Lo pidió el papa Francisco, citando párrafos de la célebre Encíclica Laborem exercens, de Juan Pablo II. “Nunca más el poder ni el dinero, por encima de la dignidad humana”, exhortó.
No es la primera vez que el Sumo Pontífice alude a la crisis presente como “ética” porque por encima de la centralidad del hombre coloca como ídolos al poder y al dinero, con el resultado de que se propaga la pobreza en todo el planeta. Frente a esto, convocó a rescatar la actualidad de la Doctrina Social de la Iglesia, «cuyo valor fundamental es la solidaridad»,«arraigada en el Evangelio, es decir en Cristo».
Francisco estaba hablando frente a unas 500 personas en el Encuentro internacional de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice - instituida hace veinte años por Juan Pablo II. Bergoglio apeló a una de las encíclicas del hoy beato papa polaco, la Laborem Exercens, dedicada al trabajo humano, para reflexionar sobre qué significa “repensar la solidaridad”.
«Quiere decir dos cosas: ante todo, conjugar el magisterio con la evolución socio-económica, que, al ser constante y rápida, presenta aspectos cada vez más nuevos, y, en segundo lugar, ‘repensar’ quiere decir profundizar, reflexionar ulteriormente, para hacer emerger toda la fecundidad de un valor - la solidaridad, en este caso - que en profundidad se arraiga en el Evangelio, es decir en Jesucristo, y como tal contiene potencialidades inagotables».
A continuación, el Papa leyó un significativo párrafo de la Laborem exercens: “Echando una mirada sobre la familia humana entera... no se puede menos de quedar impresionados ante un hecho desconcertante de grandes proporciones, es decir, el hecho de que, mientras por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos de la naturaleza, existen por otra grupos enteros de desocupados o subocupados y un sinfín de multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda que hay algo que no funciona”.
El desempleo estuvo en el centro de la preocupación del Papa Francisco, como fenómeno que “se está extendiendo en amplias zonas de Occidente, propagando de forma preocupante los límites de la pobreza”. “Y no hay peor pobreza material - me apremia subrayarlo, dijo el Papa - que aquella que no permite ganarse el pan y que priva de la dignidad del trabajo. Este ‘algo que no funciona’ ya no interesa sólo al Sur del mundo, sino a todo el planeta. De ahí la exigencia de‘repensar la solidaridad’, ya no como simple asistencia a los más pobres, sino como un replanteamiento global de todo el sistema, como búsqueda de maneras de reformarlo y corregirlo de una manera coherente con los derechos humanos fundamentales, de todos los hombres. A esta palabra ‘solidaridad’ no muy bien vista por el mundo económico – como si fuera una mala palabra – hay que volverle a dar su merecida ciudadanía social”.
Y volvió a definir el carácter de la crisis actual como ético y antropológico, no sólo económico y financiero: “Seguir los ídolos del poder, del provecho, del dinero, por encima del valor de la persona humana, se ha vuelto una norma básica de funcionamientoy el criterio decisivo de la organización. Se ha olvidado y se sigue olvidando que por encima de la lógica de los negocios, de la lógica y de los parámetros del mercado, está el ser humano y que hay algo que es debido al hombre en cuanto hombre, en virtud de su dignidad profunda: ofrecerle la posibilidad de vivir con dignidad y de participar activamente en el bien común. (…)Tenemos que volver a la centralidad del hombre, a una visión más ética de las actividades y de las relaciones humanas, sin el temor de perder algo».
Poco antes, el Papa había hecho reflexiones parecidas ante los obispos italianos, cuando los convocó a “caminar en medio y detrás del rebaño” y no ser seducidos por el dineroo la perspectiva de la carrera. “El Diablo aprovecha el desconcierto, las frustraciones y la incredulidad para aislar en la amargura. Jesús, en cambio, no humilla, sino que consuela y vuelve a dar coraje”, les dijo.
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