Dardo Dorato, de AMR, sabe que los tiempos cambiaron y que ya no son como años atrás, pero está convencido de que los médicos conservan su predicamento social.
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Dardo Dorato sabe que los tiempos cambiaron y que ya no son como años atrás, pero está convencido de que los médicos conservan su predicamento social. Cree que el buen profesional tiene que saber escuchar a su paciente, tener calle y ser humilde, y advierte que "el apuro" en las consultas atenta contra la calidad de la atención. Con precisión de cirujano, aunque no lo sea, enumera los temas que tienen en alerta a la entidad que lidera: la ausencia de un sistema integrado de salud, la inseguridad con la que conviven a diario y la inserción laboral de los nuevos profesionales. Mientras advierte como una falencia que no se sepa cuántos se necesitan realmente en Rosario, remarca que hoy un médico no puede vivir con un solo trabajo. Un especialista que se maneja en la política como si fuera una sala de parto, un político con guardapolvo blanco que se ocupa de traer niños al mundo.
—¿Cuál es la mayor preocupación de la Asociación Médica en estos momentos?
—Las preocupaciones son múltiples. Desde lo general, la ausencia de un sistema integrado que permita que se puedan aplicar políticas públicas de salud. Cuando hablamos de salud pública la gente tiende a pensar que es el Estado únicamente y no es así; está integrada por el sector estatal, la seguridad social y los privados. Lo que tenemos en el país es un sistema altamente fragmentado que impide que los Estados provinciales puedan aplicar políticas racionales. Y esto hace que el mercado sea una diáspora enorme y en ese marco el médico se defiende como puede. Yo pregunto cuántos médicos hacen falta en la provincia, o en Rosario, y no se sabe: es lo que el mercado marque. Acá no hay planificación, mientras que en los países centrales está muy bien determinado. Esto que parece macro impacta en la vida cotidiana de los médicos. También nos preocupa mucho la inserción laboral de los nuevos médicos, ya que hay menos oferta de formación de posgrado que egresados, y la violencia en los lugares de trabajo.
—Usted dijo que no hay un sistema integrado de salud, pero en Rosario y Santa Fe parece que funciona bien...
—Sí, especialmente en Rosario. La provincia arrancó después y cuesta mucho porque tiene una extensión territorial muy grande y distintas realidades. La integración del sistema estatal y el privado, que en realidad trabaja para la seguridad social, es muy compleja.
—¿Qué comprende la seguridad social?
—A las obras sociales, a las prepagas. Argentina tiene un fenómeno que no se dio en ninguna otra parte del mundo: la participación de los sindicatos. El sindicalismo aparece como comprador de servicios y empiezan a surgir distintos oferentes. Articular todo el sistema con tanta oferta no es fácil, y esa oferta dispersa hace que el sistema pierda eficiencia.
—¿Por qué?
—Porque a pesar de que ciencias médicas y las ingenierías fueron definidas como estratégicas para el desarrollo, no se logra encuadrar al sector con una política clara de desarrollo y sobre todo de previsibilidad de acá a 20, 30 años. Rosario además tiene la particularidad de que la Facultad de Medicina admite el libre ingreso; eso también repercute en el mercado laboral. El resto de las facultades de medicina del país son poco solidarias con la de Rosario.
—¿Está a favor del ingreso irrestricto en Medicina?
—Estoy de acuerdo con el ingreso libre a la educación superior. Hoy es correcto que funcione así porque nadie sabe decir cuántos médicos hacen falta, está librado al mercado. Si nosotros tuviésemos un sistema de salud integrado se podría orientar el ingreso. Por ejemplo, tenemos un déficit tremendo de enfermeras y sobran médicos; la carrera de enfermería en otros países está jerarquizada socialmente, bien remunerada, con muchas exigencias en el estudio, y acá no es así. Son las políticas de Estado las que deben decir cómo se estimulan estas cuestiones.
—Dijo que el médico se defiende como puede...
—No hay un manual para la inserción laboral. Los estudios que hacemos nosotros reflejan una constante: el multiempleo. Casi la totalidad de los médicos de Rosario tienen dos o más trabajos, muchos tienen tres. Esto demuestra que la inserción laboral es complicada.
—¿El multiempleo atenta contra la calidad de la atención?
—Sí. Lo mejor es tener un único trabajo y estar cómodo. El estímulo principal, como para cualquier persona, es el ingreso, pero existen otros estímulos que cuentan y mucho, como la calidad del ambiente laboral. Obviamente, el multiempleo dificulta encontrar esos estímulos.
—Está claro entonces que el multiempleo afecta al médico, ¿y al paciente?
—También, afecta a todos. La sociedad está organizada y vive de esa manera. El médico no es la excepción. Siempre decimos que es imposible una profesión médica floreciente en una sociedad pauperizada. La obligación de instituciones como la nuestra es acompañar los procesos que contribuyan a mejorar la calidad de vida de la gente; tenemos que velar no sólo por los intereses particulares de los médicos sino del medio social que los rodea.
—¿Los médicos están mal pagos?
—Hay de todo; algunos están ganando bien y otros muy mal. Depende de la inserción laboral, que no siempre tiene que ver con sus conocimientos.
—¿Pueden vivir con un solo trabajo?
—En Rosario no. Las que se están registrando con dedicación exclusiva son las mujeres.
—Años atrás ser médico era sinónimo de prestigio social. Ya no parece ser tan así, ¿que pasó?
—Es una pregunta compleja. Es cierto que hay una pérdida de valores en la sociedad y en eso también tienen que ver los propios profesionales. Ser médico implica tener calle, leer el diario, estudiar otras cosas, ponerse en el lugar del otro, entender al otro. No sé si la principal tarea del médico es curar; en todo caso es aliviar el dolor, ayudar a bien morir y si se puede curar, mejor. Implica una contención humana hacia el paciente. De todas maneras creo que hay profesiones que siguen teniendo predicamento social: abogados y médicos. Quizás no como en otras épocas, pero siguen teniendo un peso social que no es menor. Y esto conlleva una gran responsabilidad. Por eso nuestras opiniones como entidad deben ser responsables, creíbles.
—Sin embargo, y pese a lo que usted sostiene, algunos de sus colegas dan la impresión de ser poco serios...
—Sí, porque hay buenos y malos como en todas las profesiones.
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