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viernes, 9 de marzo de 2012

STA FE: “El bigote tupido y un apodo iracundo lo volvieron visible”

Dos testigos del juicio que investiga al ex policía Martínez Dorr por secuestro y torturas cóntaron cómo operaba en la comisaría 1º y cómo lo reconocieron.

Ayer se escucharon nuevos testimonios en el Tribunal Oral Federal para probar que Froilán Aguirre- militante de la Unión de Estudiantes Secundarios en los años ´70- estuvo secuestrado en la comisaría 1º de Santa Fe durante un mes, y que quien materializó las peores torturas que sufrió fue el ex policía Roberto José Martínez Dorr.

El primer relato que se escuchó fue el de Graciela Roselló, secuestrada el 11 de octubre de 1976, en la casa que compartía con quien era su esposo José Schulman. Cuando se los llevó la patota, también estaba con ellos Hernán Girvch, un compañero de la Federación Juvenil Comunista. “Esta es la tercera vez que presto testimonio en un juicio de lesa humanidad”, comenzó la testigo, por lo que sintetizó el circuito de comisarías a las que fue llevada para detenerse en lo que vivió durante los 27 días que estuvo secuestrada en la comisaría 1º.

Ubicada en calle 1º Junta 2454, en el microcentro de la ciudad, es una seccional en la que estuvieron detenidos varios estudiantes, que como Graciela y Froilán Aguirre, habían sido alumnos del colegio Industrial y que además, por estar emplazada en el centro de la ciudad, tiene una ubicación estratégica para el traslado de los secuestrados.

“Estuve esposada en un banco de plaza durante el día y a una cucheta durante la noche, en la zona del edificio conocida como la cuadra, ubicada en la planta baja de la seccional ubicada en el microcentro santafesino. El oficial Morrongo, como le decían ahí, aparecía cada dos días y se quedaba de corrido 24 horas, siempre vestido de policía”, recordó la testigo.

“Por eso - estimó Roselló - creo que estaba cumpliendo guardias. Los días que le tocaba a él estar a cargo, eran los peores. Estar allí detenida no era algo grato, pero el peor momento era las guardias de él. Incluso, los otros guardias, me preguntaban cómo me había tratado cuando finalizaban sus horarios. Buscaba degradarnos, humillarnos permanentemente: «terrorista de mierda», «subversiva», «ya te vamos a reventar» era las frases que nos repetían. Los insultos eran parte de la maquinaria que armaron durante el terrorismo de Estado para quebrarnos”. Entre los malos tratos que recibió por parte de Martínez Dorr, detalló algunos que específicamente se referían a la cuestión de género: “mientras estuve detenida, me vino la menstruación. Permanecí siempre esposada, nunca me dejó higienizarme. Cuando le pedí que aunque sea me diera un trapo me contestó: «¿para qué?, si de acá te vamos a matar»”.

Es que cuando estaba Martínez Dorr a cargo, Graciela no podía ir al baño, no dormía y tampoco comía: “La comida llegaba escupida, masticada. No podía comer, esperaba que pasara el día y que llegara otra guardia.

—¿Martínez Dorr tenía el poder de mando?, interrogó a la testigo, la abogada querellante Alejandra Romero Niklinson.
— Me daba la impresión de que sí, por cómo se movía en la comisaría, lo dejaban hacer y era un tipo duro. Tenía mucha bronca con nosotros (los detenidos políticos), y en particular conmigo, por haberme casado con un muchacho judío.

En noviembre de 1977, cuando ambos habían sido liberados, el matrimonio se fue de la ciudad de Santa Fe: “fue un exilio interno, no volví más a esta ciudad, hasta que comenzaron estos juicios”.

“Con un bigote tupido“
El segundo testimonio que se escuchó ayer, fue el del abogado Jorge Pedraza, quien tenía 21 años y militaba en la JUP cuando fue detenido, el 6 de noviembre de 1975, acusado de participar en un incendio de Montoneros a la concesionaria de automóviles Grossi.

Pero su relato, que también se hizo público en la causa Brusa, esta vez se refirió a la asistencia letrada que le brindó a Froilán Aguirre en 2006, para que pudiera realizar la primera denuncia formal sobre lo que le había ocurrido. Pedraza fue el encargado ayer de explicar por qué cuando comenzaron las primeras investigaciones del caso la identidad del imputado generó confusiones. “Hasta hace muy poco tiempo, Roberto Martínez Dorr era conocido como Roberto Martínez. No usar el apellido compuesto lo resguardó, porque hay un montón de represores de apellido Martínez”, expresó y enumeró a varios entre los cuales estaba Oscar Roque Martínez, de quien hoy se sabe que era Personal Civil de Inteligencia.

“Lo único que tenían en común ellos dos era el bigote. Pero incluso, el de Martinez Dorr era mucho más tupido. Si lo patrociné a Froilán Aguirre fue porque cuando vio la foto de Martínez Dorr, lo reconoció en forma inmediata, con total seguridad”, expresó el abogado. Y aseguró que una de las claves, para llegar a Martínez Dorr fue el apodo que tenía: “no hay ningún otro represor al que le dijeran Morrongo. Su cara, su porte, los bigotes y el apodo fueron determinantes para que hoy esté siendo juzgado”, agregó.

“El verdugueo era funcional”
Pero además, el abogado expresó que en las investigaciones que él realizó, encontró que Martínez Dorr recibió una “valoración” por haber participado de la masacre de la residencia estudiantil ubicada en calle Martín Zapata 2526, a metros de Aristóbulo del Valle, ocurrida dos días antes del secuestro de Froilán, el 6 de septiembre de 1976. “Martínez Dorr ya era activo en los operativos de exterminio cuando comenzó la escalada represiva”, indicó Pedraza. Sin embargo, también señaló que la Brigada de Explosivos de la policía de Santa Fe, “comenzó a operar poniendo bombas - en lugar de desactivarlas - desde fines de 1974 y que actuaban con zonas liberadas”.

“El objetivo del terrorismo de Estado era acabar con la moral de la persona y destruirla física y psicológicamente. Hubo casos de detenidos políticos que se suicidaron dentro de las comisarías porque no aguantaban los tormentos. El trato era para quebrarte. La tarea de verdugueo que realizaba Martínez Dorr era funcional al terrorismo de Estado”, finalizó.

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