Crisis de gestión por el
Boudougate, la tragedia ferroviaria de Once y la táctica
\"malvinizadora\". Los funcionarios que estàn en la mira.
La tragedia ferroviaria de Once la devastó. Dicen que cuando
llegó a El Calafate el viernes 24 durmió varias horas, sedada, como para
reponerse del duro golpe. Se refugió con sus hijos Máximo y Florencia y
su cuñada Alicia Kirchner. Al día siguiente, su ex esposo, Néstor
Kirchner, hubiera cumplido 62 años. Lloró como nunca. Y se la escuchó
repetir una frase angustiada que ya ventila en sus discursos, sollozo
mediante: “A esta altura no se si vale la pena seguir adelante”.
Tal como destaca la Revista Noticias en su última edición, Desde que se
recuperó de su operación de la tiroides no cancerígena, la Presidenta
debió afrontar todo tipo de tensiones vinculadas con la gestión. Las
urgencias de Caja que precipitaron el fin de los subsidios y el
lanzamiento de masivos ajustes tarifarios e impositivos. La escalada
para echar a sus ex amigos Eskenazi y “malvinizar” YPF. Las sospechas
levantadas por las andanzas de Amado Boudou en la compra de la imprenta
Ciccone. La denuncia de actividades de inteligencia interna por parte de
la Gendarmería Nacional (que se sumó a la ley “antiterrorista” y las
represiones a las protestas “antimineras”).
Y, por fin, el estallido del escandaloso sistema ferroviario montada por
los K con la brutal tragedia del 22 de febrero. Cristina perdió imagen,
pero sobre todo liderazgo en la gestión de los conflictos cotidianos.
Lo admiten los propios funcionarios.
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