Tras el pedido de indagatoria, el vice orquestó un plan para rescatar su imagen del ocaso. La incomodidad y el nerviosismo del funcionario.
Infobae |
"Esta bueno que me dejen decidir algo". La frase que ayer pronunció, con ironía, el vicepresidente resume la crisis política de la que no logra salir desde hace dos años. Amado Boudou intenta salvarse de un ahogo pronosticado y agravado esta semana por una ola violenta, que le llegó como una cachetada: el pedido de indagatoria del fiscal federalJorge Di Lello. Su respuesta fue presentarse ayer ante el juez delcaso Ciccone, que también lo investiga por supuesto enriquecimiento ilícito.
Boudou dejó su departamento de Puerto Madero alrededor de las 9. Llegó con sus abogados Diego Pirota y Eduardo Durañona –también amigo– a los tribunales de Retiro a las 11.15, bajó del auto frente a las escalinatas con la intención de dejarse fotografiar por la decena de fotógrafos que lo aguardaban detrás de las vallas. Había llegado para desplegar una señal política: dar la cara, mostrar que no va a huir de la crisis y que no se amparará “en ningún fuero” para evitar ser indagado. No era la mejor opción jurídica, pero primó el mensaje político, y por sobre todo, mediático. Más temprano, le había hecho llegar la novedad de que se dirigía a ver al juez a una reconocida periodista de temas judiciales. La noticia se propagó por Twitter. El fiscal del caso se enteró por la reportera. El juez se enteró por el llamado de un periodista.
La escena a continuación fue desconcertante. El vicepresidente de la Nación y sus dos abogados se presentaron en la mesa de entrada del juzgado federal de Ariel Lijo para entregar dos escritos. El secretario letrado del juez abrió la puerta, le estrechó la mano al vice y lo hizo pasar. Boudou aguardó en la oficina del secretario Javier Arzubi Calvo, quien se dirigió al despacho del juez por el pasillo que comunica ambas oficinas internamente.
—Tengo a Boudou en mi despacho.
—¿Qué hace en tu despacho? —preguntó el juez.
—Estaba en la mesa de entrada.
—¿Qué hace en tu despacho? —preguntó el juez.
—Estaba en la mesa de entrada.
El secretario hizo salir al vice, otra vez, al pasillo y dirigirse al despacho del juez, como cualquiera de los mortales. El recibimiento fue seco. “Me enteré por los medios que venía”, lo saludó Lijo. El vice estaba incómodo. La sonrisa que le pintó a su cara desde que ingresó a Tribunales no alcanzaba a disimular que estaba nervioso, estresado, con los ojos enrojecidos y el ánimo abatido. En uno de los escritos que presentó, Boudou se dirige al juez en primera persona, sostiene que es inocente del supuesto delito de negociaciones incompatibles con la función pública en la causa en la que se investiga si encabezó una maniobra para quedarse con la imprenta de billetes Ciccone.
Dice que los Ciccone mintieron al declarar que fueron despojados de la empresa por él y su socio y mejor amigo, José María Núñez Carmona. Afirma que es víctima de una “trama de operaciones políticas y mediáticas con fines económicos y políticos”. Más adelante, infiere que el financiador de la compra de Ciccone fue Raúl Moneta. Además, lavó culpas en Núñez Carmona, a quien le adjudicó haber alquilado el departamento del vice a un amigo de Alejandro Vandenbroele sin especificarle quién era. Los recibos de servicios de esa propiedad que tiene la Justicia demostrarían que allí vivió Vandenbroele, titular de The Old Fund (dueña de Ciccone), a quien Boudou dice no conocer. Pidió al juez ser sobreseído en la causa. Dijo queGuillermo Reinwick, Nicolás Ciccone y su hija Olga contaron una “versión guionada de los hechos” y que sus testimonios y la existencia de un supuesto video sobre un encuentro en el Palacio Duhau entre el vice y Vandenbroele “han sido los únicos ejes” para investigarlo. Negó todos los encuentros que los Ciccone dijeron al juez haber compartido con Boudou para negociar un salvataje de la empresa –entonces en quiebra– a cambio de su participación en la imprenta.
El encuentro entre el juez y el vice duró unos 15 minutos. Boudou le dijo que era víctima de los medios. “Siempre es difícil el derrotero”, le respondió Lijo. Quiso medir los tiempos del juez, que debe decidir cuándo lo cita a indagatoria, es decir, como acusado. “Las partes pueden presentar los pedidos que quieran. Yo lo voy a indagar en el momento que a mí me parezca”, le contestó Lijo. “No me voy a amparar en los fueros”, dijo Boudou y reiteró que el día que el juez lo cite lo encontrará allí. El juez labró un acta con la presentación del vice y le exhibió las imputaciones de los fiscales Carlos Rívolo y Di Lello.
Boudou salió del despacho y anunció que iba a hacer una conferencia de prensa en la que contestó tres preguntas. “Decida usted el lugar”, le indicó un periodista. “Esta bueno que me dejen decidir algo”, le contestó el vice. Eligió el hall de entrada. Boudou dijo que había llegado para que al juez le quedara claro que no apelaría a “ningún juego” para eludir la indagatoria. Se estima que será a mediados de año. “Lo único que existe –como prueba– es una nota que firmé en el marco de mis obligaciones como ministro de Economía”. Se refiere a la carta en la que recomendó que la AFIP apruebe una quita de deuda y de capital para salvar a Ciccone una vez en manos de The Old Fund. Deslizó responsabilidad de Ricardo Echegaray en el trámite ante el fisco.
La visita de Boudou terminó con su huida de las preguntas. No quiso contestar si había hablado con la Presidenta sobre su situación. Cuando llegaba a las escalinatas acosado por las cámaras, un camarógrafo golpeó a una trabajadora de Tribunales y el vice se lanzó a su rescate. Levantó a la mujer del suelo y la llevó hasta el hall, la acompañó unos minutos y se dirigió al subsuelo, desde donde podía dejar el edificio sin ser perseguido.
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