Hubo tiros, corridas y una gran cuota de fortuna, que evitó una tragedia segura. Un chico de 10 años y su padre, policía federal, fueron heridos de bala cuando el oficial quiso evitar que le robaran la moto a un vecino. El ladrón, que también resultó herido, fue perseguido por una turba de gente y se salvó de terminar molido a golpes porque el mismo agente y otro vecino, que también resultó ser policía de la Federal, lo alcanzaron, lo detuvieron y lo protegieron de una paliza aún peor.
El hecho ocurrió en la mañana de ayer en Ascasubi al 5000, en un barrio modesto de la localidad de Gregorio de Laferrere ubicado al costado de un aeródromo, en el partido de La Matanza. Todo había comenzado con tres asaltantes intentando robar una camioneta y con un numeroso grupo de vecinos corriéndolos, cargados de piedras y palos. Dos de los ladrones huyeron en una moto, pero el tercero se quedó a mitad de camino y de a pie.
Fue entonces que quiso robarle la moto a otro joven al que se cruzó en una esquina, justo donde está la casa a la que estaba llegando el policía Eduardo Benítez junto a su hijo, para un asado en lo de su madre.
El ladrón buscaba escapar con desesperación de la gente que lo corría. “Yo venía de hacer compras, vi que estaban afanándole a mi vecino y entonces empiezo a chamuyarlo al ladrón para que se quede quieto. Amagaba con que tenía un arma, pero yo no la veía. Hasta que sacó un revólver, el vecino se tiró de la moto y el asaltante me gatilló dos veces ”, le contó ayer Juan a Clarín, aún asustado por lo que tuvo que vivir.
Fue entonces que Benítez, al escuchar gritos en la puerta de la casa de su madre, salió empuñando el arma reglamentaria. “ ¡Alto, policía, largá eso!”, le gritó al asaltante, que lejos de entregarse, selló el comienzo de un tiroteo que sacudió al barrio.
Fueron varios disparos, de un lado y del otro. El policía recibió un tiro en un pie y el asaltante, el roce de una bala en su cabeza. Sangrando, intentó seguir huyendo a la carrera pero se desplomó a mitad de cuadra. Aún estando herido, el policía lo alcanzó y a la persecución ya se había sumado otro vecino, también policía, que había salido por el griterío.
“Y fueron ellos dos los que evitaron que al pibe le peguen de más. A los dos minutos llegaron patrullas porque se ve que habían llamado al 911, por lo del robo de la camioneta”, contó Carlos, otro de los testigos.
Mientras los dos policías tenían al joven controlado en el piso y estaban a punto de esposarlo, Benítez se enteró que su hijo también estaba herido. “ El chiquito estaba adentro de la casa, nunca salió. Pero la bala rebotó en la pared y lo rozó por arriba de la cintura. Tres centímetros más y le daba en la columna ”, agregaron.
Fue una “desgracia con suerte”, dijo la madre de Benítez a TN. En medio del tiroteo, llegó a pensar que su hijo había caído muerto mientras ella se desesperaba por proteger a su nieto: “Lo tiré al piso porque veía las balas, pero quería cubrir al padre”.
Tanto Benítez como el nene fueron atendidos en una sala local y luego los llevaron al Hospital Churruca, ambos fuera de peligro. Y según fuentes del caso, al asaltante se le secuestró un revólver calibre 32 largo, con un casquillo trabado en el tambor que no llegó a dispararse y levantaron cuatro vainas servidas.
El segundo policía que protagonizó la secuencia –dueño de un quiosco– estaba en su casa jugando junto a su hijo y salió descalzo al escuchar gritos. Vio al grupo de gente enfurecida en una esquina y en la otra, al asaltante apuntándole a su vecino. Fue entonces que entró por el arma y volvió a salir la calle.
“El chorro tenía la cabeza con sangre. La gente quería matarlo y no lo lastimaron más porque tanto el policía herido como el otro, que vive a la vuelta, contuvieron a la gente y no permitieron que siguieran pegándole. Deben haberse juntado 100 personas, porque ya venían corriéndolo”, contó Juan. “Lo pateaban por la indignación que tenían”, concluyó la madre del policía baleado, todavía asustada por la secuencia.
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