Los gremios encolumnados con Hugo Moyano buscan que la discusión comience lo antes posible. "Unidad en la acción", es la estrategia que aplicarán. Incluso, podrían ponerle fecha a un paro general de no haber acuerdo.
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El horóscopo chino dice que 2014 será, desde fines de enero, el año del caballo de madera; algo así como un caballo de Troya que "en su interior lleva cosas increíbles". Vista la adivinación desde la plataforma sindical, la dirigencia deberá discernir primero si está para jugar el papel de los astutos griegos que sorprendieron con imaginación al adversario en un momento que éste bajó la guardia, o si en realidad se encuentran más cerca de remedar la catástrofe troyana: la de verse perdidos sin remedio en un abrir y cerrar de ojos.
El Gobierno arranca el año con un caballo mejor plantado. Impone condiciones en el control de los millonarios fondos de las obras sociales, establece topes para la negociación colectiva en el sector privado y, por si fuera poco, intriga con un proyecto para reformar la ley que regula la vida interna de los gremios, sin precisar claramente hasta dónde irá. Esa incertidumbre a futuro genera presión sobre las distintas expresiones del sindicalismo.
Los barones del poder gremial buscan curarse en salud. Por eso han comenzado estos días a proliferar las voces llamando a la "unidad en la acción". Pensada para tiempos de atomización, es la vieja fórmula de ir abroquelándose para cotejar estrategias de defensa corporativa, incluida la posibilidad de ponerle fecha a un paro general. En eso están hoy muchos dirigentes, convencidos de que los requerimientos del sindicalismo seguirán cayendo en el saco roto de la administración K.
Algunos verbalizan sus broncas. "Más temprano que tarde vamos a estar en la calle otra vez", avisó el jefe de la CTA versión díscola, Pablo Micheli, al mostrar entera disposición para reeditar su alianza combativa con las fuerzas de Hugo Moyano. En un contacto algo informal con los suyos, el gastronómico Luis Barrionuevo, de la CGT Azul y Blanca, también sugirió que la temporada de verano podría encontrarlo cerca del líder camionero, que a su vez mantiene línea abierta con el constructor Gerardo Martínez y con otros representantes de la CGT oficialista, a los que se les hace cada vez más cuesta arriba el oficio de equilibristas.
"La cuestión de los salarios policiales nos puso frente a un escenario de puja distributiva que reclama coincidencias del campo sindical", reconoció a Infobae el moyanista Juan Carlos Schmid, antes de considerar que las paritarias se presentan como un campo minado porque "el Gobierno no abre el grifo", y porque algunos sectores empresarios, empezando por la Unión Industrial Argentina, "han enloquecido", dijo, al ofrecer incrementos aún menores a los recomendados por el Ejecutivo.
Pero cada cual con su librito: en la CGT del metalúrgico Antonio Caló se afirma que los aumentos dados a los policías no van a condicionar las paritarias 2014. Se basan en un trabajo que indica que, desde enero de 2002, el salario privado creció muy por encima -casi el doble- de los sueldos del sector público. Y refuerzan la idea argumentando que pese a los altos porcentajes dados a la policía recientemente, los salarios de ese sector siguen estando por debajo del salario básico de convenio nacional.
En cualquier caso, entre las organizaciones que caminan con Caló se barajan porcentajes que no bajan del 30 por ciento en la mayoría de los casos. "No nos vengan con techos", fue el mensaje que dejó en el ámbito del llamado Diálogo Social, el mercantil Armando Cavalieri, abocado hoy a deshojar la margarita entre Sergio Massa y Daniel Scioli, dos que no le pierden pisada al movimiento de fichas en el tablero sindical.
Como sea, hay un ancho campo de coincidencias puntuales entre el sindicalismo fragmentado: todos comparten la frustración de que el Gobierno ignorara olímpicamente los pedidos de un bono navideño para los jubilados, o el de un aguinaldo sin retenciones por el impuesto a las ganancias.
También hay unanimidad para descalificar el acuerdo de precios vigente. "Es mundial: mandan a controlar a estos muchachos de La Cámpora y no consultan a los gremios de la industria alimenticia para que den su versión sobre la escalada en los precios de los alimentos", se escuchó rabiar a un dirigente. Curioso: las quejas recaen en los ministros Jorge Capitanich, Axel Kicillof, cuando no en Carlos Tomada... La Presidente, en cambio, es un tema tabú: no se habla.
Con todo lo que los une, también hay un todo que los separa. "Nosotros no vamos a ir ninguna unidad en la acción con Moyano, que siempre busca sacar un rédito político personal", dijo a este medio uno de los integrantes del secretariado nacional de la Unión Obrera Metalúrgica -gremio insignia de la central kirchnerista-, aunque sin dejar de admitir que los niveles inflacionarios que reflejan los precios están profundizando la brecha con los salarios de una "manera preocupante".
En una línea parecida, un compañero de ruta de Barrionuevo apuntó que en la central del gastronómico, la figura de Moyano tampoco es de fácil asimilación. "Luis nos habló de acercarse al camionero, pero enseguida levantó la copa por el año nuevo sin dejar espacio para que nadie opine nada", dijo el vocero, recordando el brindis que encabezó su jefe en una reciente fiesta de los gastronómicos porteños que encabeza Dante Camaño.
"Moyano se ganó muchos odios al soplarle miles de afiliados a otras organizaciones mientras duró su poder con los Kirchner", se quedaron con ganas de recordarle al mandamás de la Azul y Blanca.
¿Se puede motorizar una huelga a nivel nacional desde el desgaste que sufren las cabezas de las dos centrales más importantes? Porque si a Moyano le sobran desconfianzas ajenas, Caló no le va a la zaga, pese a que ahora adoptó un lenguaje más despojado de kirchnerismo. Sus propios pares le endilgan al metalúrgico una manifiesta incapacidad para conducir, que excedería incluso su dependencia extrema con el Gobierno.
Hay un delgado hilo en el atomizado firmamento sindical del cual muchos pretenden sujetarse: la supuesta complacencia que tendría el papa Francisco de ver un proceso de unidad sindical que culmine en una sola CGT. La versión -de improbable confirmación- surge de la cifra récord de sindicalistas que peregrinaron a Roma en estos casi diez meses que el argentino lleva como jefe máximo de la Iglesia.
Si acaso es cierto, está visto que será difícil darle el gusto a Francisco. Quizás tanto como que rompa el silencio Rafael Mancuso. El sucesor de Oscar Lescano en la jefatura de Luz y Fuerza, uno de los gremios más poderosos del país, está logrando la proeza de atravesar una de las crisis energéticas más espectaculares de los últimos tiempos sin decir una palabra.
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