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domingo, 13 de abril de 2014

STA FE: Fantasmas y hechos “extraños”: testimonios y opiniones diversas

“Alguien” que toca timbre en colectivos a la altura de los cementerios, apariciones aterradoras, casas “embrujadas” y otras historias, según los que las vivieron. La opinión de la Fe y de la Ciencia.

Mariano Ruiz Clausen / Diario UNO Santa Fe








La repercusión del resonante y perturbador caso del colectivo de la Línea 20 de Paraná, cuando el chofer y otro pasajero habrían vivido un momento aterrador al pasar por el cementerio de San Benito, se inscribe en una serie de muchos relatos de colectivos y aparecidos -algunos más verosímiles que otros- que, nuevamente, se ponen en agenda por un hecho similar: en Rosario, otro colectivero habría grabado el momento en el que el timbre de descenso “se toca solo” al pasar, también, por un cementerio.
Con independencia de ello, y en lo sustancial, cientos de historias “paranormales” como estas propician debates y son oportunas para presentar testimonios de casos “inexplicables”.
A continuación, se exponen algunos. El primero fue escrito en primera persona, por quien lo habría vivido.


"La Sombra Negra"
Eran cerca de las 20.30. Yo estaba haciendo gimnasia en el garage de mi casa. O. CH., con quien yo vivía entonces, miraba televisión en el living -comedor, sentado cómodamente en un sillón. De repente, siento su voz vacilante, temerosa, casi agónica, que apenas pudo pronunciar mi nombre. En ese mismo momento, el perro comenzó a ladrar desesperadamente, como atacando a alguien o defendiéndose de alguien. Instantáneamente, recordé que la puerta que da al patio estaba abierta, y pensé resignado y preparado: «se metió un tipo a robar».
Dejé una mancuerna que tenía en la mano y fui caminando despacio para enfrentarme a lo que hubiese que enfrentarse. El perro seguía ladrando, cada vez más.
Cuando me acerco a la puerta del Living, O. CH. estaba pálido, aterrorizado, en su sillón; y el perro, que ya no ladraba, pegado a sus pies, también muy asustado, como temblando.
Crucé la puerta, el perro se incorporó de golpe y comenzó otra vez a ladrar desesperadamente. Como recobrando el coraje, caminaba y enfrentaba a «algo» que estaba o se desplazaba cerca del techo, porque miraba y ladraba para arriba. Algo que yo jamás pude ver.
Y siguió así, persiguiendo a «eso» hasta la escalera de un entrepiso, a la que no se animó a subir -a pesar de que lo hacía con frecuencia-. Ladró como treinta segundos más, y luego volvió al comedor, como si «eso» ya hubiese desaparecido de su vista, o se hubiese ido. El perro fue y se sentó junto a O. CH. y a mí, ya más relajado, aunque buscando protección.
«O., ¡¿qué pasó?!», le pregunté con desesperación y sin entender nada. O., todavía aterrorizado, respondió: «Estaba viendo televisión y de pronto veo una sombra negra, como si fuese un pañuelo negro, que bajaba del techo y venía hacia mí. Yo me quedé quieto y no podía hablar, porque cada vez se acercaba más y más. Creo que el perro estaba cerca, no sé. Y de pronto comenzó a ladrar y a enfrentar a esa sombra, hasta que se asustó y se pegó a mí. De a poco esa cosa fue alejándose, y recién ahí pude llamarte. Cuando vos te acercaste, ya eso había cruzado la puerta y el perro lo siguió».
Yo nunca vi nada. O. CH. es una persona muy racional y no es supersticioso. De todos modos, pensé: «quizás tuvo una alucinación, algo que su propia mente produjo».
Aunque el comportamiento del perro me dio la pauta para saber, con certeza, que ambos -O. y él- habían visto algo, alguna cosa, que los perturbó. Yo fui testigo de que el perro vio y enfrentó algo que lo aterró. Tanto como a O.
No sé si los perros son capaces de alucinar -y menos aún justo en el momento en el que podría haberlo hecho su dueño-. Lo cierto vi cómo el perro se desplazó por la casa persiguiendo a eso que solamente ellos dos pudieron ver y frente a lo cual se sintieron fuertemente amenazados.
Días después, O. CH. consultó a gente vinculada a la Iglesia Católica. Le dijeron que se trató de «algo malo que intentaron hacerle, aunque no lo lograron». La casa se bendijo, rezamos, y nunca más pasó” .

El “pasajero” de Rosario
Otro caso “paranormal” es el que trascendió recientemente. Un video filmado por el chofer de un colectivo tuvo en vilo a los rosarinos.
En la filmación se advertiría algún tipo de presencia que al pasar por el cementerio “toca el timbre para bajar”.
Para retratar la extraña situación el chofer de la línea 142 de esa ciudad grabó al micro completamente vacío. Aseguró que lo hizo “cansado porque cada vez que pasaba por el cementerio el timbre comenzaba a sonar en forma insistente, como si el espíritu de un pasajero invisible se sintiera defraudado porque no parara en el lugar”.
El video y el relato completo puede verse aquí.


Entre Ríos y un chofer en pánico
En mayo de 2010, el colectivero de una línea urbana de colectivos y un pasajero, habrían vivido un hecho estremecedor, en la zona del cementerio de San Benito, Entre Ríos, según dio cuenta Diario Uno de esa provincia.
“Minutos antes de que el reloj marcara las 22, el conductor de la Línea 20 (que transita desde San Agustín a avenida Jorge Newbery) apagó las luces del coche como señal de que había finalizado el recorrido. A lo lejos divisó a un hombre que le hacía señas y que él conocía y le permitió subir aunque el coche ya estaba fuera de servicio”, cuenta este medio.
Y agrega: “De repente, el chofer y el pasajero vieron a una mujer rubia que apareció de la nada, joven, de piel opaca, ojos rojos, cabello desaliñado y muy mal olor, que recorría el pasillo en penumbras, desde el fondo del colectivo”.
“Enseguida -prosigue la crónica de Diario Uno de Entre Ríos- ella se acercó al chofer y, mirándolo fijamente a los ojos, abrió la bolsa que llevaba en sus manos donde había una cabeza humana. La fantasmagórica mujer le habló al conductor y le preguntó en ese instante cuál era el fin del recorrido porque ella debía «cruzarse» a otro colectivo”.
De inmediato, el “espectro” desapareció en el cruce de Avenida Jorge Newbery y la Ruta 12, cercana al acceso al Cementerio de San Benito.
El chofer estuvo durante muchos meses bajo tratamiento psicológico y licencia, según afirmó este medio.

Entre la Cielo y la Tierra
Según la norteamericana Barbara Aufiero, Máster en Psicología y reconocida escritora sobre estas temáticas, “la Iglesia no reconoce la existencia de fantasmas. Esto se debe a que hacerlo sería contrario a sus creencias sobre la vida después de la muerte. De acuerdo con la Institución, el alma deja el cuerpo después de la muerte. El alma es aceptada en el cielo, o es condenada al infierno por toda la eternidad. Sin embargo, los fantasmas se cree que son espíritus que han dejado sus cuerpos luego de la muerte pero que no abandonan la Tierra”, o que estarían en el Purgatorio, puede leerse aquí.
Según la profesional, “de acuerdo con la Biblia, los muertos pueden aparecerse a los vivos, ya que Moisés se le apareció a Jesús y a varios Apóstoles años después de su muerte. Además, como consta en Samuel 1 28:7-19, una imagen parecida a un fantasma de Samuel le habla a Saúl. De modo que, de alguna manera, los muertos pueden hacer conocer su presencia a los demás y comunicar mensajes. Sin embargo, está estrictamente en contra de las enseñanzas de la Iglesia que los vivos intenten contactar a los muertos”.
Y concluye Aufiero: “Los que creen en fantasmas tienden a pensar que los espíritus permanecen en la Tierra luego de la muerte para completar alguna tarea inconclusa. La Iglesia Católica cree en su lugar en la doctrina del Purgatorio. De acuerdo con la Iglesia, es el lugar entre el cielo y el infierno en donde los pecadores y los problemas sin resolver son despojados de su alma para preparar la entrada de ésta al cielo. Sin embargo, la Iglesia no descarta la posibilidad de que Dios permita a las almas del purgatorio contactar a los vivos en forma de fantasmas para resolver temas pendientes”.

“Almas del Purgatorio”
En relación a estos episodios -y particularmente al caso del colectivo de San Benito- un sacerdote exorcista entrerriano -que prefirió mantener en reserva su nombre- reconoció en otros medios que es difícil entender “este tipo de acontecimientos”, aunque aventuró que la aparición “podría ser un alma del Purgatorio”.
Según su concepción, el Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y el lugar donde busca ser purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios y entrar en el Cielo.
“Hay una Iglesia triunfante en el Cielo; los que están luchando y militando sobre la Tierra y en el medio de ambos estados están los que no han concretado bien su misión, no han crecido lo suficiente en la Tierra y por tal motivo, no pueden entrar en el cielo”, dijo el sacerdote.
Y agregó: “Estas almas no han logrado la corona que Dios quería darles y, por ello, deben ir al Purgatorio por un tiempo de purificación, crecimiento o sanación y luego recibir la corona. Algunas de esas almas tienen el privilegio de volver a la Tierra y pedir ayuda. Por eso la Iglesia reza en todas las misas por las almas del Purgatorio. Debemos oficiar misas por esas almas y por el bien de estas personas. Dichos oficios han sido la solución a las apariciones y tras realizar misas o rezos, el fenómeno terminó”.
“Son cosas tan raras y excepcionales -explicó el sacerdote- que es difícil hablar con exactitud de ellas pero sabemos que algunas veces, las almas del Purgatorio, se manifiestan para decir «aquí estamos, ustedes pueden ayudarnos y nosotros no podemos ayudarnos a nosotros mismos, pero podemos ayudarlos a ustedes»”.
Y concluyó en ese medio el religioso: “Estas experiencias son misteriosas y nadie puede interpretarlas exactamente aunque obviamente, las almas del Purgatorio pasan una situación de sufrimiento, pero aún no están condenadas al Infierno que también existe. Por eso debemos cuidar el pasaporte al Cielo, la herencia que Dios nos ha dado y que recibiremos si lo cuidamos”.
El mismo sacerdote, en su homilía de la Misa que celebró el domingo pasado donde Diario UNO de Santa Fe estuvo presente, hizo alusión a la prohibición que regía en el Antiguo Testamento de “comunicarse con los muertos”, cosa que solamente Jesús pudo hacer al estar autorizado en su condición de Hijo de Dios, cuando según las Escrituras resucitó a su amigo Lázaro, que estaba muerto y hacía cuatro días que enterrado en el sepulcro. Eso puede leerse en Juan 11.
Y dijo en la misa el Sacerdote, aprovechando la enseñanza que deja la Muerte de Lázaro: “Es por eso que la Iglesia se opone a toda práctica de espiritismo, parapsicología y esas cosas. Lo que podemos hacer -como hacemos en todas las misas- es rezar por las almas del Purgatorio, para que asciendan al Cielo y conozcan la Gloria de Dios”.



Los límites de la ciencia/Lucas Raspall

Me es difícil hablar u opinar sobre estos temas como psiquiatra como si ese título me alejara de mis creencias, de la religión y del patrimonio cultural. Pero haré un esfuerzo para oficiar, humildemente, como representante de la ciencia.

Si bien a la psiquiatría le cuesta encontrar fundamentos objetivos para sus observaciones, cosa que sí pueden hacer otras especialidades médicas, encontramos muchas veces en el consenso general el límite entre lo normal y lo que no lo es. Se trata así de una suerte de cuestión estadística. Si la enorme mayoría de las personas no viven situaciones como éstas, entonces éstas no son normales (éste es sólo un criterio de normalidad, entre otros).

Si sólo una pequeñísima proporción de los seres humanos se cruzan en algún momento de su vida con algún espectro, alma, fantasma o como se quiera llamarlo, será preciso indagar más hondo en la experiencia particular y en otros datos que serán igualmente importantes. Si esta experiencia no está enmarcada en un cuadro psicopatológico ya diagnosticado o pasible de diagnosticar, sino que se da como una vivencia aislada que no contamina el resto del pensamiento y la sensopercepción, entonces puede ser que se trate de una situación concreta.

Sugestión



Si esta vivencia, en cambio, se encuadra en un momento de la persona de sugestión por pérdidas recientes u otras situaciones traumáticas, si está acompañada de un reciente profundo cambio religioso, de consultas con brujos o cuestiones similares, será preciso investigar más adentro.

El poder de la sugestión, cualquiera sea la fuerza o el motivo que influya, es enorme para influenciar a la mente a ver lo que quiere ver.

Si el criterio de realidad se ve, en cambio, completamente alterado, y se acompaña esta experiencia de otros fenómenos sensoperceptivos anormales, quizás se trate simplemente de un trastorno psicopatológico, cuando no del simple efecto del consumo de alguna sustancia.

En todos los casos, solamente la profunda y abierta evaluación de un profesional idóneo puede aclarar el panorama. Si me corro ahora un poco del rol de psiquiatra, sólo me cabe preguntar: ¿quién puede afirmar que tales espectros o almas no existan?

El hecho que la ciencia no pueda apresarlos para sacarles radiografías o para ponerlos bajo el microscopio, ciertamente, no es una justificación válida.

Tampoco lo es la explicación que pueda dar la religión sólo porque sí, por fe. Personalmente creo que hay muchas cosas que no sabemos explicar, y que quizás nunca lleguemos a comprender, que existen y comparten este tiempo y espacio con nosotros.

DIARIO UNO.

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