El mejor divulgador de Matemática del mundo sostiene que hay un rechazo muy grande hacia esta asignatura. “En cambio, nadie diría que no sabe leer”, plantea. Un repaso por la conferencia de prensa que brindó en la ciudad.
Paenza desafió a los alumnos secundarios de Santa Fe a resolver problemas para su programa “Alterados por Pi”. El gimnasio de la escuela Normal estaba repleto de estudiantes.- Foto:Luis Cetraro
Mariela Goy
mgoy@ellitoral.com
“La gente dice abiertamente ‘no sé Matemática, soy malo’. Es curioso: no da culpa reconocerlo y hasta parece que se saca patente de formar parte de alguna mayoría. En cambio, nadie diría ‘no sé leer’ o ‘no me pregunte si me relaciono con la gente, porque soy muy malo en socializar”. La frase pertenece a Adrián Paenza, que hace poco recibió el Premio Leelavati al mejor divulgador de Matemática del mundo.
“Profesionalmente, fue el momento más importante de mi vida”, destacó el matemático, que recientemente estuvo en Santa Fe para grabar con alumnos de la ciudad dos programas del ciclo “Alterados por Pi”, que se emite por Canal Encuentro.
“Me sorprendió, porque ni siquiera sabía que existía este premio, y me cambió la vida en muchos sentidos”, consideró el periodista y doctor en Ciencias Matemáticas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), que está recorriendo algunas provincias del país para la grabación de su programa 2015.
Paenza prefirió atender a los medios de comunicación locales en una conferencia de prensa realizada en Casa de Gobierno, junto a la ministra de Educación, Claudia Balagué. El matemático -que vive en Chicago la mayor parte del año- respondió a todas las preguntas que le hicieron periodistas locales, y que se sintetizan en esta entrevista colaborativa.
—Viene de recibir un premio muy importante en la divulgación de la Matemática. ¿Qué significó para usted?
—Profesionalmente, fue el momento más importante de mi vida. Recibir un premio parece una cuestión individual pero no es así. Una persona puede ser un buen comunicador, pero si no estuviera Canal Encuentro, Canal 7, Página 12, Siglo XXI, Sudamericana, Tecnópolis, Claudio Martínez -que es mi amigo y productor general- y la gran cantidad gente que trabaja conmigo, sería difícil que lo hubiera recibido. Un mes y medio antes que me entregaran el Leelavati, le dieron un premio al argentino Miguel Walsh como el matemático destacado más joven. También nombraron vicepresidente de IMU (International Mathematical Union) a Alicia Dickenstein. Si uno mira la película, ve que esto marca una tendencia y un momento particular en la historia de la Matemática argentina.
—A partir del gran éxito de sus libros ¿Ha cambiado la manera en que los estudiantes aprenden Matemática? ¿Se han generado contenidos nuevos?
—Los contenidos de los libros no son nuevos, sino que son cosas muy conocidas. Si yo hubiera sabido que iban a tener esta repercusión, los hubiese escrito hace 30 años. Lo que yo intento siempre es seducir. Necesito mostrar que hay otra parte de la Matemática que es la que menos se muestra. En la vida, uno primero tiene un problema y después busca la solución. En los colegios, en general, uno busca soluciones a problemas que no tiene. Entonces es muy aburrido. El título de mi último libro es “La puerta equivocada” porque entramos al conocimiento por un lugar erróneo. En el programa de televisión tengo la ventaja de que yo selecciono los temas. En cambio, un docente no puede seleccionar todo lo que quiere o lo que le gustaría dar, porque debe seguir un programa escolar.
La salud del rechazo
—En estos momentos de tanta violencia en las escuelas ¿Es un desafío trabajar con los chicos desde otro lado, sobre todo en Matemática?
—Cada programa que hago es todo un desafío. Los contenidos de los micros no son cosas nuevas pero es un desafío porque todos vamos aprendiendo: los padres, los docentes, los chicos, yo mismo. En general, en la Historia hay un mecanismo de educación vertical. Antes, un docente llegaba, se sentaba y dictaba clases. Ahora eso no pasa más, están dadas las condiciones para que los chicos pregunten y no se sometan a la autoridad porque sí. Ése también es el desafío: enseñar de manera horizontal en vez de vertical, y poder decir “no sé” nosotros también. La manera de enseñar la Matemática ha cambiado como han cambiado desde hace 20 años todas las áreas.
—Uno de los fundamentos del premio Leelavati destacaba su “pasión” por transmitir la “alegría” de la Matemática. La verdad es que a muchos de nosotros nos costó encontrarle pasión y alegría a la Matemática en la escuela.
—Estaba grabando un programa con la ministra de Cultura de la Nación, Teresa Parodi, y ella me pidió previamente que no le preguntara nada porque “Yo de Matemática sé poco”, me dijo. Es curioso cómo la gente admite sin culpa que no sabe Matemática. A Teresa le planteé un problema, se quedó pensando y la empecé a ayudar. En un momento determinado ella descubrió la solución, y antes de que me la diga, yo le vi la cara y lo supe.
Lo que pasa es que hay un rechazo muy grande hacia la Matemática. En todo caso, es un síntoma de salud que haya ese rechazo porque en el colegio se contestan preguntas que uno nunca se hizo. El chico tiene que sentarse, anotar, estudiar, hacer tarea, le toman prueba al día siguiente. Le pregunta a los padres “¿Esto para qué me sirve?”, y los padres tampoco saben. Y responden lo más fácil: “Lo vas a saber más adelante”. Pero ese más adelante nunca llega porque nadie pide que le llenen 7/8 de tanque con nafta. No digo que no haya que aprender toda la Matemática, pero hay que ver cuándo vamos a aprender determinados contenidos.
Rockstar
—¿Cómo es grabar programas de Matemática con los chicos como protagonistas?
—Llegué a una escuela primaria donde había 500 chicos y fue como si hubiera llegado una estrella de rock. Un chico me tiraba del pantalón y me preguntaba cuánto es 1.000 por 1.000, otro me cuestionaba si había un número más grande que infinito, y una nena me decía “¿Vos no te equivocás nunca?”. Son extraordinarias las preguntas de los chicos. La Matemática tiene la ventaja de ser la única materia que toleró el paso del tiempo. El Teorema de Pitágoras es y seguirá siendo verdadero, independientemente de lo que pase. Pitágoras resolvió un problema, mientras que nosotros seguimos enseñando a los chicos las tablas de multiplicar para resolver operaciones que los adultos después haremos con calculadoras.
Reconocimiento
El Premio Leelavati se creó en 2010, y el argentino Adrián Paenza fue el segundo en recibirlo en agosto pasado, en Corea del Sur. El reconocimiento se debe a su actividad de divulgador de la ciencia en general y de la matemática en particular, plasmada en sus diversos trabajos en los medios de comunicación. Entre ellos, los programas de televisión “Científicos Industria Argentina” y “Alterados por Pi”, sus libros publicados en la serie “Matemática... ¿estás ahí?” y sus columnas de opinión en medios periodísticos.
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