El lunes pasado un accidente en la ruta 95 se cobró la vida de diez personas, entre ellas siete maestras que iban a sus trabajos. En la Escuela 419 de Tostado los chicos dejaron sus textos.
La Capital |
Son las 8 de la mañana y los chicos de la Escuela Primaria Nº 419 José Manuel Estrada, de Tostado, que queda cruzando la vía del ferrocarril, se preparan para izar la bandera. Una bella versión de "Saludo a la bandera", en la voz de Fabiana Cantilo, los acompaña. "El miércoles cuando volvimos no pudimos cantarla", murmura la directora Isabel Mangini al empezar a recordar cómo se vivió el regreso a las aulas después de la tragedia del lunes 27 de mayo. No es para menos: de las siete maestras que murieron en el accidente, seis habían trabajado en alguna oportunidad en esa escuela.
"Conversábamos sobre lo simbólico de nuestro trabajo; hoy en educación en soledad no se hace nada; en la docencia, todo se hace en grupo y ¡qué paradoja!, ellas fueron a morir juntas", reflexiona la directora ya en la sala de maestros. A la charla se suman un buen número de maestras que van y vienen queriendo aportar su testimonio. Están Nancy Iñíguez, Norma Galarza, Imelda Ruiz, Marisa Galarza, Alejandra Mingo, Emilce Peralta, Daniela Lupín y Daniel Benegas.
La directora Isabel no ahorra en relatos. Y elige el del día en que volvieron a clases: "La verdad es que no sabía cómo hablarles a los chicos, así que a los de la mañana los saludé y dije unas palabras para recordar lo que pasó. Pero con los de la tarde, los más chiquitos, que tienen entre 6 y 8 años, no sabía cómo. Los saludé sin decir nada. Hasta que uno de los nenes de tercer grado le dijo a su maestra: «¿Oyó que la seño Isabel no habló de lo que pasó?, ¡cómo puede ser!». Ellos estaban esperando una palabra y me lo recriminaron".
Cartas. Naturalmente, fueron luego llegando las cartas de los chicos, en especial para Andrea Zoae y Valeria Valentini, que eran las maestras que más tiempo trabajaron en esta escuela y todos conocían.
"Seño, qué falta nos vas a hacer. Sos como mi tía madrina?", escribió Ludmila. "A pesar de que la hacíamos renegar, ella nos quería a todos por igual", compartieron Laurita y Agustina. "Yo te voy a tener en mi corazón", confesó Elías, y llenó de corazones su carta. Y Rosalía dejó este mensaje: "Cada trabajo que hacíamos era como un nuevo juego, que después llevábamos orgullosos a nuestras casas".
Una foto de todo el plantel docente completo tomada el año pasado, cuando la escuela cumplió 100 años, llega al recuerdo. "Fue un año de mucho trabajo, que nos unió a todas, donde compartimos mucho tiempo dentro y fuera de la escuela. Valeria no tenía horarios, siempre estaba anticipándose a cada pedido", recuerdan sus compañeras.
"Andrea (Zoae) era muy espiritual. Te preguntaba qué te pasaba antes de que lo manifestaras. Era impresionante. Enseñaba en 5º grado y era feliz con el trabajo de ser maestra", afirman.
Luciana Vallejos había hecho sus prácticas en la 419, luego siguió con reemplazos en otras escuelas. Pero el poco tiempo de conocerla —dicen las maestras— alcanzó para valorar su compromiso más allá del aula. "Estaba ayudando a un alumno a construir su casa. Ya había logrado levantar una pieza. Ella se movía de un lugar para otro; pedía, hacía campañas para ayudarlo a que tuviese su casa", rescatan de Luciana.
Honrar trabajando. Todas entienden que el mejor modo de honrarlas es "trabajando, recuperando sus proyectos". Pero también no dejan de lado que el oficio de enseñar tiene sus riesgos y sus dificultades para superar día a día. "Nos trasladamos en moto, caminando, como sea; todo por llegar a clases. Y no por que lo indica un horario, sino por el compromiso de llegar", remarcan, y citan haber trabajado en cuanta población y escuela rural hay en el departamento 9 de Julio.
Advierten que esta realidad de trasladarse no es algo ocasional, aislado, sino común para la zona. Razón por la que reclaman, de manera más que pertinente, "que haya una ley de transitabilidad, un protocolo que diga, por ejemplo, que en época de niebla se puede llegar más tarde a la escuela".
"Cuando hay niebla no salen los aviones, pero sí las maestras a enseñar", dice Marisa Galarza, docente de música, para recordar en qué circunstancias perdieron la vida sus compañeras. Con firmeza pide que las autoridades miren al norte de la provincia, "no sólo de San Cristóbal al sur".
La charla se hace extensa; muestran fotos, comparten un café y nos preparan el termo para seguir de viaje. Nos piden que vayamos con cuidado. Y prefieren que nos llevemos el reclamo por mejores condiciones laborales para los maestros de las zonas más aisladas, junto a la "alegría" de Andrea, "los alfajores de Maizena" que preparaba Valeria y "la humildad" de las compañeras que habían elegido ser maestras.
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