La muestra se inaugurará
el sábado 10, a las 20, en el espacio artístico ubicado en San Martín 2068.
Enmarcada en el Mes del Escultor, “De oficio escultor: Héctor Gaspar Welschen”
recorre la trayectoria de este destacado creador santafesino. Organizada por el
Gobierno de la Ciudad, podrá visitarse gratuitamente hasta el 8 de abril.
En el Mes del
Escultor, el Museo Municipal de Artes Visuales “Sor Josefa Díaz y Clucellas”
(MMAV) propone una muestra antológica del artista Héctor Welschen. Entre sus
numerosas distinciones en salones y encuentros, Welschen obtuvo en el año 2000
el máximo galardón en el Salón Nacional que anualmente organiza la Provincia de
Santa Fe en el Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” y el año
pasado fue condecorado con el Premio de Honor en el mismo certamen. El creador
santafesino expondrá su delicado y complejo oficio en una nueva exposición en la
que se recorre su trayectoria artística (1978-2012).
“De oficio
escultor: Héctor Gaspar Welschen” incluye más de 30 obras en diferentes
materiales y técnicas: mármol, barro, yeso, chapa y chapa batida en hierro y
bronce, soldaduras directas, fundiciones a la tierra y a la cera perdida, piedra
y maderas blandas y duras. El diseño de la muestra está a cargo del Prof. Abel
Monasterolo y del propio Welschen, y el estudio preliminar incluido en el
catálogo, fue elaborado por la Prof. Isabel Molinas.
La muestra se
inaugurará el próximo sábado en el espacio de arte ubicado en San Martín 2068.
El acto de apertura comenzará a las 20 y, desde entonces, la muestra podrá
visitarse de forma libre y gratuita hasta el domingo 8 de abril.
Mil nidos para un
centenar de eucaliptus
En su texto,
Molinas sostiene: A diferencia de otros creadores que guardan celosamente su
intimidad, Héctor Welschen nos abre las puertas de su casa y de su historia.
Al borde del
Colastiné, amparado por un centenar de eucaliptos, diez años atrás levantó su
casa taller. Allí habita rodeado de sus obras, las ya concluidas y las que
todavía aguardan en el interior de la piedra, del tronco de un aguaribay caído o
bajo la primera apariencia de un manojo insignificante de hierros oxidados. Todo
allí parece instalado y, como en una escena de Calderón de la Barca, es casi un
sueño, un sinfín de representaciones que cobran vida cuando traspasamos las
figuras fantasmagóricas que decoran el portón de su casa.
Los trabajos
del artista conviven con sus animales, con sus plantas y también con sus
juguetes. Nos sorprende saber que este hombre severo que se dedica a la venta de
seguros y que eligió para expresarse una de las disciplinas más complejas de las
artes visuales, guste de los caballitos de madera, de las veletas y de los
refugios para aves. El niño habita en el hombre. Cada objeto atesora una
historia y cada historia la explicación de un momento entrañable de su vida. La
luz y el canto permanente de los pájaros son el continuum que da unidad al
conjunto e imprime un carácter celebratorio a su creación.
Héctor
Welschen trabaja todos los días y todos los días cuando se levanta reanuda un
diálogo amoroso con la materia elegida: “Yo creo que no tengo que vencerla, que
ese problema no existe. Ese es un problema que nos planteamos los escultores,
vencer al material. Yo creo que no, que hay que llegar a un buen diálogo. Yo
tengo que saber sacarle lo que ella tiene de más y ella saber darme todo lo que
contiene. (…) Para mí, por ejemplo, tallar la madera es un medio para
dignificarla con mi trabajo. Convertir ese tronco, no digo en una obra de arte,
sino en un trabajo que a lo mejor, con el tiempo, se convertirá en una obra de
arte”.
Mientras que
la pintura o el dibujo admiten la posibilidad de volver a empezar, de borrar o
de pintar sobre lo ya pintado, la escultura exige una racionalidad diferente.
Para abordar un material hay que tener una idea previa y definir un recorrido,
porque toda acción no deseada modificará el objetivo. Entre sus principales
maestros, Héctor recuerda a Yiya Píccoli, a Miroslav Bardonek, Wenceslao
Sedlacek y José Constanzo. De ellos aprendió el rigor del oficio, la constancia
del carácter y la generosidad de los hechos.
Y entre sus
“hermanos escogidos”, nos habla con emoción de Henry Moore y de Alberto
Giacometti. Entre ambos oscila su obra: sus primeros trabajos presentan una
clara referencia a las esculturas del artista suizo, especialmente por la
indagación sobre la condición humana y las criaturas que pueblan el universo más
íntimo. Ejemplo de ello son “Unión póstuma” (chapa de hierro batida, 1981) y
“Sueños de libertad” (cera perdida, 1985).
Sus trabajos
posteriores están más próximos al maestro inglés, por su interés en la materia,
su tratamiento del volumen y de las texturas, el adentro y el afuera, y la
posibilidad de integrar el espacio a la propia obra. En palabras del crítico
Taverna Irigoyen (2006): “Espacio que es marco contenedor, pero también cómplice
de los acuerdos que la materia va gestando en cada forma, en cada estructura que
se levanta e impone...”
En comunión
profunda con el paisaje Héctor insiste en la importancia de la contemplación, en
la necesidad de dejar descansar los trabajos, de darles y darse tiempo para
retirarse a mirar, para poder objetivarlos y así arribar a una resolución feliz.
También en este sentido, la escultura es una disciplina diferente del resto de
las artes visuales y de las artes en general. Porque es difícil meterse en la
obra, como quien se deja fluir en la escritura o es uno con la línea. La
escultura requiere tiempo y espacio, para poder recorrerla y construir una
imagen desde diferentes puntos de vista.
De ahí que
podamos afirmar que entre el sentir y la obra hay un “tiempo rumiante”, tiempo
de silencio, conmoción que antecede a la forma: como sostiene el escultor
brasileño Amilcar de Castro en el poema “A Pescaria” (1986) “La línea no existe.
Más cuando es hecha por la mano del hombre, es diseño. Obedece como un río que
conspira con sus márgenes y en su devenir traza el mapa de su
destino”.
Sobre el
artista
Welschen
nació en 1951 en nuestra ciudad. En 1978 se recibió de Profesor de Artes
Visuales en la Escuela Provincial de Artes Visuales “Juan Mantovani”. Ha
participado en numerosos encuentros regionales y nacionales de escultura. Entre
sus galardones más importantes podemos mencionar el Premio de Honor del Salón de
Estudiantes de Santo Tomé (1975); Premio de Perfeccionamiento ‘Arcien’ para
menores de 40 años (1981); Gran Premio de Honor del Salón Anual de Ceres (1982);
Primer Premio del 55º Salón de Artistas Plásticos Santafesinos (1988); Primer Premio Adquisición del
60º Salón Anual de Santa Fe (1993); Primer Premio Adquisición del 2º Encuentro
Nacional de Escultores de Rosario (1994); Primer Premio Adquisición Provincia de
Santa Fe en el 77º Salón Anual Nacional del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez
(2000); Primer Premio Adquisición del 1º Simposium sobre Escultura en Tucumán
(2004); Segundo Premio Adquisición del Concurso Nacional de Chaco (2006); Primer
Premio Adquisición del Salón Anual de Esperanza (2007); Primer Premio
Adquisición ‘100 años Hospital Iturraspe’ (2011); y Premio de Honor del Salón
Anual Nacional del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez (2011).
Para conocer
más sobre este creador santafesino se sugiere ingresar en Más información:
www.hector-welschen.com.ar.
--
Secretaría de Comunicación
Gobierno de la ciudad de Santa Fe
No hay comentarios:
Publicar un comentario