La panadería Santa Catalina, de Saavedra y Monseñor Zazpe, “bajó las persianas” por los reiterados hechos delictivos de los que fue blanco. Desde el Centro de Industriales Panaderos advirtieron que la situación del rubro es alarmante
Tras ser blanco de sucesivos robos que desencadenaron una apremiante situación económica, la sucursal de la panadería Santa Catalina de calle Saavedra y Monseñor Zazpe cerró sus puertas. Y si bien no es el primer caso en Santa Fe, en el historial de dicho comercio figura el desagradable episodio que ocurrió durante la siesta del sábado 13 julio del año pasado, que marcó el inicio del fin de la actividad comercial en el local.
En la oportunidad, la empleada que estaba sola y a cargo en ese momento de la atención, fue asaltada y brutalmente golpeada por un hombre dentro de la panadería. El sujeto también intentó abusar sexualmente de la joven mujer. “Creo que un segundo más y me termina de matar...”, fue el título de la nota que El Litoral le hizo, horas después del hecho a María Esther Paolín, la empleada víctima del asalto.
“Desde ese momento, empezaron una serie de problemas económicos porque tuvieron que sostener la estructura, contratar otro empleado cuando ya había una y afrontar costos que superaban el movimiento de un comercio chico”, explicó Hernán Grimaldi, propietario de la cadena Santa Catalina. El comercio de Saavedra y M. Zazpe era una franquicia de la firma.
Como una medida preventiva, comenzó a atender a puertas cerradas. “En un rubro como el nuestro eso es muy perjudicial porque la gente no compra lo mismo, las ventas bajas y los costos aumentan. Una situación que es insostenible”, remarcó Grimaldi.
Respecto de la situación que atraviesan el resto de las sucursales de la firma, dijo que es igual “para el comercio en general”. Y enumeró los hechos que le tocó atravesar estas últimas semanas: “En un mes y medio tuvimos seis o siete asaltos en toda la cadena. La semana pasada robaron en la de San Jerónimo y Corrientes, se llevaron la caja con la plata. Hace 15 días rompieron el blindex de la sucursal de San Jerónimo y bulevar, se llevaron una balanza y un equipo de música. Y el feriado del miércoles —hace 48 horas— entraron de nuevo a las 5.35, volvieron a romper el blindex y robaron un televisor”.
Grimaldi trabaja en asesoría en seguridad desde hace 15 años, y sabe que todas aquellas medidas que lo protegerían del delito son muy costosas. “Sé perfectamente lo que tengo que hacer para estar más seguro, pero no lo puedo pagar. Es muy caro, no puedo pagar una vigilancia las 24 horas”, indicó.
Todos en la misma
El titular del Centro de Industriales Panaderos de la ciudad, Luis Piccinino, aseguró que lo que pasó con Santa Catalina es un caso extremo, pero la situación del rubro es de todas maneras alarmante. “Yo siempre digo que hoy en día, el que necesita 100 pesos, pasa por una panadería y se los lleva”, graficó.
Actualmente, el centro nuclea a unas 60 firmas de panaderías de la ciudad, pero alcanza una jurisdicción que se extiende desde Coronda hasta Tostado. “Todos estamos en alerta permanentemente. Hemos tenido reuniones con funcionarios de Seguridad de la provincia pero no nos dan soluciones”, indicó con preocupación. Incluso explicó que si bien hay hechos graves que se denuncian —como el que pasó en Santa Catalina— hay muchos otros que no, “porque son menores y es más la molestia que se genera al tener que ir a la comisaría, para que después todo quede en la nada”.
Respecto de las medidas de seguridad que toman los empresarios para prevenir los hechos delictivos Piccinino coincidió con Grimaldi. “Lo que hay que saber es que no todo el mundo puede pagar esos servicios. La policía adicional o un servicio de seguridad privada es costosísimo”, remarcó. A su vez, dijo con malestar que no hay control policial en la calle. “Por eso, el que le robó a una mujer la cartera en la calle, después entra a una panadería y se llevan lo que hay en la caja”. En ese sentido aclaró que las empleadas de la cadena de su propiedad tienen orden de entregar lo que tengan a los delincuentes, sin oponer resistencia.
“Creo que como las cifras de lo que se llevan de los comercios no son grandes, el estado de alarma no llega a las autoridades. Hasta que no ocurra otro hecho grave como en Santa Catalina, no va a haber medidas nuevas”, concluyó Piccinino.
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Antecedente
El sábado 13 de julio, un hombre ingresó a la panadería Santa Catalina ubicada en Monseñor Zazpe y Saavedra. Abordó a la empleada, la joven María Esther Paolín, a quien golpeó salvajemente e intentó someter sexualmente. Gracias a la repentina aparición de un cliente el caso no terminó de la peor manera. El delincuente se dio a la fuga pero fue atrapado al poco tiempo. Ahora, los dueños del comercio decidieron cerrarlo.
En la oportunidad, la empleada que estaba sola y a cargo en ese momento de la atención, fue asaltada y brutalmente golpeada por un hombre dentro de la panadería. El sujeto también intentó abusar sexualmente de la joven mujer. “Creo que un segundo más y me termina de matar...”, fue el título de la nota que El Litoral le hizo, horas después del hecho a María Esther Paolín, la empleada víctima del asalto.
“Desde ese momento, empezaron una serie de problemas económicos porque tuvieron que sostener la estructura, contratar otro empleado cuando ya había una y afrontar costos que superaban el movimiento de un comercio chico”, explicó Hernán Grimaldi, propietario de la cadena Santa Catalina. El comercio de Saavedra y M. Zazpe era una franquicia de la firma.
Como una medida preventiva, comenzó a atender a puertas cerradas. “En un rubro como el nuestro eso es muy perjudicial porque la gente no compra lo mismo, las ventas bajas y los costos aumentan. Una situación que es insostenible”, remarcó Grimaldi.
Respecto de la situación que atraviesan el resto de las sucursales de la firma, dijo que es igual “para el comercio en general”. Y enumeró los hechos que le tocó atravesar estas últimas semanas: “En un mes y medio tuvimos seis o siete asaltos en toda la cadena. La semana pasada robaron en la de San Jerónimo y Corrientes, se llevaron la caja con la plata. Hace 15 días rompieron el blindex de la sucursal de San Jerónimo y bulevar, se llevaron una balanza y un equipo de música. Y el feriado del miércoles —hace 48 horas— entraron de nuevo a las 5.35, volvieron a romper el blindex y robaron un televisor”.
Grimaldi trabaja en asesoría en seguridad desde hace 15 años, y sabe que todas aquellas medidas que lo protegerían del delito son muy costosas. “Sé perfectamente lo que tengo que hacer para estar más seguro, pero no lo puedo pagar. Es muy caro, no puedo pagar una vigilancia las 24 horas”, indicó.
Todos en la misma
El titular del Centro de Industriales Panaderos de la ciudad, Luis Piccinino, aseguró que lo que pasó con Santa Catalina es un caso extremo, pero la situación del rubro es de todas maneras alarmante. “Yo siempre digo que hoy en día, el que necesita 100 pesos, pasa por una panadería y se los lleva”, graficó.
Actualmente, el centro nuclea a unas 60 firmas de panaderías de la ciudad, pero alcanza una jurisdicción que se extiende desde Coronda hasta Tostado. “Todos estamos en alerta permanentemente. Hemos tenido reuniones con funcionarios de Seguridad de la provincia pero no nos dan soluciones”, indicó con preocupación. Incluso explicó que si bien hay hechos graves que se denuncian —como el que pasó en Santa Catalina— hay muchos otros que no, “porque son menores y es más la molestia que se genera al tener que ir a la comisaría, para que después todo quede en la nada”.
Respecto de las medidas de seguridad que toman los empresarios para prevenir los hechos delictivos Piccinino coincidió con Grimaldi. “Lo que hay que saber es que no todo el mundo puede pagar esos servicios. La policía adicional o un servicio de seguridad privada es costosísimo”, remarcó. A su vez, dijo con malestar que no hay control policial en la calle. “Por eso, el que le robó a una mujer la cartera en la calle, después entra a una panadería y se llevan lo que hay en la caja”. En ese sentido aclaró que las empleadas de la cadena de su propiedad tienen orden de entregar lo que tengan a los delincuentes, sin oponer resistencia.
“Creo que como las cifras de lo que se llevan de los comercios no son grandes, el estado de alarma no llega a las autoridades. Hasta que no ocurra otro hecho grave como en Santa Catalina, no va a haber medidas nuevas”, concluyó Piccinino.
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Antecedente
El sábado 13 de julio, un hombre ingresó a la panadería Santa Catalina ubicada en Monseñor Zazpe y Saavedra. Abordó a la empleada, la joven María Esther Paolín, a quien golpeó salvajemente e intentó someter sexualmente. Gracias a la repentina aparición de un cliente el caso no terminó de la peor manera. El delincuente se dio a la fuga pero fue atrapado al poco tiempo. Ahora, los dueños del comercio decidieron cerrarlo.
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