Las edades cronológicas participan más de lo que creemos en los procesos de naturaleza psicomental relacionados con el miedo. A lo largo de nuestra vida se pueden diferenciar cuatro fases o etapas del temor.
Bernardo Stamateas
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Las edades cronológicas participan más de lo que creemos en los procesos de naturaleza psicomental relacionados con el miedo. A lo largo de nuestra vida se pueden diferenciar cuatro fases o etapas del temor.
La primera etapa del miedo es la de la infancia, el niño comienza a sentir miedo al abandono y al quedarse solo; por eso es normal que a esta edad (entre 4 y 7 años) los niños lloren cuando sus padres se van a la noche, al trabajo, a distintas reuniones, ya que sienten que estos los están dejando y temen a que no vuelvan a su lado.
Para minimizar esta etapa del miedo, un buen padre o madre debe darles seguridad a sus hijos de que, pase lo que pase, siempre estarán con ellos para ayudarlos en lo que necesiten. Son malos, en esta fase, los divorcios, las peleas entre los padres, los distanciamientos.
La segunda etapa de los miedos se produce al entrar en la adolescencia (13 a 19 años), el joven remplaza el miedo al abandono y comienza un fuerte temor hacia el cambio, lo diferente. Por eso se presentan muy seguido los cambios de humor, el rechazo y la burla hacia el otro (que es considerado diferente).
Es normal en esta parte de la vida el rechazo hacia los padres, ya que no se los trata de iguales, son “distintos” al adolescente. En esta fase de la vida los padres deben dejar de presionar tanto a los hijos, sólo deben hacerles notar que ellos siempre estarán para lo que necesiten, pero sin ser un “estorbo” para el joven.
La tercera fase de los miedos se da en la madurez ( 27 a 45 años), el adulto comienza a sentir un fuerte miedo de perder lo que tanto trabajo le costó conseguir, su sueldo y su trabajo, su familia, sus hijos, a perder el prestigio conseguido, la reputación conquistada, y, en fin, el miedo al “qué dirán”.
Para superar esta fase y estos miedos, el hombre debe poseer fuertes y buenas relaciones con su familia, sus amigos, su pareja, que sirven como apoyo en los momentos difíciles y en las “recaídas”. El adulto no debe sumergirse en la rutina, que se presenta como otro temor, debe intentar cosas nuevas, empezar diferentes “aventuras”.
La etapa final de los miedos se da en la vejez (después de los 55 años), aquí vuelven los miedos de perder lo que tenemos (la vida, miedo a la muerte) y retorna también el miedo a la realidad.
El hombre se da cuenta de que su vida se está deteriorando, que cada vez más se acerca a la temida muerte; sus hijos se alejan para estudiar, casarse, tener sus familias. El hombre se siente cada vez mas solo.
Es importante en esta etapa afianzarse en las relaciones sociales y familiares como en la etapa anterior.
Fuente: Uno Mendoza
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