Sin importar edad o condición, los adeptos a este deporte son cada vez más. La creación de grupos a través de las redes sociales ayuda a la convocatoria. El estado de las calles y la falta de respeto son los obstáculos principales.
Diario UNO |
Solos o en grupos, son cada vez más las personas que se animan a vencer los prejuicios para desplazarse sobre las ocho ruedas y se suman a las filas del roller urbano. Las redes sociales acompañan el crecimiento de esta moda a través de la creación de grupos con el objetivo de reunir a las personas interesadas en deambular en las calles. Uno de ellos es el conocido como Club de Rollers Santa Fe, el cual cumplió cinco años de existencia y va por más. Diario UNO dialogó con Marisel Bonnet, quien además de integrar esta agrupación también es instructora de la Escuela de Rollers Santa Fe, dependiente de la Municipalidad y brindó un panorama de la actividad en la ciudad. En ese contexto la consultada remarcó las diferencias entre los ámbitos y sus fines.
En la escuela de rollers, que funciona en el playón municipal de Almirante Brown 5294 se inician aquellas personas que no tienen conocimiento de ningún tipo. “Se enseña a ponerse los patines, pararse, girar, frenar. Se hacen pequeñas salidas a la altura del playón en la costanera, todo de a poco”, relató la instructora. Una vez que los alumnos adquirieron la seguridad necesaria para desplazarse solos y dejan de ir a la escuela, la mayoría pasan a integrar el grupo de Club Rollers. En relación a la escuela, está conformada por personas que superan la barrera de los 30 años y que si bien se acerca con el objetivo de moverse, en la mayoría de los casos no es adepta a prácticas deportivas, ya que se trata de gente que busca desarrollar una actividad placentera. “Cuando uno ve a alguien andando en rollers, da la impresión de que va relajado, disfrutando y vienen a intentarlo”, explicó la instructora e integrante del grupo.
En las primeras clases se hace evidente los temores de la mayoría, ya que muchos asisten pensando que no van a poder y que es una práctica difícil. “Lo lindo es ver a la gente que le agarra la mano”, sostuvo Bonnet quien colabora en la instrucción de los principiantes.
Una vez que los alumnos adquirieron las destrezas necesarias para deambular en las calles, comienza la etapa más divertida y recreativa para los que deseen sumarse: las salidas semanales que se proponen desde la comunidad. Para esto es fundamental contar con un manejo seguro de los rollers, ya que de lo contrario pondrá en riesgo su vida y la de los demás. Por otro lado no se transitará de forma tranquila. “Y la idea de andar es disfrutar”, aseguró Bonnet.
A pesar de que cualquier persona puede unirse a este colectivo, advirtieron que en caso de que se perciba la falta de herramientas para poder desplazarse en la calle, se le aconsejará que acudan a la escuela para reforzar los aspectos que le estén faltando.
Los trayectos incluyen Costanera Este y Oeste,además de algún sector cercano a lo que son la iglesia Guadalupe, Universidad Católica. El centro también se suma en un recorrido que abarca calle Balcarce, San Jerónimo hasta el Parque Sur, en ocasiones se llega hasta el Isef. Otro de los recorridos incluye a barrio El Pozo. “Estamos siempre tratando de ampliar, buscar nuevos rumbos porque uno se cansa de andar siempre por el mismo lugar”, explicó Marisel.
No hay prioridad
El primer desafío al momento de encarar las salidas grupales es buscar el estado de las calles, ya que los recorridos se basan en las condiciones de las mismas. El cuadro que se da con los ciclistas se repite en los usuarios de los patines, ya que en la mayoría de las oportunidades los automovilistas no son respetuosos de esta práctica deportiva. Desde la agrupación atribuyen este comportamiento a una cuestión cultural y de adaptación de los automovilistas de ver gente haciendo deporte. “No es que nosotros estamos paveando, salimos como lo hacen los ciclistas y hay gente que todavía no lo entiende. El que hace deporte necesita un piso donde poder andar”, se quejó Bonnet a quien le toca evidenciar este tipo de conductas en las calles de la ciudad.
Al contrario de lo que hacen los conductores, uno de los aspectos en los cuales se hace hincapié entre los patinadores es el respeto a las normas de tránsito y ser respetuosos de los espacios en los cuales se desplazan. “Además insistimos en que usen las protecciones, el casco, nosotros en la noche estamos con luces”, aclaró la instructora. A pesar de que los grupos se reúnen en horarios donde el flujo de tránsito es menor los inconvenientes para los patinadores se siguen dando.“Eso intentamos, pero en verano a las 21 sigue habiendo tránsito y en la Costanera hay muchos que van a comer y estacionan en la senda que es para la bicisenda”, explicó la integrante de la agrupación al mismo tiempo que destacó que ese tipo de comportamiento les genera problemas para transitar por la arteria.
Los autos pasan tocando bocina para advertir a los patinadores que cuentan con la bicisenda para circular, sin embargo los deportistas se ven impedidos para usarla ya que esta es ocupada por los autos mal estacionados. “Lamentablemente esas bicisendas están pensadas para bicicletas y no para rollers”, explicó Bonnet quien agregó que en ocasiones anteriores manifestó a las autoridades su deseo de que el deporte se tenga en cuenta. “Sé que uno tiene que pagar derecho de piso, el roller es un deporte muy nuevo en Santa Fe no se lo ve todavía como un medio de transporte”, agregó.
En torno a ese concepto sostuvo que en la sociedad santafesina aún no existe una idea abierta sobre el uso de medios de transporte alternativo. “Nos tenemos que ir adaptando a estas cuestiones y Santa Fe no está preparada aún, recién ahora nos están dando lugares como la escuela por ejemplo”, reiteró la deportista.
En los últimos tres años las agrupaciones de patinadores evidenciaron un gran crecimiento. El factor más importante para que esto se hiciera palpable fue el hecho de que la gente se animara a romper las barreras del miedo.
Otra de las variables que colaboró a que se sumen adeptos fue la creación de la escuela ya que el grupo se fue abriendo para dar lugar a personas que de a poco se acercaban para sondear la metodología, desde hombres solos a familias enteras dieron el salto y empezaron a practicar con la ayuda de los instructores.
“Empezó a crecer mucho porque la gente sentía que había un lugar dónde podía aprender e integrarse y no sentirse un loco solo, una vez que se adapta y vence los prejuicios uno sale solo”, sostuvo la entrenadora y aficionada. Por otro lado destacó que en la mayoría de los casos, la actividad es de carácter temporal y muchos lo terminan dejando por sus obligaciones. Las condiciones climáticas también colaboran al alejamiento que se evidencia en invierno o en épocas lluviosas, donde se opta por el resguardo bajo techo.
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