Es una de las cuestiones más controversiales del negocio minorista, dado que las perspectivas privilegian marcadamente alguno de los múltiples aspectos del tema.
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La regulación de los horarios comerciales es uno de los aspectos más controvertidos del comercio minorista dado que las perspectivas de los involucrados privilegian marcadamente alguno de los múltiples aspectos del tema.
Desde la óptica del consumidor, la libertad de horarios comerciales se apoya en una suma de cambios sociales, laborales, familiares, tecnológicos y de hábitos que impregnan y modifican la sociedad en el siglo XXI: la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, la mayor presencia de los hogares monoparentales, el que las compras han dejado de ser sólo un deber para convertirse en un tipo moderno de ocio y, las nuevas tecnologías que permiten comprar sin moverse de casa a cualquier hora. Los consumidores españoles eligen los grandes almacenes e hipermercados porque éstos permanecen abiertos más horas (Barómetro de abril de 2011 del Centro de Investigaciones Sociológicas, España) y, 74% de los de los habitantes de París y sus suburbios favorecen la apertura de tiendas en domingo (Ipsos 2006). Es que el horario ampliado permite más tiempo a las personas para tomar sus decisiones, evita a los consumidores la congestión de las horas de mayor venta y, por tanto, les permite disfrutar en mayor medida el tiempo que pasan haciendo sus compras. En Austria, los consumidores sorteaban la regulación horaria comprando en los países limítrofes y ahora mismo, en Francia existe preocupación en el comercio por los “tours de compras” a Londres organizados por las agencias de viaje francesas para los días domingo.
Los puntos de vista de los distintos formatos de distribución comercial difieren en función de cómo esperan que les afecte un hipotético cambio de la legislación en esta materia. Las grandes superficies buscan la flexibilización de los horarios comerciales ya que buena parte de la eficiencia del comercio más grande, la que se traduce en costos más bajos, son las economías de escala (menores costos por mayor escala de ventas) y de alcance (menores costos por mayor diversidad de productos ofrecidos) que les dan una ventaja de costes y precios y consecuentemente mayor competitividad respecto de los minoristas de menor porte.
Los pequeños comercios son los más reacios a la desregulación y argumentan que el comercio urbano de proximidad realiza una función de vertebración de las ciudades, que en caso de desaparecer llevaría a la despoblación y a la degradación de los centros urbanos. En el mismo sentido, el legislador suele justificar la regulación de los horarios comerciales para proteger al pequeño comercio frente a las grandes superficies. Sin embargo, los cambios recientes modifican el funcionamiento del sector comercial. No sólo en Argentina, sino también en muchos otros países, está cobrando relevancia los pequeños comercios regentados por inmigrantes, mayoritariamente de origen chino, que están desbancando a las tiendas tradicionales, no solo por tener precios muy reducidos sino también un horario muy amplio.
Otros argumentos económicos, son el impacto de la regulación sobre el turismo en las localidades donde éste es una fuente importante de ingresos económicos y la protección de los trabajadores, los que a menudo no tiene posibilidad de negarse a trabajar en domingo sin riesgo para el empleo y otras veces no reciben la remuneración que correspondería por tratarse de un feriado. A este argumento se le agrega que trabajando en domingo los empleados del sector minorista tienen que trabajar fuera de las horas de trabajo “tradicionales”. La idea subyacente aquí es que es deseable coordinar el ocio de las personas ya que la “felicidad colectiva” será mayor descansando o disfrutando del tiempo libre de forma colectiva, aunque habría que destacar las correspondientes externalidades negativas (cualquiera que haya visitado un parque público en un fin de semana soleado puede apreciar este reclamo).
Experiencia Internacional. En el área del euro la tendencia general ha sido la de ir extendiendo con el paso de los años los horarios comerciales, si bien, todos los países excepto Irlanda y Eslovaquia, conservan algún tipo de regulación en la materia. Dependiendo del país, se regula el máximo de domingos y festivos que pueden abrir los comercios, el mínimo de días que tienen que cerrar al año, el máximo de horas por día y/o semana y los horarios de apertura y cierre. Existe una amplia casuística sobre excepciones a la normativa general en función del tipo de producto (diarios, libros, flores, pan, medicamentos, combustibles, etcétera), del formato (tiendas de conveniencia), del tamaño (tiendas pequeñas) o de la localización del comercio (zonas turísticas, grandes ciudades, estaciones de transporte público, hoteles, etcétera). Un número importante de países actualmente permite a las tiendas abrir todos los domingos: Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Países Bajos, Polonia, Portugal, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, Suecia y el Reino Unido. Otros -Francia, Países Bajos y España- permiten que los comercios abran los domingos en las ciudades turísticas, en las capitales y en las ciudades importantes.
En América Latina se permite el domingo de compras prácticamente en todos los países.
La situación en Australia no es uniforme, ya que cada uno de sus estados y territorios tiene sus propias leyes. Históricamente, los negocios cerraban el fin de semana desde la tarde del sábado; la mayoría de los estados —Victoria, Tasmania y el Territorio del Norte— permiten ahora la apertura en domingo sin regulaciones. Australia Occidental, del Sur y Queensland son los estados más restrictivos. Nueva Zelanda, prohibió el comercio los fines de semana entre 1945 y 1980 y lo liberalizó completamente en 1990 con la excepción del viernes Santo, domingo de Pascua y Navidad, y antes de la 13 el Día de Anzac. Ciertos tipos de tiendas, tales como estaciones de servicio y de productos lácteos, son específicamente excluidos de esta restricción y todavía se les permite operar en estos días; fuera de las principales ciudades, las tiendas todavía se cierran para el fin de semana en las tardes de sábado.
Impacto internacional de la regulación de horarios comerciales
Diversos estudios confirman que en los Estados Unidos la liberalización horaria y de los domingos aumentó el empleo entre 4,4% y 6,4% en los estados que desregularon respecto de los que no lo hicieron y en Canadá indican que los comercios minoristas aumentaron el empleo, fundamentalmente en los comercios de mercancías generales (4,9% a 12% en el largo plazo) y que los efectos se potenciaron en las provincias donde la desregulación del día domingo se combinó con una mayor cantidad de horas de apertura.
Los primeros resultados de la investigación empírica relativa a la desregulación europea fueron desfavorables en cuanto a ventas y empleo, sin embargo estudios más recientes postulan que la fuerza de los hábitos desarrollados por los consumidores antes de la desregulación —sobre todo en Alemania donde la población no se acostumbró a la extensión horaria— fue el factor determinante de que los negocios no pudieran aprovechar las ventajas de estar más horas abiertos. Los efectos de la mayor regulación en España a fines de los ’90 habrían sido una mayor inflación, menor empleo en el sector y una mayor densidad comercial, salvo para los hipermercados.
Algunos gobiernos han producido pormenorizados informes previos a la desregulación del retail. Un ejemplo es el informe de la Comisión del gobierno de Australia: “Economic Structure and Performance of the Australian Retail Industry” del año 2011. El informe dedica un capítulo al análisis de la regulación horaria del comercio minorista comparando entre estados australianos regulados y desregulados y concluye que desde el punto de vista de toda la comunidad existen buenas razones para una desregulación completa de los horarios comerciales en Australia. Otro ejemplo es el del gobierno español: “Análisis y estimación del impacto económico de medidas liberalizadoras.” Los resultados del análisis muestran que pasando de las 72 horas de apertura semanales y 8 días festivos al año vigentes desde 2004 a una situación de desregulación total se podría obtener un incremento de la demanda en el sector de 9,93% y un incremento del gasto en consumo final de los hogares de 3,3%. Este informe constituye una de las razones por las que la norma básica nacional sobre horarios comerciales de atención al público se modificó en 2012 aumentando el mínimo laborable de la semana a 90 horas y el número mínimo de domingos y días festivos en los que los comercios podrán abrir a 16. Las Comunidades Autónomas podrán aumentar o reducir dicho número, pero en ningún caso pueden limitar por debajo de diez el número mínimo de domingos y festivos de apertura autorizada; el horario de apertura y cierre queda a elección de cada comerciante. También se ampliaron las excepciones ligadas a las ciudades donde el turismo de compras sea su principal atractivo o cuando otras circunstancias especiales lo justifiquen.
Conclusiones. La revisión de las tendencias internacionales respecto a la regulación de los horarios comerciales muestra que la misma no es uniforme y que en muchos países la legislación ha tenido marchas y contramarchas. Actualmente la tendencia más notoria es hacia una liberalización de las restricciones impuesta años atrás. Por otra parte, no parece para nada evidente que la regulación más estricta de los horarios comerciales junto a la prohibición de abrir en domingo tenga ventajas en términos económicos y los riesgos de perder comercio a favor de otras regiones o sistemas desregulados (compras por internet) son evidentes.
Parece importante entonces que la decisión final que tome el legislador en la provincia de Santa Fe, esté apoyada en un análisis riguroso de las consecuencias globales de mediano y largo plazo de la medida, más que en la fuerza de las argumentaciones, quizá válidas pero no necesariamente acertadas. Por otra parte, dada la magnitud del cambio que se propone y las consecuencias que éste aparejará, no parece sensato apurar una decisión que a todas luces no parece urgente.
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