Así lo señaló el ex Gobernador
de Santa Fe y presidente del FAP, Hermes Binner, en una entrevista a un
diario de Capital Federal. Sostuvo que ser opositor “no es cuestión de
todos contra alguien”, y rechaza la reforma constitucional. Advierte que
la situación fiscal es muy grave, y le pide a la Presidenta que escuche
más a la gente.
Frente a las elecciones legislativas del 2013 son muchas las
reuniones y los planteos que se hacen en el campo político. Mendoza, por
ejemplo, fue el territorio elegido por Hermes Binner para cerrar su
primera gira nacional luego de los comicios presidenciales del año
pasado. Son muchos, también, los encuentros, los rumores y las alianzas
que se hacen y deshacen con el correr de los días.
Y el ciudadano que contempla, atónito, cómo pesa la inflación en su changuito del mercado y al que hoy le faltan trenes, subtes y dólares, también se pregunta: ¿qué pasa con la oposición?
—Depende de qué oposición –contesta rápidamente el doctor Binner–, porque la verdad es que lo que nosotros buscamos no es una oposición de todos contra alguien. Ese podría ser el objetivo de una dictadura.
—¿Una dictadura? –nos sorprendemos.
—Le explico –retoma Binner–. Nosotros creemos que hay que acopiar información, tener propuestas y sumar alrededor del programa que amalgama la propuesta de un frente político. Y no es algo dictatorial. Yo comparo esto con lo que fue el “no” a Pinochet, por ejemplo. Entonces, bueno, nadie quedaba sin plantear el “no” a la dictadura. Y esto es bueno. Pero hoy nosotros no vivimos una dictadura. Corresponde, entonces, tener una propuesta lo más amplia posible, más profunda, y también una propuesta nacional abarcativa que piense en la Argentina y, desde luego, en la gente que vive en ella. No olvide que la gente es el factor fundamental de la transformación. Y es justamente este camino en el que estamos trabajando mucho. Mire, el día después de las elecciones todos los referentes del FAP (Frente Amplio Progresista) nos reunimos y pusimos en marcha el programa para el año. Venimos cumpliendo esta programación en forma realmente importante. Hasta el punto que habíamos comentado, que el 4 de agosto íbamos a terminar con el periplo de todas las regiones argentinas y así lo hemos hecho, para la región centro, el sábado pasado en la ciudad de Mendoza.
—Se habló mucho de una reunión suya con Cobos. Finalmente no se hizo.
El doctor Binner apoya con calma la respuesta:
—No. En realidad, me llamó Cobos para invitarme a la presentación de un libro, a la que lamentablemente no pude ir. Esto fue, de alguna manera, lo que ocurrió en torno a una posible entrevista con él. Igualmente creo que lo que interesa es hablar, sobre todo, a nivel de partidos políticos, porque no es en la fragmentación sino en la suma que podemos construir.
—A eso me refería cuando hablaba de “oposición”. Aludía a un acuerdo entre partidos que no comulgan con el kirchnerismo.
—Claro. Pero también puede haber otros que no comulguen con el kirchnerismo y no estén de acuerdo en participar de una actividad de esta naturaleza. De todas maneras, creo que pensar hoy que un solo partido puede gobernar un país es un imposible. Realmente se necesitan una pluralidad, un diálogo, una construcción colectiva y no ir al problema concreto porque, en general, al problema concreto muchas veces no se le encuentra un marco general que lo posibilite. Por eso nos parece de suma prudencia pensar en el país que queremos, y pensar, también, que ese país que queremos es algo como traer el porvenir al presente. Esta es la base fundamental en la que se tienen que enganchar todos los programas. Es fundamental contar con propuestas sobre educación, salud, seguridad… en fin, acerca de todos los temas que nos tocan más de cerca.
—En las últimas semanas usted llamó a cerrar filas para evitar una reforma de la Constitución Nacional. Es decir, por ejemplo, otra reelección presidencial.
—Eso es verdad, porque creo que realmente allí reside el interés del tema. La Constitución está para ser cumplida. Hoy, lamentablemente, el federalismo del cual habla la Constitución de 1853 no se cumple. Y si hablamos de la reforma de 1994, tampoco se cumple con el jefe de Gabinete, con los nuevos derechos del ciudadano, ni con la autonomía de los Municipios… En fin, creo que hay una serie de incumplimientos. Por lo tanto, ¿para qué reformar la Constitución? ¿Para no cumplirla? Creo que esto tiene que ver, precisamente, con la necesidad de tener una Constitución que nos integre.
—Bueno, usted en Mendoza no sólo cuestionó duramente al kirchnerismo sino que no descartó alianzas con la UCR.
—Es así. Nosotros cuestionamos al kirchnerismo, hoy al Gobierno, por la falta de respeto hacia los otros poderes que constituyen la república. Cuando no respetamos esos poderes la república se empobrece, y me refiero a la idea de superación que debe tener la gente. Nosotros estamos muy convencidos de que, si se busca la reforma constitucional, no es justamente para cumplirla sino para lograr la reelección. Y creo que, por eso, nos tenemos que aferrar a las ideas de Alberdi en cuanto a la renovación. Incluso, las provincias que hoy tienen elección indefinida no son las mejores provincias.
—Y a propósito de divisiones, ¿cómo ve el conflicto entre la CGT de Moyano y el Gobierno?
—Bueno, es un producto del populismo. El populismo confunde partidos, gobiernos, Estado, instituciones que pueden tener una incidencia política como la CGT. Y esto es lamentable porque el bloque de la CGT tiene que ser gobernado por los trabajadores. Son ellos los que tienen que definir su conducta y no introducir, desde afuera, acciones que permitan confundir lo que significa un organismo sindical del rango y de la historia de la propia CGT.
—Sí, pero da la sensación de que va a ser muy difícil, en primer término, que no se fracture, y luego, que no haya una CGT muy combativa.
—De hecho nosotros necesitamos pensar que, en la medida en que no se fracture tanto la institución gremial, la situación será mejor, habrá un diálogo concreto. Si tenemos dos CTA, tres CGT, serán cinco centrales obreras y negociar allí se vuelve muy difícil, ¿no es cierto? Asimismo creo que tiene que haber una conducción que también sea integrable a la dirección empresarial. No veo otra forma que no sea sentar en la misma mesa, y no por separado, a la Unión Industrial, a las instituciones gremiales en general relacionadas con las agrupaciones empresarias y, desde ya, a las centrales obreras, para discutir el tema de la inflación. Si vemos la inflación como un problema (tal como lo hemos planteado en la campaña electoral y hoy se está viendo así) y no lo ponemos sobre la mesa, nunca vamos a resolverlo. Es importante objetivarlo. ¿Está el problema? Bueno, vamos entonces al tratamiento.
—Claro, pero hay algunos problemas más solucionables que otros. Creo recordar que usted mencionó, por ejemplo, que la Nación le debe a la provincia de Santa Fe algo así como ocho mil millones de pesos, ¿es correcto?
—Por supuesto. Con el equipo económico que dirige el contador Wolowik hemos observado que el déficit fiscal de las provincias en total asciende a 40 mil millones de pesos. De manera que éste es un problema estructural. En su avidez por encontrar dinero, el Gobierno ha echado mano del Banco Central, la Anses, el Banco Nación, el dinero de los sindicatos, y ahora se queda con el dinero de las provincias. Y esto es muy grave, porque se les han transferido a las provincias las responsabilidades de la educación, la salud, la seguridad y la Justicia, y no se les transfieren los recursos. Este es un federalismo invertido. Tenemos un federalismo para entregar los derechos sociales y un unitarismo para recaudar el dinero. Y esto va a contramano de lo que significa un país normal. Yo no conozco ninguna provincia argentina que tenga superávit fiscal. Tampoco lo tiene la Nación. Con lo cual, ese doble superávit gemelo o mellizo (como quiera llamarlo) que eran en realidad el superávit fiscal y el superávit comercial, bueno… hoy el superávit fiscal no existe más. Hay una deuda fiscal que va creciendo en la Nación que, a su vez, se transfiere a las provincias. Y, por otro lado, hay un superávit comercial que se mantiene a duras penas a través del precio de la soja.
—El yuyo… como solía llamarla la señora Presidenta.
—Sí, el yuyo proteico.
—¿Qué sería de nosotros sin el yuyo?
—Sí, esto es complicado. Además, el tema del comercio exterior es muy delicado porque tanto comprar como vender, con todas las limitaciones que impone una sola persona, resultan una contradicción en el mundo globalizado en el que vivimos. Todos los que quieren vender o comprar tienen que depender de la decisión del señor Moreno. Entonces, que una sola persona diga cuánto se puede exportar de trigo… Mientras tanto, el trigo se llena de hongos en los silos en vez de ser exportado. Se reservaron cinco millones de toneladas para consumo interno; ¿y el resto? Fíjese lo que pasa hoy con la leche. Ahí tenemos un problema muy serio. Usted va a comprar un litro de leche y tiene que pagarlo 6 pesos, mientras que al productor le pagan 1,50. ¿Quién se queda con esa diferencia entre 1,50 y 6 pesos? Con ese pedazo de rentabilidad. Y si no se distribuye correctamente la venta y no se hace del rubro “leche”, un producto vital y necesario con un precio lo más ajustado posible para que pueda llegar a los que menos tienen, bueno… estamos con problemas.
—Los santafesinos lo recuerdan como un buen gobernador. ¿Qué hubiera hecho usted con este tema del precio de la leche?
—Lo hicimos. Desde el Mercoláctea de San Francisco, Córdoba, presentamos seis medidas por las cuales se planteaban los derechos de los productores. Y el primer eslabón en la cadena productiva de la leche (desde que sale de la producción primaria hasta que llega a la mesa) es la producción de la leche. Si no hay tambo, no hay leche. Entonces siempre se degrada al primer eslabón. Esto mismo pasó con la carne. Hubo un momento en el que el precio de la comida era más caro que regalar el ternero. Regalaban entonces los terneros, y si esto ocurre, ¿cuándo habrá animales adultos para poder faenar? Como le decía, con la leche está pasando lo mismo: han cerrado muchísimos tambos. ¿Por qué? Bueno, porque no convenía estar tan pendiente del precio de la leche. Entonces, en San Francisco, Córdoba, cuando se hace el Congreso de Mercoláctea como todos los años, también allí se fijan políticas o propuestas para elevar a los responsables nacionales. Y el primer problema es defender la leche del productor. La producción primaria. Y allí tenemos dos puntos que pudieron completarse rápidamente: por ejemplo, saber qué precio se va a pagar. Hay allí tal grado de dependencia (por ser un producto perecedero) que, como bien sabemos, cuando se extrae la leche hay que entregarla rápidamente a la usina láctea. Es el primer paso, y luego, el día 20 del mes, recién le dicen al productor cuánto le van a pagar por lo que entregó. El otro punto se refiere al tenor de grasa butirosa que debe contener la leche. Esto también entra en la composición del precio. Entonces, con una red de laboratorios públicos que analicen cuál es el contenido de grasa, el productor sabe cuánto puede lograr con respecto al precio. Estas disposiciones mejoraron la cadena de producción, pero cuando dejan de cumplirse ocurre el problema que tenemos hoy. Observemos la falta de competitividad de nuestro país. Tenemos el ejemplo de los limones de Tucumán, el aceite de oliva de La Rioja o la caña de azúcar en Jujuy, y las manzanas y las peras del Valle de Río Negro. Si a esto sumamos la leche y la carne de la que hablábamos recién, estamos ahora ante una economía donde la inflación comió al dólar. Y, en esa situación, cuando hoy tenemos un dólar paralelo o eufemísticamente llamado “blue” (porque “negro” queda muy fúnebre), se trata de recomponer una situación que no tiene compostura si no se plantea el origen del problema.
—Perdón, pero ¿cuál es para usted la causa principal para que hayamos llegado a un mercado desdoblado, a la falta de competitividad, etc.?
—La causa es la inflación. En el gobierno de Néstor Kirchner teníamos un dólar alto. La inflación va comiendo. Entonces, ¿cómo responde la Nación a la inflación? Con emisión. Con lo cual entramos en una cadena por la que, en un momento, llegamos a que el dólar es bajo, y con un dólar bajo no encontramos competitividad. También se puede encontrar competitividad por otro camino que no sea solamente mover el dólar, pero el dólar se ha movido al paralelo. Quiere decir que si usted va y vende a 4,50 le darán una determinada cantidad de dólares, pero luego si los cambia en el paralelo a 6,50, ¿quién se queda con esa diferencia? Estos son temas que deben ser corregidos dialogando. Hay que sentar a una misma mesa a productores y trabajadores. Todos queremos que la economía funcione, porque de no ser así la sociedad se paraliza y viene lo que estamos hoy al borde de que ocurra. Me refiero al estancamiento con inflación. Y esto ya lo hemos vivido con el Rodrigazo, la circular 1050, el 2001.
—En este momento, en la Capital Federal estamos en el quinto día sin subterráneos. Buenos Aires es un caos con un millón de personas que usaban el subte y hoy no pueden hacerlo. Según su experiencia, ¿cómo ve esta pelea entre la Ciudad y la Nación?
—Sí, es una ciudad colapsada. Y está colapsada porque falta un sistema de transporte público eficiente. Una ciudad como Buenos Aires no puede tener la cantidad de autos que van a razón de 1,2 habitantes por vehículo. ¿Dónde estacionan? ¿Cuánto cuesta un estacionamiento? Tiene que haber grandes playas en las afueras de la ciudad.
—Lo que usted dice es cierto pero, además, hay una pelea política muy fuerte.
—Claro, hay una pelea política pero no se busca la solución del problema porque la solución está en jerarquizar el sistema público. No hay otra forma. Usted habla, por ejemplo, del subte. El sistema público. Hay que ver el costo y la tarifa. Si la tarifa coincide con el costo, muy bien. Ahora, si la tarifa no coincide con el costo, hay que poner la diferencia. ¿Quién paga la diferencia? Hay que tener un master plan para la ciudad de Buenos Aires que permita una mayor integración. Si ponemos como ejemplo a una gran ciudad como Nueva York, bueno, tiene un sistema de transporte que garantiza una tranquilidad del tráfico vehicular que llama la atención. En la Gran Manzana (contrariamente a lo que puede suponerse) no encontramos un infierno de bocinazos. Todos avanzan. ¿Por qué? Pues porque hay una planificación. Tal cosa debe hacer Buenos Aires. Por supuesto que esto llevará tiempo, no es algo que pueda hacerse de un día para el otro. Llevará veinte años, pero veinte años pasan rápido. Una ciudad sin planificación no es imaginable. Las ciudades que la tienen han avanzado. Mire –se entusiasma–, si yo hubiera sabido que iba a ser intendente de Rosario habría estudiado urbanismo y no medicina. El urbanismo ayuda a la calidad de vida de la gente. La disposición de las calles, el arbolado público, la ubicación de los parques y las plazas son todas cosas que llevan tiempo. La gran urbanización de París fue la obra de un notable arquitecto como era Haussman. De lo contrario, se habría mantenido como una ciudad medieval ampliada.
—Cuando usted reflexionaba recién y decía que de haber sabido habría estudiado urbanismo, no pude dejar de preguntarme, ¿cómo era usted, Binner, cuando decidió entrar en la política?
—Me resulta trabajoso recordarlo. Me afilié al Partido Socialista cuando tenía 16 años (pese a que había que haber cumplido los 18 para tener la ficha de afiliación). La verdad es que siempre tuve un gran entusiasmo por todo lo urbano, el tema de la convivencia. La planificación. Por ejemplo, planificar el país. Argentina es un país que está absolutamente desproporcionado, con el 40% de sus habitantes hacinados alrededor de las grandes ciudades, y las migraciones que se producen van a engrosar esos cordones de pobreza que conocemos. La gente llega con un oficio pero sin salida laboral. El que sembraba la tierra o desarrollaba alguna actividad doméstica tendrá, claro, mucha dificultad para integrarse.
—¿Cuál sería su idea rectora si fuera presidente de la Nación?
—La idea rectora es tener un plan a veinte años, un plan de Estado. Eso lo hicimos en Rosario y funcionó. Y lo hicimos en Santa Fe y está funcionando. De manera que no tenemos que pensar solamente en el hoy, sino tener un eje rector dentro de la planificación. Las cosas no pueden hacerse de un día para el otro. Pero hay que comenzar.
—¿Qué haría con la inseguridad?
—En primer término, ordenaría todas las ciudades. Hay que ser muy duro con el tema del delito y tener una actitud positiva para doblegar el flagelo de la delincuencia. Por supuesto que hay una cantidad de factores que ya conocemos, pero a las víctimas de los delitos no les puedo explicar que al delincuente hay que mandarlo a la escuela. Tengo que proceder con la Justicia y tomar las medidas que correspondan. Por otra parte, hay que relacionar este tema con la participación de todos los organismos de seguridad. Tenemos Policía Provincial, Federal, Prefectura, Gendarmería, Policía Aeronáutica… bueno, todos ellos deben tener un mapa del delito común. Si no tenemos un mapa del delito para todo el país, tendremos una situación crítica. A nosotros nos pasó en Santa Fe. Situaciones de robo y distintas actividades delictivas y una población que estaba muy cerca de la frontera de Santa Fe y la provincia de Buenos Aires. Entonces, si la policía de Santa Fe tiene solamente los datos de la delincuencia en Santa Fe y no los de la provincia de Buenos Aires, ya ahí tenemos un problema. ¿Y quién puede sumar todo esto? El Ministerio de Defensa, que debe convocarlos a todos con un mapa y preguntarles qué información necesitan y qué elementos técnicos precisa la Policía Científica, etc. En esto es posible avanzar muchísimo. Hay cosas que se pueden hacer desde el punto de vista del garantismo, pero desde el punto de vista de lo que demanda la sociedad, ciertamente no. No podemos, claro, saltar del garantismo a la ley de Blumberg. Pero debemos pensar que la sociedad también está emitiendo señales. Alguien que incendia a su mujer en un arrebato de violencia… bueno, ha dado lugar a una serie de hechos exactamente iguales. Es muy probable que esa misma persona no vuelva a cometer ese acto pero, desgraciadamente, sirve como ejemplo. De los peores. Y por ese motivo hay tantos casos. Fíjese qué atroz el caso de la niña Candela: tomar a una criatura para enviar una señal a quien se le tiene encono. Bueno, de esta atrocidad tenemos varios casos. Este es un tema importante que debe ser tratado con mucha firmeza, y lamento que haya instituciones que crean que liberando a los presos pueden juntar más adhesiones políticas. No debemos permitir que se desvirtúe la función de la propia Justicia…
Tomamos un último café con el doctor Binner. Y no podemos dejar de fantasear también con la última pregunta:
—Si en vez de tomar un café conmigo estuviera sentado frente a Cristina Kirchner, ¿cuál sería el meollo de la conversación?
Binner esboza una media sonrisa y luego:
—Bueno, primero habría que escucharla. Yo he tenido entrevistas de una hora con ella en las cuales los primeros 55 minutos habla solamente ella… de modo que en los cinco minutos restantes hay que aprovechar para decir muchas cosas. Pero, hablando seriamente, yo creo que lo importante sería que escuche a la gente porque hoy la veo absolutamente sola y creo que eso no es bueno. Un país con 40 millones de habitantes necesita una democracia más fresca, donde se tengan en cuenta las opiniones diferentes al propio pensamiento.
Y el ciudadano que contempla, atónito, cómo pesa la inflación en su changuito del mercado y al que hoy le faltan trenes, subtes y dólares, también se pregunta: ¿qué pasa con la oposición?
—Depende de qué oposición –contesta rápidamente el doctor Binner–, porque la verdad es que lo que nosotros buscamos no es una oposición de todos contra alguien. Ese podría ser el objetivo de una dictadura.
—¿Una dictadura? –nos sorprendemos.
—Le explico –retoma Binner–. Nosotros creemos que hay que acopiar información, tener propuestas y sumar alrededor del programa que amalgama la propuesta de un frente político. Y no es algo dictatorial. Yo comparo esto con lo que fue el “no” a Pinochet, por ejemplo. Entonces, bueno, nadie quedaba sin plantear el “no” a la dictadura. Y esto es bueno. Pero hoy nosotros no vivimos una dictadura. Corresponde, entonces, tener una propuesta lo más amplia posible, más profunda, y también una propuesta nacional abarcativa que piense en la Argentina y, desde luego, en la gente que vive en ella. No olvide que la gente es el factor fundamental de la transformación. Y es justamente este camino en el que estamos trabajando mucho. Mire, el día después de las elecciones todos los referentes del FAP (Frente Amplio Progresista) nos reunimos y pusimos en marcha el programa para el año. Venimos cumpliendo esta programación en forma realmente importante. Hasta el punto que habíamos comentado, que el 4 de agosto íbamos a terminar con el periplo de todas las regiones argentinas y así lo hemos hecho, para la región centro, el sábado pasado en la ciudad de Mendoza.
—Se habló mucho de una reunión suya con Cobos. Finalmente no se hizo.
El doctor Binner apoya con calma la respuesta:
—No. En realidad, me llamó Cobos para invitarme a la presentación de un libro, a la que lamentablemente no pude ir. Esto fue, de alguna manera, lo que ocurrió en torno a una posible entrevista con él. Igualmente creo que lo que interesa es hablar, sobre todo, a nivel de partidos políticos, porque no es en la fragmentación sino en la suma que podemos construir.
—A eso me refería cuando hablaba de “oposición”. Aludía a un acuerdo entre partidos que no comulgan con el kirchnerismo.
—Claro. Pero también puede haber otros que no comulguen con el kirchnerismo y no estén de acuerdo en participar de una actividad de esta naturaleza. De todas maneras, creo que pensar hoy que un solo partido puede gobernar un país es un imposible. Realmente se necesitan una pluralidad, un diálogo, una construcción colectiva y no ir al problema concreto porque, en general, al problema concreto muchas veces no se le encuentra un marco general que lo posibilite. Por eso nos parece de suma prudencia pensar en el país que queremos, y pensar, también, que ese país que queremos es algo como traer el porvenir al presente. Esta es la base fundamental en la que se tienen que enganchar todos los programas. Es fundamental contar con propuestas sobre educación, salud, seguridad… en fin, acerca de todos los temas que nos tocan más de cerca.
—En las últimas semanas usted llamó a cerrar filas para evitar una reforma de la Constitución Nacional. Es decir, por ejemplo, otra reelección presidencial.
—Eso es verdad, porque creo que realmente allí reside el interés del tema. La Constitución está para ser cumplida. Hoy, lamentablemente, el federalismo del cual habla la Constitución de 1853 no se cumple. Y si hablamos de la reforma de 1994, tampoco se cumple con el jefe de Gabinete, con los nuevos derechos del ciudadano, ni con la autonomía de los Municipios… En fin, creo que hay una serie de incumplimientos. Por lo tanto, ¿para qué reformar la Constitución? ¿Para no cumplirla? Creo que esto tiene que ver, precisamente, con la necesidad de tener una Constitución que nos integre.
—Bueno, usted en Mendoza no sólo cuestionó duramente al kirchnerismo sino que no descartó alianzas con la UCR.
—Es así. Nosotros cuestionamos al kirchnerismo, hoy al Gobierno, por la falta de respeto hacia los otros poderes que constituyen la república. Cuando no respetamos esos poderes la república se empobrece, y me refiero a la idea de superación que debe tener la gente. Nosotros estamos muy convencidos de que, si se busca la reforma constitucional, no es justamente para cumplirla sino para lograr la reelección. Y creo que, por eso, nos tenemos que aferrar a las ideas de Alberdi en cuanto a la renovación. Incluso, las provincias que hoy tienen elección indefinida no son las mejores provincias.
—Y a propósito de divisiones, ¿cómo ve el conflicto entre la CGT de Moyano y el Gobierno?
—Bueno, es un producto del populismo. El populismo confunde partidos, gobiernos, Estado, instituciones que pueden tener una incidencia política como la CGT. Y esto es lamentable porque el bloque de la CGT tiene que ser gobernado por los trabajadores. Son ellos los que tienen que definir su conducta y no introducir, desde afuera, acciones que permitan confundir lo que significa un organismo sindical del rango y de la historia de la propia CGT.
—Sí, pero da la sensación de que va a ser muy difícil, en primer término, que no se fracture, y luego, que no haya una CGT muy combativa.
—De hecho nosotros necesitamos pensar que, en la medida en que no se fracture tanto la institución gremial, la situación será mejor, habrá un diálogo concreto. Si tenemos dos CTA, tres CGT, serán cinco centrales obreras y negociar allí se vuelve muy difícil, ¿no es cierto? Asimismo creo que tiene que haber una conducción que también sea integrable a la dirección empresarial. No veo otra forma que no sea sentar en la misma mesa, y no por separado, a la Unión Industrial, a las instituciones gremiales en general relacionadas con las agrupaciones empresarias y, desde ya, a las centrales obreras, para discutir el tema de la inflación. Si vemos la inflación como un problema (tal como lo hemos planteado en la campaña electoral y hoy se está viendo así) y no lo ponemos sobre la mesa, nunca vamos a resolverlo. Es importante objetivarlo. ¿Está el problema? Bueno, vamos entonces al tratamiento.
—Claro, pero hay algunos problemas más solucionables que otros. Creo recordar que usted mencionó, por ejemplo, que la Nación le debe a la provincia de Santa Fe algo así como ocho mil millones de pesos, ¿es correcto?
—Por supuesto. Con el equipo económico que dirige el contador Wolowik hemos observado que el déficit fiscal de las provincias en total asciende a 40 mil millones de pesos. De manera que éste es un problema estructural. En su avidez por encontrar dinero, el Gobierno ha echado mano del Banco Central, la Anses, el Banco Nación, el dinero de los sindicatos, y ahora se queda con el dinero de las provincias. Y esto es muy grave, porque se les han transferido a las provincias las responsabilidades de la educación, la salud, la seguridad y la Justicia, y no se les transfieren los recursos. Este es un federalismo invertido. Tenemos un federalismo para entregar los derechos sociales y un unitarismo para recaudar el dinero. Y esto va a contramano de lo que significa un país normal. Yo no conozco ninguna provincia argentina que tenga superávit fiscal. Tampoco lo tiene la Nación. Con lo cual, ese doble superávit gemelo o mellizo (como quiera llamarlo) que eran en realidad el superávit fiscal y el superávit comercial, bueno… hoy el superávit fiscal no existe más. Hay una deuda fiscal que va creciendo en la Nación que, a su vez, se transfiere a las provincias. Y, por otro lado, hay un superávit comercial que se mantiene a duras penas a través del precio de la soja.
—El yuyo… como solía llamarla la señora Presidenta.
—Sí, el yuyo proteico.
—¿Qué sería de nosotros sin el yuyo?
—Sí, esto es complicado. Además, el tema del comercio exterior es muy delicado porque tanto comprar como vender, con todas las limitaciones que impone una sola persona, resultan una contradicción en el mundo globalizado en el que vivimos. Todos los que quieren vender o comprar tienen que depender de la decisión del señor Moreno. Entonces, que una sola persona diga cuánto se puede exportar de trigo… Mientras tanto, el trigo se llena de hongos en los silos en vez de ser exportado. Se reservaron cinco millones de toneladas para consumo interno; ¿y el resto? Fíjese lo que pasa hoy con la leche. Ahí tenemos un problema muy serio. Usted va a comprar un litro de leche y tiene que pagarlo 6 pesos, mientras que al productor le pagan 1,50. ¿Quién se queda con esa diferencia entre 1,50 y 6 pesos? Con ese pedazo de rentabilidad. Y si no se distribuye correctamente la venta y no se hace del rubro “leche”, un producto vital y necesario con un precio lo más ajustado posible para que pueda llegar a los que menos tienen, bueno… estamos con problemas.
—Los santafesinos lo recuerdan como un buen gobernador. ¿Qué hubiera hecho usted con este tema del precio de la leche?
—Lo hicimos. Desde el Mercoláctea de San Francisco, Córdoba, presentamos seis medidas por las cuales se planteaban los derechos de los productores. Y el primer eslabón en la cadena productiva de la leche (desde que sale de la producción primaria hasta que llega a la mesa) es la producción de la leche. Si no hay tambo, no hay leche. Entonces siempre se degrada al primer eslabón. Esto mismo pasó con la carne. Hubo un momento en el que el precio de la comida era más caro que regalar el ternero. Regalaban entonces los terneros, y si esto ocurre, ¿cuándo habrá animales adultos para poder faenar? Como le decía, con la leche está pasando lo mismo: han cerrado muchísimos tambos. ¿Por qué? Bueno, porque no convenía estar tan pendiente del precio de la leche. Entonces, en San Francisco, Córdoba, cuando se hace el Congreso de Mercoláctea como todos los años, también allí se fijan políticas o propuestas para elevar a los responsables nacionales. Y el primer problema es defender la leche del productor. La producción primaria. Y allí tenemos dos puntos que pudieron completarse rápidamente: por ejemplo, saber qué precio se va a pagar. Hay allí tal grado de dependencia (por ser un producto perecedero) que, como bien sabemos, cuando se extrae la leche hay que entregarla rápidamente a la usina láctea. Es el primer paso, y luego, el día 20 del mes, recién le dicen al productor cuánto le van a pagar por lo que entregó. El otro punto se refiere al tenor de grasa butirosa que debe contener la leche. Esto también entra en la composición del precio. Entonces, con una red de laboratorios públicos que analicen cuál es el contenido de grasa, el productor sabe cuánto puede lograr con respecto al precio. Estas disposiciones mejoraron la cadena de producción, pero cuando dejan de cumplirse ocurre el problema que tenemos hoy. Observemos la falta de competitividad de nuestro país. Tenemos el ejemplo de los limones de Tucumán, el aceite de oliva de La Rioja o la caña de azúcar en Jujuy, y las manzanas y las peras del Valle de Río Negro. Si a esto sumamos la leche y la carne de la que hablábamos recién, estamos ahora ante una economía donde la inflación comió al dólar. Y, en esa situación, cuando hoy tenemos un dólar paralelo o eufemísticamente llamado “blue” (porque “negro” queda muy fúnebre), se trata de recomponer una situación que no tiene compostura si no se plantea el origen del problema.
—Perdón, pero ¿cuál es para usted la causa principal para que hayamos llegado a un mercado desdoblado, a la falta de competitividad, etc.?
—La causa es la inflación. En el gobierno de Néstor Kirchner teníamos un dólar alto. La inflación va comiendo. Entonces, ¿cómo responde la Nación a la inflación? Con emisión. Con lo cual entramos en una cadena por la que, en un momento, llegamos a que el dólar es bajo, y con un dólar bajo no encontramos competitividad. También se puede encontrar competitividad por otro camino que no sea solamente mover el dólar, pero el dólar se ha movido al paralelo. Quiere decir que si usted va y vende a 4,50 le darán una determinada cantidad de dólares, pero luego si los cambia en el paralelo a 6,50, ¿quién se queda con esa diferencia? Estos son temas que deben ser corregidos dialogando. Hay que sentar a una misma mesa a productores y trabajadores. Todos queremos que la economía funcione, porque de no ser así la sociedad se paraliza y viene lo que estamos hoy al borde de que ocurra. Me refiero al estancamiento con inflación. Y esto ya lo hemos vivido con el Rodrigazo, la circular 1050, el 2001.
—En este momento, en la Capital Federal estamos en el quinto día sin subterráneos. Buenos Aires es un caos con un millón de personas que usaban el subte y hoy no pueden hacerlo. Según su experiencia, ¿cómo ve esta pelea entre la Ciudad y la Nación?
—Sí, es una ciudad colapsada. Y está colapsada porque falta un sistema de transporte público eficiente. Una ciudad como Buenos Aires no puede tener la cantidad de autos que van a razón de 1,2 habitantes por vehículo. ¿Dónde estacionan? ¿Cuánto cuesta un estacionamiento? Tiene que haber grandes playas en las afueras de la ciudad.
—Lo que usted dice es cierto pero, además, hay una pelea política muy fuerte.
—Claro, hay una pelea política pero no se busca la solución del problema porque la solución está en jerarquizar el sistema público. No hay otra forma. Usted habla, por ejemplo, del subte. El sistema público. Hay que ver el costo y la tarifa. Si la tarifa coincide con el costo, muy bien. Ahora, si la tarifa no coincide con el costo, hay que poner la diferencia. ¿Quién paga la diferencia? Hay que tener un master plan para la ciudad de Buenos Aires que permita una mayor integración. Si ponemos como ejemplo a una gran ciudad como Nueva York, bueno, tiene un sistema de transporte que garantiza una tranquilidad del tráfico vehicular que llama la atención. En la Gran Manzana (contrariamente a lo que puede suponerse) no encontramos un infierno de bocinazos. Todos avanzan. ¿Por qué? Pues porque hay una planificación. Tal cosa debe hacer Buenos Aires. Por supuesto que esto llevará tiempo, no es algo que pueda hacerse de un día para el otro. Llevará veinte años, pero veinte años pasan rápido. Una ciudad sin planificación no es imaginable. Las ciudades que la tienen han avanzado. Mire –se entusiasma–, si yo hubiera sabido que iba a ser intendente de Rosario habría estudiado urbanismo y no medicina. El urbanismo ayuda a la calidad de vida de la gente. La disposición de las calles, el arbolado público, la ubicación de los parques y las plazas son todas cosas que llevan tiempo. La gran urbanización de París fue la obra de un notable arquitecto como era Haussman. De lo contrario, se habría mantenido como una ciudad medieval ampliada.
—Cuando usted reflexionaba recién y decía que de haber sabido habría estudiado urbanismo, no pude dejar de preguntarme, ¿cómo era usted, Binner, cuando decidió entrar en la política?
—Me resulta trabajoso recordarlo. Me afilié al Partido Socialista cuando tenía 16 años (pese a que había que haber cumplido los 18 para tener la ficha de afiliación). La verdad es que siempre tuve un gran entusiasmo por todo lo urbano, el tema de la convivencia. La planificación. Por ejemplo, planificar el país. Argentina es un país que está absolutamente desproporcionado, con el 40% de sus habitantes hacinados alrededor de las grandes ciudades, y las migraciones que se producen van a engrosar esos cordones de pobreza que conocemos. La gente llega con un oficio pero sin salida laboral. El que sembraba la tierra o desarrollaba alguna actividad doméstica tendrá, claro, mucha dificultad para integrarse.
—¿Cuál sería su idea rectora si fuera presidente de la Nación?
—La idea rectora es tener un plan a veinte años, un plan de Estado. Eso lo hicimos en Rosario y funcionó. Y lo hicimos en Santa Fe y está funcionando. De manera que no tenemos que pensar solamente en el hoy, sino tener un eje rector dentro de la planificación. Las cosas no pueden hacerse de un día para el otro. Pero hay que comenzar.
—¿Qué haría con la inseguridad?
—En primer término, ordenaría todas las ciudades. Hay que ser muy duro con el tema del delito y tener una actitud positiva para doblegar el flagelo de la delincuencia. Por supuesto que hay una cantidad de factores que ya conocemos, pero a las víctimas de los delitos no les puedo explicar que al delincuente hay que mandarlo a la escuela. Tengo que proceder con la Justicia y tomar las medidas que correspondan. Por otra parte, hay que relacionar este tema con la participación de todos los organismos de seguridad. Tenemos Policía Provincial, Federal, Prefectura, Gendarmería, Policía Aeronáutica… bueno, todos ellos deben tener un mapa del delito común. Si no tenemos un mapa del delito para todo el país, tendremos una situación crítica. A nosotros nos pasó en Santa Fe. Situaciones de robo y distintas actividades delictivas y una población que estaba muy cerca de la frontera de Santa Fe y la provincia de Buenos Aires. Entonces, si la policía de Santa Fe tiene solamente los datos de la delincuencia en Santa Fe y no los de la provincia de Buenos Aires, ya ahí tenemos un problema. ¿Y quién puede sumar todo esto? El Ministerio de Defensa, que debe convocarlos a todos con un mapa y preguntarles qué información necesitan y qué elementos técnicos precisa la Policía Científica, etc. En esto es posible avanzar muchísimo. Hay cosas que se pueden hacer desde el punto de vista del garantismo, pero desde el punto de vista de lo que demanda la sociedad, ciertamente no. No podemos, claro, saltar del garantismo a la ley de Blumberg. Pero debemos pensar que la sociedad también está emitiendo señales. Alguien que incendia a su mujer en un arrebato de violencia… bueno, ha dado lugar a una serie de hechos exactamente iguales. Es muy probable que esa misma persona no vuelva a cometer ese acto pero, desgraciadamente, sirve como ejemplo. De los peores. Y por ese motivo hay tantos casos. Fíjese qué atroz el caso de la niña Candela: tomar a una criatura para enviar una señal a quien se le tiene encono. Bueno, de esta atrocidad tenemos varios casos. Este es un tema importante que debe ser tratado con mucha firmeza, y lamento que haya instituciones que crean que liberando a los presos pueden juntar más adhesiones políticas. No debemos permitir que se desvirtúe la función de la propia Justicia…
Tomamos un último café con el doctor Binner. Y no podemos dejar de fantasear también con la última pregunta:
—Si en vez de tomar un café conmigo estuviera sentado frente a Cristina Kirchner, ¿cuál sería el meollo de la conversación?
Binner esboza una media sonrisa y luego:
—Bueno, primero habría que escucharla. Yo he tenido entrevistas de una hora con ella en las cuales los primeros 55 minutos habla solamente ella… de modo que en los cinco minutos restantes hay que aprovechar para decir muchas cosas. Pero, hablando seriamente, yo creo que lo importante sería que escuche a la gente porque hoy la veo absolutamente sola y creo que eso no es bueno. Un país con 40 millones de habitantes necesita una democracia más fresca, donde se tengan en cuenta las opiniones diferentes al propio pensamiento.
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