Artemio Demasi es uno de los hinchas que cruzó a Paraguay para ver a Colón frente a Cerro Porteño. Lejos de una crónica de viaje, volvió con un cruento relato de detenciones y golpes discrecionales.
Estudiante de arquitectura, empleado de comercio, de barrio Centro y con 33 años de una pasión inmensa por Colón: así se presentó a Diario UNO Artemio Demasi, uno de los santafesinos que el lunes a la noche viajó a la ciudad de Asunción, Paraguay, con la ilusión de una clasificación sabalera a los cuartos de final de la Copa Sudamericana y que volvió casi 48 horas después, con un golpe de piedra en la sien izquierda, un brutal bastonazo en el brazo derecho y un sinnúmero de cuestionamientos a la deficiente organización del encuentro deportivo en el vecino país.
Su relato encadena una serie de contratiempos de las autoridades policiales hacia los hinchas argentinos, cada uno con distinto grado de violencia, que de manera individual podrían considerarse males menores. Pero su repetición obligó a Artemio a pensar que probablemente – lejos de la casualidad– fueron realizadas a modo de provocación.
“Nadie justifica la violencia, y si hubo destrozos al club o en el barrio por parte de argentinos, es absolutamente condenable. Sin embargo, lo que yo puedo contar, es la antesala de esos episodios, lo que nos ocurrió a los argentinos, hinchas de Colón que viajamos –como hemos hecho cientos de veces– a alentar nuestro equipo y que sufrimos gravísimas agresiones”, expresó el muchacho.
—¿Cómo se inició el viaje y cuáles fueron las primeras situaciones que los intranquilizaron?
—Justamente para viajar más tranquilos y tener que olvidarnos de cuestiones más administrativas, con un grupo de amigos contratamos el servicio de una empresa de turismo que nos llevaba a Asunción. Salimos el lunes a las 22 y el martes al mediodía ya habíamos dejado los bolsos en el hotel. Salimos a recorrer la ciudad, y más que un intercambio de chistes con hinchas de Cerro Porteño, no pasó nada, todo era de lo más normal y amistoso. Lo primero más raro fue que yendo hacia el estadio, el chofer se perdió y un inspector de tránsito en moto, nos hizo de guía. Pero en lugar de llevarnos a La Olla, donde se disputaba el partido, nos condujo hasta el estadio de Cerro de Chaco. Fue muy raro, pero bueno, pasó. Logramos salir de ese barrio y cuando llegamos al club Cerro Porteño, nos encontramos con otros colectivos de hinchas de Colón.
“Era una fila de seis o siete colectivos, y alrededor de los micros, caminaban los hinchas paraguayos. No había vallas, y muy pocos policías. Parecía un concierto de Arjona más que un partido de fútbol. Teníamos que sacar la entrada, uno por uno, y a menos de tres metros estaba el portón de ingreso, con un solo molinete para todos. Arriba nuestro, en la tribuna estaba la gente de Cerro Chico, a varios metros de altura, pero contenidos sólo por una pared de 80 centímetros. Los argentinos estábamos frenados en un embudo y con esta gente que desde arriba nos tiraban cosas, nos escupían y todo lo demás”.
“Nadie se salvó de ser golpeado”
—¿Qué sucedió dentro del estadio?
—Nos ubicaron a pocos metros de diferencia con los hinchas paraguayos, sólo separados por un alambre de menos de dos metros de altura y un par de policías formando una cadena humana. Había un puesto que vendía botellas, apenas lo vi me imaginé que iba a haber problemas. En el entretiempo tiraron gas pimienta y comenzaron a llover las piedras. Una me pegó en la sien y se me empezó a inflamar. Ahí fue cuando salí del estadio, encontré a un gendarme y le pedí una ambulancia. Me contestó que no había, que si quería atención médica iba a tener que caminar solo hasta la comisaría que estaba como a cinco cuadras del lugar. Obviamente me volvía a la tribuna. Ya la segunda mitad del partido no la pudimos terminar de ver. Mirábamos un segundo la cancha y después hacia los costados, porque caían piedras y otros objetos de todos lados, creo que nadie se salvó de ser golpeado. En el colectivo que yo volvía, todos teníamos algún tipo de herida.
—¿En qué momento saliste de la cancha?
—No recuerdo exactamente los horarios, pero yo por ejemplo no sabía que habían detenido el partido. Nunca me enteré. Era tal el nivel de violencia que muchos salimos del estadio, queríamos subir a los colectivos e irnos. Pero cuando estábamos en la puerta del club, nos dijeron que los colectivos estaban como a más de 20 cuadras. Yo fui a hablar con un gendarme, para que gestione que los micros nos vinieran a buscar, estaba hablando, lo más tranquilo posible en esa situación y pasa un grupo de la fuerza de choque y uno de ellos me pega un bastonazo en el brazo, porque sí. Simplemente porque tenía puesta la camiseta de Colón. Afuera también nos llovían las piedras, nos tiraban de todo. La policía nos arrinconó a los argentinos que salimos en una esquina, en diagonal a la entrada al club y armaron una especie de corralito. Fue un suplicio estar ahí y nos retuvieron más de una hora en esas condiciones.
—¿Qué pasó cuando subieron a los micros?
—Subirse a los colectivos fue muy problemático, la gente se quería ir, sin importar a qué ómnibus se subía. Muchos se desencontraron con los grupos que habían viajado. Cuando logramos avanzar, nos avisaron que todos íbamos a ser requisados en la comisaría. Todo ese control terminó a las cuatro de la madrugada.
“No hubo prevención”
—¿Cree que lo que sucedió fue consecuencia solamente de la desorganización de Paraguay o hubo otra intencionalidad?
—Es muy difícil analizar el viaje completo y no creer que hubo verdadera intención de provocar a la gente. Tengo relatos de amigos, que desde que cruzaron la frontera tuvieron problemas, desde el cobro de coimas hasta cosas más graves también. Como dije al principio, no justifico lo que pasó y si hubo argentinos que provocaron destrozos está mal. Pero por lo que yo viví, los arrestos fueron discrecionales. Si un vecino te señalaba como autor de un daño, quedabas preso. Sinceramente no creo que los 35 detenidos son culpables. Además, ¿cuántos paraguayos fueron detenidos? Lo que yo sentí es que la policía de Paraguay no quiso proteger a la gente, ni a los hinchas argentinos, ni a los vecinos del barrio. No hubo operativos de prevención de ninguna clase, no había ambulancias, no estaban preparados para semejante encuentro deportivo.
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