Apenas culminó la procesión, tras reprobar los linchamientos, sorprendió con una frase contundente: "Ni cuando me jubile me voy a ir de Rosario". El público estalló.
La Capital |
En un multitudinario Vía Crucis (la policía calculó 250 mil personas), el padre Ignacio Peries pidió anoche que se cuiden más los valores morales y espirituales de la familia y que se eduque a la juventud antes que construir más cárceles por la inseguridad. "No nos matemos unos a otros", sentenció en referencia a los linchamientos. Y al final fue contundente al expresar que no piensa irse de Rosario, ni si quiera cuando se jubile. La gente, que siguió atentamente las oraciones durante cuatro horas, estalló en aplausos.
Este año el sacerdote cumple 35 años en Argentina y en su tradicional camino de la cruz por las calles del barrio Rucci provocó devoción en los fieles. En este marco, habló de temas clave, como la inseguridad. Rezó para que las autoridades se den cuenta de que la solución está en la educación y en volver a los valores tradicionales de la familia. Pidió así un cambio moral al gobierno, a la Iglesia y al pueblo.
Antes de despedirse aseguró que no se va a ir de Rosario, donde se siente querido y cuidado. "Rosario conquistó mi corazón", afirmó ante la enfervorizada multitud.
"El Vía Crucis de cada año tiene su historia, la edición anterior nos quedamos sin espacio", manifestó Ignacio el miércoles en diálogo exclusivo con La Capital.
Tal como prometió el sacerdote, este año se reforzó notablemente la seguridad con la incorporación de Gendarmería y Prefectura. "Esta presencia da mucha tranquilidad, no sólo a ustedes, sino a mí", confió el sacerdote.
Casi 500 agentes de distintas reparticiones participaron del operativo que demandó la ceremonia. También hicieron lo suyo unos 70 colaboradores que él calificó de "incondicionales". Y agregó: "Ellos dan tranquilidad social y yo doy paz espiritual".
Programado para comenzar a las 20.30, la ansiedad de la multitud fue tal que la peregrinación de las cruces arrancó más de media hora antes siguiendo a la primera cruz (fueron tres en total). A esa hora ya era una verdadera marea humana la que se sumó al recorrido histórico. Pese al frío, familias enteras, niños, ancianos y jóvenes, algunos de ellos con la mochila de la Jornada Mundial de la Juventud que presidió el Papa Francisco en Río de Janeiro el año pasado se sumaron a las largas columnas de la procesión.
El fervor se encendió cada vez que una cruz se acercaba y pasaba cerca de la gente. El sacerdote no se olvidó de quienes lo siguieron desde la distancia y habló en varios idiomas, como el inglés y el italiano.
La masividad generó un verdadero festival de puestos de venta ambulante: los rosarios se conseguían a 10 pesos y el banquito de madera para seguir la ceremonia se cotizaba a $70.
Unos minutos antes de comenzar la notable muestra de fe, Ignacio dio un mensaje a toda la sociedad, en momentos de aumento de la violencia y los índices delictivos: "No nos matemos unos a otros", pidió, tras lo que reclamó a los fieles "diálogo y amor".
Y ya sobre el final, en el palco antes de la bendición, agregó: "En lugar de construir más cárceles, hay que hacer más escuelas".
Respecto a los linchamientos y al consumo de estupefacientes, instó a "abandonar la violencia, la droga y la justicia por mano propia. Y señaló: "Cuando no hay seguridad, la gente reacciona ante el miedo, sin pensar".
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