La frase pertenece a Liliana Cabrera, la mamá de la adolescente de 16 años asesinada en su casa de barrio Alfonso, al cumplirse un mes del homicidio. Piden que el menor acusado quede detenido.
Consigna. “Priscila presente”, fue el lema de la marcha que realizaron ayer los familiares de la víctima.
Priscila conocía a su asesino, por lo menos de vista. Liliana cuenta que los adolescentes se saludaban pero que no había más vínculo que ese. Por lo menos no que la familia supiera. “Las circunstancias del crimen, por qué la baleo a Priscila, hay que preguntárselo al asesino. Con ella no tenía ningún problema, sólo eran chicos conocidos del barrio. Si hubo algún otro detonante, no lo sabemos”, expresó Liliana.
“Yo quisiera verlos a la cara, que me mire a los ojos y que me diga él por qué tomó esa decisión. Necesito saber por qué la mató. No eran enemigos, se saludaban compartían una coca. Lo único que me queda ahora es que la Justicia lo deje preso. Que no salga nunca más. Ese chico es un asesino, no puede quedar libre. Los jueces tienen que entender esto. No puede ser que no vean la peligrosidad de esta persona. Yo sé que el asesino es menor, pero también sé que cuando decidió matarla, sabía lo que hacía. Quiero que el asesino pague por el crimen de mi hija. Hace 30 días que yo no duermo, pensando en justicia para ella”.
Ayer a la tarde, al cumplirse el primer mes del crimen de Priscila, sus familiares organizaron una concentración en la plazoleta ubicada en la intersección de las calles Monseñor Zazpe y Juan Díaz de Solís. “Elegimos este lugar para congregarnos porque Priscila siempre venía a este lugar con sus amigos. Se sentaban a tomar mate o una coca. Le gustaba venir. Y estamos emocionados con la gente que nos acompañó. Priscila era una chica muy querida en el barrio y más allá de sus familiares directos están todos los conocidos, nuestros vecinos, están muy consternados con lo que pasó”.
—¿Cómo fue?, ¿qué pasó la madrugada del 29 de julio?
—Habíamos estado jugando a la lotería y con mi marido nos fuimos a acostar. Estábamos en nuestra pieza. Priscila y Maxi, el novio venían caminando para casa. Se cruzaron con Negrucho y lo saludaron. Cuando se dieron vuelta les comenzaron a disparar. Ellos entraron a casa pero les seguían disparando desde afuera. Nosotros, desde la pieza, sentíamos que los disparos eran dentro de la casa. Cuando me levanté, corriendo, veo a los chicos tirados en el suelo y voy hasta la puerta y Priscila me alcanza a decir «Fue Negrucho mamá, fue Negrucho».
Tres disparos
Ocho días después del crimen, J. R. apodado Negrucho, un adolescente de 16 años, que era buscado por su probable participación en el homicidio de Priscila Soria, se entregó a la Justicia en compañía de su abogado. El muchacho, quedó detenido en la División Asuntos Juveniles. Priscila murió el lunes 30 de julio en el Hospital Cullen, donde estaba internada desde el día anterior. La joven había sido herida de tres balazos el domingo 29 a la madrugada, en su casa de Monseñor Zazpe al 4100.
Según indicaron fuentes policiales, uno o más hombres ingresaron a la vivienda en busca del novio de la chica, un joven de 18 años identificado como Maximiliano Chevalier. Al parecer, al corroborar que el muchacho se encontraba en la vivienda, los intrusos abrieron fuego y huyeron. Según fuentes allegadas al caso, la chica intentó defender a su novio e interpuso su cuerpo entre él y los tiradores. Chevalier también resultó herido en el hecho, recibió dos disparos en las piernas y otro en un testículo.
Aguantaderos
La noche del crimen, los vecinos del barrio Alfonso, que viven en los aledaños a la casa de la familia Soria escucharon la seguidilla de detonaciones de arma de fuego y los gritos desgarradores y pedidos de auxilio de una chica y del muchacho que quedaron heridos impactados de varios balazos.
Los policías que condujeron el procedimiento policial minutos después de la consumación del ataque asesino, supieron que los adolescentes fueron heridos por dos delincuentes que ingresaron al interior de un pasillo y luego a las dependencias de la vivienda adonde vivía la joven junto a su familia, y les dispararon a mansalva. Prueba de lo dicho es que en la escena de la consumación de tan brutal ataque asesino quedaron más de una decena de cápsulas servidas de pistola calibre 9 milímetros esparcidas en el lugar.
La furia de la masa fue incontenible y el martes a las 17, iniciaron un raid por las viviendas donde podría haber estado escondido el victimario. En ninguna de ellas lo encontraron, pero las destrozaron a todas. El pedido de justicia y contra un hecho de violencia, se manifestó con más excesos, sabiendo que no siempre el fuego se apaga con más fuego.
Una familia destruida
“Queremos que alguien nos escuche. No estamos hablando de un robo de un celular, estamos hablando de una vida que se llevaron impunemente. De una adolescente que tenía muchísimos sueños y proyectos por los cuales vivir y de una familia que ahora y para siempre quedó destruida. Queremos que su matador quede preso, que nunca lo suelten”, confesó Gabriela, la tía de la joven y traslució el mayor temor de la familia: “Queremos que nos escuchen porque no queremos que haya nunca más un caso como el de Priscila en Santa Fe”.
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