El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, llamó a abrir el corazón para que “esta vida de Jesucristo, sea también nuestra vida”. Asimismo le pidió a la sociedad que valore y sostenga la familia, la educación y la escuela.
Autor:Manuel Testi / Diario UNO Santa Fe - Mons. José María Arancedo.
El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, llamó a abrir el corazón para que “esta vida de Jesucristo, sea también nuestra vida” y pidió que la alegría de la resurrección “no nos haga olvidar de esa otra realidad tan cercana que nos duele e interpela”.
“Cuando vemos la violencia, el avance de la droga, la marginalidad, y frente a ello notamos indiferencia o un individualismo que nos aísla, no podemos permanecer ajenos. En la Pascua hemos celebrado el triunfo del bien sobre el mal, pero el bien necesita testigos, protagonistas. Entender esto es comprender que Dios actúa y llega al hombre, a través del mismo hombre. No podemos esperar milagros. El milagro de Dios es la creación de un hombre libre, abierto a sus hermanos y a un encuentro con él. Dios no sustituye al hombre, lo necesita para crear con él una sociedad más fraterna, que sea la casa de todos sus hijos”, subrayó en su mensaje pascual.
El prelado aseguró que “vivimos en una sociedad que busca respuestas a estos dramas. Sabemos que no alcanzan sólo estructuras o metodologías nuevas, la crisis tiene raíces más profundas. La crisis es moral y cultural. El hombre, especialmente el joven, vive una orfandad de referencias, de valores y de ejemplaridad, que compromete el sentido de su vida y la fuerza de sus ideales”.
“No alcanza, por otra parte, sólo con presentar valores, estos necesitan ser vistos, testimoniados y asimilados. Hay una crisis de ejemplaridad, de credibilidad y de confianza que lleva a muchos jóvenes a refugiarse en un presente sin horizontes, sin un proyecto que aliente su futuro. Ellos, desgraciadamente, son presa fácil de una sociedad que en su afán de lucro no tiene límites”, agregó.
Monseñor Arancedo consideró “importante que recuperemos la confianza. Ella necesita apoyarse en el testimonio de la verdad, en la certeza de la justicia y en la credibilidad de la palabra. Cuando estas dimensiones se devalúan se debilita el nivel de nuestras relaciones y decae la vida de la sociedad. Estas cuestiones, en cuanto tienen al hombre como sujeto, poseen una ineludible dimensión moral”.
“Todo esto tiene que ver con la Pascua, que es un principio de Vida Nueva que eleva la vida y las relaciones del hombre. No debemos negar los problemas, pero sí tener frente a ellos una actitud de compromiso y de esperanza, porque el bien, el amor y la paz ya han triunfado en Jesucristo. Este mensaje de Pascua quiere ser un llamado a todos los hombres y a toda la dirigencia, para sentirnos protagonistas en la creación de una sociedad más humana, más justa y solidaria”, sostuvo.
“Queridos amigos, vivamos la alegría de la Pascua con un corazón abierto y con la certeza de un camino al que todos estamos invitados a participar. Felices Pascuas”, concluyó.
"Desde el Evangelio"
El arzobispo se refirió a la próxima celebración de la Pascua en su mensaje dominical:
"La Pascua es el acontecimiento mayor en la vida de Jesucristo: "para esto he venido al mundo" (Jn. 18, 37), nos dice él mismo. No podemos comprender, por ello, a Jesucristo ni su relación con nosotros si no es desde su Pascua. San Pablo lo dice claramente: "Si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes" (1 Cor. 15, 14).
Tampoco la Pascua es un premio futuro del que participaremos "el último día". Es algo actual, es decir, ya hemos resucitado con Cristo: "La vida cristiana es, gracias a la obra del Espíritu Santo, una participación en la muerte y en la Resurrección de Cristo" (C. I. C. 1002). Celebrar es actualizar la Pascua de Jesucristo.
Esta vida nueva de la Pascua comienza por la fe en Jesucristo y el Bautismo: ""En el bautismo, ustedes fueron sepultados con él, y con él resucitaron" (Col. 2, 12). Esta nueva realidad que se inicia en el bautismo, es un principio dinámico de vida y comunión con Jesucristo. ¿Qué significa esto para nosotros? Que a esta vida recibida en el bautismo la debemos mantener viva, esto es lo propio de la vida cristiana. Aquí cobra todo su valor la eucaristía como el sacramento que actualiza aquella gracia que recibimos en el bautismo. Ella es el alimento del cristiano. Esto nos hace ver la importancia de la comunidad cristiana como lugar donde celebramos la fe, y se actualiza la Pascua del Señor como alimento. La celebración de la Misa dominical no es una reunión social, sino nuestra participación hoy en la Pascua del Señor.
La Pascua tiene, además, una dimensión social que debemos comprender y asumir. La vida cristiana no es algo intimista o privado, ello no pertenece al proyecto de Jesucristo. Él no ha venido para quedarse encerrado en nosotros, sino para hacernos partícipes de su vida y de su misión en el mundo. Todo debe ser iluminado por él. Este es el sentido de aquella exhortación de san Pablo: "Todo es de ustedes, nos dice, pero ustedes son de Cristo como Cristo es de Dios" (1 Cor. 3, 22). En ese "todo es de ustedes", debemos incluir todo, nuestras relaciones, familia, trabajo, política, es decir, no hay nada que no debamos iluminar; pero hay algo que nos define en el mundo: "ustedes son de Cristo". Esta es nuestra primera tarea en el mundo. Por ello, cuando vemos la realidad de este mundo con sus heridas de pobreza, inseguridad, muerte, droga, atropellos a los derechos humanos, nos debemos preguntar: ¿la Pascua de Cristo es actual y visible? Este es el gran desafío de una fe comprometida con el proyecto de Jesús. Lejos de encerrarnos en nuestro pequeño mundo debemos salir, nos diría Francisco, para iluminar con la luz de Jesucristo este mundo. El compromiso social, como vemos, pertenece al ámbito de la Pascua del Señor. Somos ciudadanos y testigos de la vida de Jesús en este mundo.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Fuente: Aica
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