Estuvo ahí de ganarla en el 88 y 92 con Newell's. Como DT de Libertad de Paraguay llegó a semifinales en 2006. Como si se fuera una jugada del destino, volverá a cruzarse en el camino del DT en 2013.
La Capital |
Como si se tratara de una jugada del destino, Gerardo Martino y la Libertadores volverán a cruzarse en el 2013. Un reencuentro que amontona recuerdos, partidos, momentos de ilusión y también experiencias definitorias frustrantes. De ahí que la Copa encaja como una pieza troquelada en la columna de deudas pendientes que tiene el entrenador de Newell\'s en su trayectoria. Basta con una mirada retrospectiva para encontrar un archivo en el que se caen con fuerza dos finales perdidas en tu etapa como jugador y una eliminación en semifinales ya con el ropaje de técnico. Cada vez que el Tata y la Copa estuvieron a punto de besarse apareció un episodio perturbador que atentó contra ese instante de gloria tan esperado y a la vez tan negado en la vida deportiva de Martino.
La primera gran frustración que golpeó a Martino fue la final perdida en el 88 contra Nacional en el Centenario. Aquel maravilloso equipo dirigido por José Yudica ganó el partido de ida por 1-0 con gol de Jorge Gabrich, pero en la vuelta en Montevideo fue literalmente borrado de la cancha por los uruguayos. Fue 3-0, pero pudo ser una goleada más insultante para los rojinegros. Aunque aquella consagración también se recuerda por la sospechada diferencia física que hubo entre un equipo y otro, justo en tiempos en los que la Conmebol no realizaba controles antidoping.
Cada vez que Martino se refirió a aquella final dijo que Newell\'s nunca estuvo cerca de ganarla: "El equipo del 88 no estaba preparado para ganar la Copa. Fue tan grande la diferencia que hubo entre Nacional y nosotros que en el partido en el Centenario nunca nos sentimos con chances. La prioridad de ese equipo era lograr el torneo local y lo ganó jugando un fútbol de excelencia", reflexionó el Tata cuando le preguntaron años después sobre la batalla en el Centenario.
Así como Martino no procesó con estatura de tremendismo la caída contra Nacional, la fatídica noche en el Morumbí en la Copa del 92 debe encuadrarse entre las peores pesadillas vividas por el Tata. Aquel equipo dirigido por Marcelo Bielsa se armó para levantar la Libertadores. Desplegó un fútbol dinámico y vertical que dominó durante algunos años el fútbol argentino, pero tuvo la mala suerte de encontrarse en el camino de la final contra aquel San Pablo magistral conducido por Telé Santana. Así y todo, Newell\'s venció 1-0 en el encuentro de ida jugada en el Gigante con un gol de penal convertido por Eduardo Berizzo. Pero en Brasil cayó por el mismo resultado, y el sueño copero terminó sepultado en el dramatismo de los penales.
"La sensación que me quedó de la final perdida contra San Pablo fue distinta a la que viví ante Nacional. Porque el equipo del 92 jugó aquella Libertadores para ganarla, pero la realidad es que nos cruzarnos con un equipo que con el tiempo se transformó en uno de los mejores de la historia. Pese a eso estuvimos a un penal de consagrarnos. Aquella imagen en el vestuario del Morumbí siempre será uno de los recuerdos más dolorosos de mi carrera", afirmó Martino, quien no ejecutó ningún penal en la noche del Morumbí porque había salido reemplazado por Cristian Domizi en el entretiempo por lesión.
La última vez que Martino tuvo al alcance de la mano la Libertadores fue como técnico de Libertad de Paraguay en la edición 2006. El Tata guió a un equipo que tenía a Pablo Guiñazú (uno de los posibles refuerzos rojinegros) como uno de sus principales lugartenientes adentro de la cancha. En el recorrido se cargó nada menos que a River en los cuartos de final, pero el conjunto del Tata cayó rendido en las semifinales contra Inter de Porto Alegre, equipo que finalmente se consagró campeón. Libertad no pudo establecer diferencias en Asunción y se retiró derrotado por 2 a 0 en la vuelta en el estadio Beira Rio en Brasil.
Por sí solos, estos antecedentes corren el riesgo de quedar como una simple abstracción vacía. En apenas un repaso estadístico. Pero en el caso de Martino estos datos tienen otra connotación. Porque aunque no lo diga con todas las letras, el Tata se quedó en Newell\'s para intentar saldar de una vez por todas esa deuda que le da vueltas por su cabeza como si fuera una dama encantada. Sueña con hacerlo sentado en el banco de suplentes del club con el que más disfrutaría obtener la Copa Libertadores, esa frutillita del postre que le falta a su ascendente carrera como entrenador.
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