¿Cuál es la realidad de Central
adentro de la cancha? La de un equipo en formación que busca su
identidad, al que le cuesta mucho menos jugar de visitante que de local.
Esa visión macro puede disparar unos cuantos análisis micro que
probablemente terminen en una relación íntima con los comportamientos
individuales dentro del campo de juego.
La Capital |
Por eso bien podría suponerse que la tarea de Russo es más ardua fuera de los límites del campo de juego.
Hoy rinde el cuarto examen, el segundo
fuera del Gigante y, desde afuera la sensación es que le costará mucho
menos que Sarmiento y Huracán, a pesar de que Banfield es uno de los
equipos que amenaza con ser protagonista y debería proyectarse como uno
de los candidatos.
Si es cierto que el trabajo del
entrenador se recuesta más en lo mental que en lo futbolístico, sólo
sería cuestión de esperar que los jugadores incorporen el mensaje, lo
decodifiquen y definitivamente prescindan de todo lo que baja desde las
tribunas.
Pero no todo es la cabeza. Hay
situaciones del juego vinculadas al funcionamiento que también hacen su
parte para que los auriazules aún no hayan podido ganar en el Gigante de
Arroyito y tengan menos de la mitad de los puntos que disputaron. Esa
es la otra tarea del entrenador: encontrar los mecanismos adecuados para
el engranaje.
Hasta aquí, la mejor versión de Central
fue la que ofreció en Corrientes. ¿Por qué? Porque en principio se
encontró con un rival que salió a jugar y ofreció espacios. Central
encontró lugares para jugar y de a ratitos mostró su potencial de mitad
de cancha hacia adelante. Pero además no sufrió el acoso, la necesidad y
la ansiedad de sus hinchas. En realidad, no tuvo la necesidad de
absorber el marco externo, ítem imprescindible para cualquier equipo que
quiera ser protagonista.
Se debe consignar que necesidad,
ansiedad y acoso son acciones comunes a todas las hinchadas, no es
propiedad de los canallas. Sucede que algunos superan esa prueba y otros
no. Intentando poner blanco sobre negro, en el torneo pasado Central
resolvió a la perfección la presión de las tribunas. Pero no pudo
bancarse la obligación de ascender.
Dos momentos drásticamente opuestos que
no hacen más que demostrar, una vez más, que la cabeza siempre juega su
partido y que lo que hacen los pies depende de ella. Corre para los
jugadores y también para el cuerpo técnico, que es el que toma las
decisiones durante el desarrollo del juego.
Ahora el problema es que la escasez de
puntos no traslade a las canchas visitantes las obligaciones que por
ahora Central no pudo afrontar en el Gigante.
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