Fue durante una entrevista que tuvo el ex director del Buenos Aires Herald en la Casa Rosada, en la que Videla justificó prácticas "desagradables" para alcanzar "la mejora del país".
Al principio, Robert Cox pensó que había una luz de esperanza. Muchos creían que Jorge Rafael Videla era una persona amable, buena. En Argentina, durante el gobierno de Isabel Perón, la violencia ganaba las calles: asesinatos y atentados eran moneda corriente. El enfrentamiento entre la derecha y la izquierda llevaba al país al caos. Cox era, desde 1968, el director del Buenos Aires Herald, periódico de la comunidad británica en Argentina, con noticias locales pero en inglés. Creyó, entonces, que el tan anunciado golpe militar del ’76 llegaría para pacificar un país acostumbrado a los golpes. Pero pronto se dio cuenta de que las cosas iban a empeorar. Cox vio cuatro veces a Videla, mientras el represor era quien decidía sobre la vida y la muerte.
—¿Cómo fue su primer encuentro?
—Me invitó a mí y a periodistas de Clarín y La Nación a la Casa Rosada. Estaba vestido de traje. Y yo le dije: “Pero, señor presidente, todos los días la gente está desapareciendo”. Me contestó: “Bueno, soy como Julio César, tengo que hacer cosas desagradables para la mejora del país".
En otro de los encuentros, Videla le dijo a Cox que si él dejaba el cargo llegaría al poder otro general que bañaría de sangre la Argentina. Robert Cox era el único periodista que publicaba hábeas corpus de los detenidos y se hacía preguntas sobre los desaparecidos.
—Me invitó a mí y a periodistas de Clarín y La Nación a la Casa Rosada. Estaba vestido de traje. Y yo le dije: “Pero, señor presidente, todos los días la gente está desapareciendo”. Me contestó: “Bueno, soy como Julio César, tengo que hacer cosas desagradables para la mejora del país".
En otro de los encuentros, Videla le dijo a Cox que si él dejaba el cargo llegaría al poder otro general que bañaría de sangre la Argentina. Robert Cox era el único periodista que publicaba hábeas corpus de los detenidos y se hacía preguntas sobre los desaparecidos.
Fue uno de los primeros en escuchar a las Madres de Plaza de Mayo y concurrir a sus rondas semanales en la Plaza. Fue el primero en denunciar ante la TV norteamericana lo que estaba pasando en el país, en el programa 60 minutos. Pero lo pagó caro: amenazaron a su esposa y a su hijo varias veces e intentaron secuestrarlos. El mismo fue detenido ilegalmente y tuvo que dejar el país en 1979. Se radicó en Estados Unidos, donde vive desde entonces.
—¿Qué sensación le deja la muerte de Videla?
—No hay nada que celebrar. Videla era una persona insignificante. Al principio negaba todo, pero cuando se vio acorralado por los juicios admitió su responsabilidad de los crímenes aberrantes.
—¿Falta juzgar la responsabilidad civil en el golpe de Estado?
—Posiblemente sí. Y los periodistas tenemos mucha responsabilidad en eso. Los dueños de los diarios, en general, eran cómplices de la dictadura y callaron.
—¿Está de acuerdo con las políticas de derechos humanos del kirchnerismo?
—Estoy a favor de los juicios contra los represores. Pero estoy en contra del abuso político de los derechos humanos.
—No hay nada que celebrar. Videla era una persona insignificante. Al principio negaba todo, pero cuando se vio acorralado por los juicios admitió su responsabilidad de los crímenes aberrantes.
—¿Falta juzgar la responsabilidad civil en el golpe de Estado?
—Posiblemente sí. Y los periodistas tenemos mucha responsabilidad en eso. Los dueños de los diarios, en general, eran cómplices de la dictadura y callaron.
—¿Está de acuerdo con las políticas de derechos humanos del kirchnerismo?
—Estoy a favor de los juicios contra los represores. Pero estoy en contra del abuso político de los derechos humanos.
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