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domingo, 3 de marzo de 2013

SANTA FE: En plena Recoleta hay una manzana que está liberada


Se trata de las calles San Jerónimo, 9 de Julio, O. Gelabert y Bv. Pellegrini. La zona sufrió una seguidilla de robos que, para los vecinos del lugar, no son sólo producto de la casualidad, ni del oportunismo.

El Barrio de la Recoleta santafesina fue, durante años, el corazón de la zona y pubs y boliches. Los hechos de violencia –registrados principalmente durante los fines de semana y en horas de la madrugada– sumados a las quejas de los vecinos por la música fuerte, impulsaron la decisión de trasladar los locales nocturnos a la vera de la ruta 168. Lo que en principio parecía un alivio para los residentes del lugar, también fue un traspié en cuanto a los patrullajes policiales, que según los vecinos y comerciantes, disminuyeron en frecuencia y cantidad.


“En verano, esto se convierte en un desierto. Y la verdad es que cuando no están los locales bailables, se ven muchos menos policías caminando por la calle. De noche, esta zona se convierte en una boca de lobos”, contó Nadia, encargada de un maxi kiosco, ubicado sobre calle 9 de Julio, a metros de Pellegrini, y desde donde ve –con frecuencia– cómo sufren arrebatos las personas que esperan el colectivo en esa parada.


“El tema de la seguridad es preocupante para cualquier comerciante. A la hora de poner un negocio, es una variable más que hay que analizar y por poco uno tiene que seguir la carrera de ladrones que continuamente están pensando estrategias para cometer el delito”, expresó Gerardo, el propietario de un comercio de vinos, ubicado en la esquina de Obispo Gelabert y 9 de Julio, quien aseguró que el elegir un local que tuviera rejas fue una de las prioridades al buscar un lugar para emplazar el comercio.

Irrecuperable
Es que a menos de 100 metros de ese lugar, el local de ropa para niños Infancia fue literalmente vaciado por delincuentes en la madrugada del 10 de enero pasado. Al día de hoy, el comercio sigue cerrado. Cuando ocurrió el hecho, sus propietarios habían expresado que las pérdidas económicas que les provocó el robo fueron tan graves, que era probable que no lo pudieran recuperar. La semana pasada, el blanco de los delincuentes fue el bar San Patricio. Su dueña, Laura, describió una situación similar a la del negocio de ropas: fue durante la madrugada del miércoles y los delincuentes tuvieron tiempo suficiente para llevarse muchísima mercadería.


“Tienen que haber sido varios, porque vaciaron el bar, y además, las cosas las tuvieron que trasladar en un auto. No entiendo cómo nadie vio nada; cómo nunca, en todo ese tiempo, no pasó un patrullero”, cuestionó la joven.


La madrugada anterior al robo de San Patricio, delincuentes rompieron el vidrio de una verdulería ubicada sobre San Jerónimo, casi esquina Obispo Gelabert. Con el estallido de la vidriera, el perro que cuida el lugar comenzó a ladrar en el patio del fondo del comercio. El ruido y los ladridos ahuyentaron a los ladrones que apenas sí alcanzaron a llevarse consigo una caja con el cambio diario. Sin embargo, para Jorge, el dueño del negocio, ese atraco ocasionó un gasto y un disgusto grave. “Lo peor de todo es que uno pierde la tranquilidad, eso es lo que finalmente uno lamenta más”, sintetizó.

Miradas rápidas
En general, todos los comerciantes de la zona consultados por Diario UNO coincidieron que en “el año pasado se veían más policías caminando por la zona”; sin embargo, también coinciden que para este tipo de delitos, que un agente camine por las veredas no alcanza.


“No pueden ver qué ocurre dentro de los negocios si solamente pasan en un auto. Los ladrones son muy rápidos, actúan en conjunto y apelan a lo vacío que queda la zona en horas de la madrugada”, insistió Gerardo. “Nosotros vemos policías patrullando en horario de comercio, pero a la hora de la siesta y a la noche, esta zona se convierte en tierra de nadie”, agregó Susana, de la panadería de San Jerónimo y Pellegrini. Y su frase se repitió en boca de varios comerciantes de la cuadra.


Sin embargo, no son sólo los comercios los que están sufriendo los embates de la seguridad. El 15 de febrero, en horas del mediodía, delincuentes aprovecharon que el portón del garage de un edificio, ubicado en San Jerónimo al 3400, estaba roto y subieron hasta los pisos 6 y 7, donde robaron dos departamentos. “No se entiende cómo delincuentes pueden ingresar a robar a un edificio que está lleno de gente, sin ningún esfuerzo y nadie escuche ni vea nada”, expresó una de las víctimas.

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