El árbitro de la Liga, Pablo Ojeda, contó el sufrimiento de los pibes al ver que su club, Defensores de Alto Verde, está inundado y perdieron todo, algunos, hasta la ilusión de volver a jugar.
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Las aguas silenciosas, llegaron una noche para instalarse por semanas en un humilde club de Alto Verde. El amanecer de otro día, el despertar del barrio de la Manzana 1, fue diferente a cualquier otro, quedaron perplejos al ver que Defensores de Alto Verde era un espejo de aguas turbias, renegadas a alejarse. Sentimiento de impotencia y dolor fue lo que produjo en los 1200 chicos que se acercan los fines de semana a jugar, es parte de su vida, el club del barrio inutilizado. Pero la historia no termina acá, sino que recién empieza.
Otras serán las necesidades que saldrán a flote cuando el agua deje su huella imborrable. Necesidades que los pibes tienen que palpar en sus pies, la pelota de fútbol, el picadito infaltable a la siesta, ese sentimiento de barrio que sus habitantes se resisten a abandonar.
Hoy Defensores participa con sus inferiores e infantiles en los torneos de la Liga Santafesina, y por ejemplo, anteayer Nacional prestó sus instalaciones para que las mayores jueguen con Nobleza,
creando las incomodidades del caso.
creando las incomodidades del caso.
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