al kirchnerismo en la estratégica provincia de Buenos Aires en los comicios legislativos de octubre de 2013. “La espuma de Massa comenzó a bajar y empezó a subir la de Macri”, graficó Giacobbe en una entrevista con La Capital.
—En un estudio que publicó hace unos días, lo da a Macri subiendo en imagen y ganando las elecciones. ¿Se mantiene ese escenario?
—Nosotros estamos viendo que hay un escenario, respecto de tres meses atrás, que es en alguna medida estático y en otro cambiante. Hay en el electorado lagunas, y esas lagunas no cambian de tamaño pero sí se modifican las discusiones internas. Cada laguna es un tipo de elector diferente.
—¿Cómo se reparten esas lagunas?
—Hay un 10 por ciento de una laguna que es la que representa el Frente Amplio Unen (FAU), que es un tipo de electorado que quiere buscar una opción más ética, más honesta, pero que de ninguna manera quiere discutir poder. Es el argentino que dice “yo con este quilombo no tengo nada que ver porque voté a (Hermes) Binner”. Es el que se pone en un tercer lugar, que no es ni kirchnerista ni opositor. Después hay una laguna del 24 por ciento del kirchnerismo. Este segmento quiere votar al kirchnerismo y quiere que gane, y va a ir a votarlo en cualquier condición y con cualquier candidato. Es decir, va a ir con Scioli, con (Florencio) Randazzo, con un potus o con lo que sea. Ahora, si se enfrentan en una interna, Scioli está doblando en votos a Randazzo. Lo que hay que pensar es si este 24 por ciento alcanza para estar en segunda vuelta. De todas formas, si el kirchnerismo va al ballottage, pierde contra cualquiera. Después hay un pequeño charquito del 4 por ciento del PO de (Jorge) Altamira y luego viene una gran laguna de entre un 55 o 60 por ciento de gente que quiere ganarle al kirchnerismo y que está pensando con qué herramienta lo va a hacer. Hace tres meses esas miradas estaban puesta sobre Massa y hoy se dirigen a Macri.
—¿Por qué ha variado esa preferencia?
—Hay cosas que tienen que ver con los candidatos y otras con el electorado. Me parece que la espuma que Massa juntó en las elección pasada, donde se posicionó como la herramienta que la gente usó desde la provincia de Buenos Aires para frenar al kirchnerismo, empezó a bajar. En todo proceso electoral, un candidato tiene un caudal de votos fijos, que vendría a ser la cerveza, y después hay una efervescencia de gente que en ese momento lo elige para esa tarea, que vendría a ser la espuma. Lo que tiene que tratar un candidato es que la espuma llegue a su punto cúlmine en el momento de los comicios. Massa la tuvo en la elección pasada. Ese espacio vacío en la laguna que representa ese 55 o 60 por ciento traccionó hacia arriba a Macri.
—¿Qué es lo que hizo Macri para ganarle adeptos a Massa?
—Macri logró romper una idea que lo complicaba mucho en función de la caracterización como candidato, que es la idea de que no podía dominar el poder, que era un tipo blando y que esto sólo lo puede dominar un peronista. Macri pudo dar gestos para revertir esa idea. Después está el tema de la gestión, pero eso es para los dos, porque tanto Macri como Massa están tratando de conquistar al electorado en función de lo que gestionan. Esto no venía sucediendo culturalmente en la política argentina, donde era todo chamuyo y promesas.
—¿Es un electorado menos ideologizado?
—En nuestra encuesta, en la pregunta relacionada con la ideología, el peronismo obtiene 13 puntos, el radicalismo 4, el kirchnerismo 6, el massismo 2 y el macrismo 1,4 por ciento. La gran masa de gente es apolítica o independiente, con lo cual nos está diciendo que no pertenecen las viejas estructuras políticas y culturales que formatearon el voto hasta ahora. Esa gran mayoría, esa laguna de casi 60 por ciento, es como un tipo en el supermercado que mira la góndola y va probando las marcas, pero sabe cuál no va a llevar: la del kirchnerismo.
—¿Adhiere a la teoría de que el kirchnerismo preferiría que gane Macri?
—El kirchnerismo tiene un plan sistemático de polarización con Macri y está funcionando. Lo han elegido como rival porque el kirchnerismo va hacia la elección del 2015 preparando una campaña que tiene que ver con derechas e izquierdas, y para eso le resulta más funcional Macri que Massa. Ellos van a plantear que los sacó del gobierno una derecha recalcitrante, socios de los buitres y de las corporaciones.
—Si gana Macri, Cristina puede aspirar a liderar la oposición desde el peronismo, pero si triunfa Massa ese poder se le podría diluir. ¿Ese es el riesgo que ve la presidenta?
—Tenemos constancia de que en la Argentina lo que se va no vuelve. La fantasía que el kirchnerismo pueda volver es una locura. El menemismo le dejó puesta la bomba a (Fernando) De la Rúa pensando en que iba a volver, y no pudo.
—Pero Menem ganó la elección del 2003.
—Pero después perdía en la segunda vuelta. Perdía con (Néstor) Kirchner, con (Ricardo) López Murphy y hasta con mi abuela. A (Eduardo) Duhalde le pasó lo mismo. Trajo a un ignoto gobernador del sur con la intención de dominarlo, y así le fue con Kirchner. El que se sienta sobre la chequera construye poder. El eje de análisis peronismo-radicalismo, derecha-izquierda, a la luz de cuales son las pertenencias de la opinión pública hoy, es tecnología vieja.
—¿Cómo analiza la campaña de Scioli?
—Scioli está muy deteriorado porque no termina de sacarse la camiseta del kirchnerismo. Creo, además, que Scioli no va a ir a la elección. No veo que quiera ponerle la cara a un escenario de final de un ciclo que lo denostó todo el tiempo. No hay ninguna chance de que Scioli, con el kirchnerismo, pueda ganar.
—¿Y si va por fuera del kirchnerismo?
—El kirchnerismo va a mantener sus 24 puntos y Scioli tiene que salir a pescar a la laguna de ese 55 o 60 por ciento, donde ya hay dos pescadores desde mucho antes. Es tarde para salir. Me da la sensación que él va a pedir una embajada antes que ir a una elección.
—¿Cómo interpreta la irrupción de Máximo Kirchner en la tribuna política?
—Realizó un mensaje con la intención de ordenar la interna propia, pero eso es humo. El kirchnerismo tiene un plan comunicacional donde cada semana tira al aire una cañita voladora, nos da una pastilla de efecto placebo para discutir algún tema que después no va a ser. Un edificio que no va a ser, una candidatura que no va a ser, una reforma que no va a ser, de manera tal de tener entretenida la agenda, porque el kirchnerismo tiene que ganar tiempo. Máximo no tiene ninguna virtud para ser candidato. Como producto electoral no es nada, no tiene votos, está cuarto en Río Gallegos. Es otro efecto placebo.
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