Sus homilías diarias son traducidas a 40 idiomas, la audiencia de los miércoles y el Ángelus tienen público planetario y su cuenta en Twitter roza los 14 millones de seguidores. Lección para periodistas y para políticos.
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Si la verdad nos hace libres, como dice el Evangelio [Juan 8:32], es indudable que la soltura y la naturalidad con la cual se mueve Jorge Bergoglio en cualquier escenario que le toca ocupar desde que es Papa brota en primer lugar de la solidez de las creencias que busca transmitir.
"Francisco, como Juan Pablo II, tiene una fe de hormigón", dijo el escritor Bernard Lecomte, autor de una biografía sobre el pontífice polaco.
Lo primero entonces es la fuerza de la convicción. Lo que el Papa transmite es lo que el Papaes
. Por eso impacta, conmueve, por eso llega a tantos, más allá incluso de los confines de su Iglesia. Al Papa se le cree.
Pero, a la fuerza de un contenido que su emisor encarna con autenticidad, se suma un modo de transmisión sencillo y sin artificios. También en esto, Bergoglio expone su personalidad. Se muestra tal cual es.
En las formas, el Papa prácticamente no se pone límites. Sólo renunció a tener Facebook. Apela a todos los medios de comunicación posibles: entrevistas y ruedas de prensa –aunque pocas, fueron muy sustanciosas-, discursos –tanto leídos como improvisados-, homilías, catequesis, cartas públicas y privadas, una Encíclica que resume su programa pontificio, tweets y hasta llamadas telefónicas.
El estilo es directo y conciso, más cercano a la conversación, a la persuasión, a veces a la interpelación –con preguntas al público o alentándolo a dar vivas a Jesús, a María o a repetir a coro una frase-, la lectura interrumpida por breves improvisaciones, anécdotas, recuerdos de infancia –entre los que priman los consejos de su abuela-, metáforas –algunas fuertes, como cuando criticó a los curas con "cara de pimiento en vinagre"-, y hasta bromas, como cuando, al presentarse por primera vez ante los periodistas como Pontífice, contó que le habían sugerido llamarse Clemente XV para vengarse de Clemente XVI, el Papa que suprimió la Compañía de Jesús.
El registro es coloquial y sembrado de modismos y neologismos (Jesús nos primerea, no balconeen la vida) –que desesperan a los traductores-, y que ya han sido rebautizados comobergoglismos (ver lista aquí). Aunque no eleva la voz, el énfasis –marcado en la escritura por el signo de interrogación- es muy frecuente en sus mensajes. Recordemos el ya célebre: "¡Hagan lío!"
Priman las palabras benévolas, las que hacen a la misericordia, el perdón, la amabilidad, la gratitud
, como las tres que aconseja siempre repetir como un mantra a los matrimonios: por favor, perdón, gracias.
Pero no faltan las reconvenciones. Una de las más frecuentes, al chisme y a la habladuría, y a su grado superlativo, la calumnia. A la hipocresía, como lo hizo en una homilía reciente con gran dureza. Y, a la par con el perdón al pecador, la condena al corrupto que, lo explicó él mismo en un librito –que debería convertirse en catecismo de los políticos- es algo así comoun pecador serial, recalcitrante, uno que no se arrepiente.
El efecto de la comunicación papal puede tal vez resumirse en una palabra: cercanía, que define bien el tipo de clima que crea con su audiencia, tanto presente in situ como virtual. Porque el Papa habla siempre de un modo personal, íntimo, pero se dirige al mundo entero.
Interpela al público. Incita a los fieles y a los sacerdotes a salir de la modorra. Y, sin llamar a la conversión –"la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción", dice siempre- muestra a los no creyentes la misericordia en acción.
Misión común entre la Iglesia y los periodistas
En su primera aparición ante la prensa –ya mencionada-, el 18 de marzo de 2013, Francisco les dijo a los cerca de 6.000 cronistas de todo el mundo reunidos en el aula Paulo VI: "Ustedes tienen la capacidad de recoger y expresar las exigencias de nuestro tiempo y de ofrecer los elementos para una lectura de la realidad. Su trabajo necesita de estudio, de sensibilidad, de experiencia, como muchas otras profesiones, pero exige una particular atención en la relación con la verdad, la bondad y la belleza. Y esto nos hace particularmente cercanos, porque la Iglesia existe justamente para eso, para comunicar la verdad, la bondad y la belleza en persona. Debería aparecer claramente que somos llamados todos, no a comunicarnos a nosotros mismos, sino esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza".
Tiempo después, en enero de 2014, en una audiencia con el personal de la RAI, en ocasión de su 90º aniversario, reiteró este concepto. El periodismo tiene que ser "un servicio a la verdad, a la bondad y a la belleza"
.
"Deben evitar conceptos tan dañinos como la desinformación, la difamación, la calumnia y mantener un alto nivel ético", fue su recomendación.
"Recuerden que vuestra profesión, además de informativa, es formativa, es un servicio público, es decir, un servicio al bien común", dijo.
A pocos meses de iniciado su papado, el diario Le Monde describía a Francisco como un "verdadero animal político" que se está "imponiendo en la escena mediática mundial", y el escritor italiano Umberto Eco lo llamaba "Papa del mundo de la globalización".
No faltan quienes estudian el método de comunicación papal, su discurso, su estilo de liderazgo, como para extraer preceptos y consignas universales o sistematizar un método.
Pero hay algo que ningún manual de comunicación puede ofrecer, porque no hay retórica que valga para el que no tiene nada que transmitir
, para el que no se presenta ante los demás armado, inspirado, movido, por una verdad encarnada.
En Francisco no hay doble lenguaje, no hay hipocresía, las palabras son precedidas o acompañadas por los gestos y por los gestos y por los actos. Por eso es claro, profundo y creíble. Por eso no necesita artificios.
La elocuencia puede sustituir en ocasiones la oquedad de las palabras, pero a la larga, si no hay sustancia, nada queda.
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