Lo contó una tía de la joven
asesinada cuando iba a ver a su pareja a la cárcel de esa ciudad. Por el
crimen, cometido el 9 de enero, está detenida una joven que la emboscó
en la calle.
En el mundo carcelario existen verdades
irrefutables que permiten que la vida, o algo parecido, transcurra
detrás de las rejas. Uno de esos axiomas sostiene que "la visita es
sagrada", algo que fue puesto en crisis el domingo pasado cuando María
del Carmen S., una santafesina de 30 años, le salió al cruce a la
rosarina Pamela Escalla, de 28, y la mató a balazos cerca del ingreso a
la cárcel de Coronda, donde ambas mujeres tenían hasta ese momento a sus
hombres detenidos en el pabellón 14. "Los familiares de la pareja de
Pamela le habían dicho que no tenía que viajar a la visita porque la
bronca era grande. Pero ella dijo: «Yo voy igual. ¿Qué me van a hacer?».
Y la mataron peor que a un perro", relató una de las hermanas de la
víctima.
La experiencia indica que detrás de cada hombre
privado de la libertad hay una mujer. Ella es la que se comunica con el
abogado, la que junta el dinero para pagar la defensa, la que cuida a
los pibes, la que mantiene el lazo del interno con su mundo extramuros y
la que va a la visita con el bagayo de ropas y comida.
María del Carmen S. y Pamela Escalla eran de ese tipo
de mujeres. "Pamela no hablaba mucho, pero contó que en la visita se
había hecho amiga de una tal Mary", explicó una de las hermanas de la
joven asesinada en referencia a María del Carmen S. El hombre de María
del Carmen es Carlos He Man Pochón, condenado a prisión perpetua en
julio de 2002 por homicidio calificado. El de Pamela era Claudio Javier
Morocho Mansilla, quien dentro de pocos meses terminará de pagar sus
deudas con la ley por homicidio.
Fuga frustrada. La amistad entre las
mujeres quedó documentada el 3 de mayo de 2011. Ese día, cerca de las
10 de la mañana, Morocho Mansilla aprovechó una salida laboral, propia
de la faz confianza de su condena, y se fugó de la cárcel de Coronda.
Mary y Pamela fueron sus rescatistas del otro lado del muro. Lo
esperaron en un Fiat Tipo en un camino que corre entre el muro del
presidio y el bañado del río. Después tomaron por la ruta 11 rumbo a
Santa Fe, pero en el kilómetro 431 de la ruta, a la altura de Desvío
Arijón, los detuvo un retén policial de la Unidad Regional XV. Entonces
Morocho volvió al pabellón 14 y las chicas quedaron detenidas por
facilitamiento de evasión, un antecedente que pasó a engrosar sus
prontuarios.
"¿Vos sabés la confianza que tiene que haber para que
una mina te haga la segunda (en la jerga, te ayude) en la fuga de tu
marido?", se preguntó otra de la hermanas de Pamela. Ese era el contexto
grueso en la vida de estas cuatro personas al llegar la madrugada del
domingo 9 de enero, cuando Pamela se bajó del colectivo y emprendió el
camino hacia la visita en la cárcel.
Desconfianza. Una semana después del
asesinato a sangre fría de Pamela sus familiares en barrio Moderno, en
la zona sudoeste de Rosario, tratan de atar cabos para obtener
respuestas a lo ocurrido. La familia aceptó charlar con La Capital bajo
la condición de que no se colocaran nombres ni apodos. A la mesa, dos
hermanas de Pamela y su tía, quien lleva la voz cantante. No fue fácil
para ellas hablar y mucho menos entrar en confianza. "No sabemos mucho
más de lo que dice la policía. Yo quiero que ella (por María del Carmen
S.) se pudra en la cárcel. No hay nada que nosotros podamos hacer que
nos devuelva a Pamela. Tiene que pagar por lo que hizo. Esto muestra que
ya no hay más códigos ni respeto", contó la tía de la víctima. Y así,
entre todos, el diálogo le fue ganando la pulseada a la presencia del
desconocido y saltó a la charla la historia de vida Pamela, una muchacha
que tenía cinco hermanos y que esperaba que su hombre ganara la
libertad para casarse. "Quería tener un hijo", explicó una de sus
hermanas.
"Pamela conoció a Morocho cuando fue a visitar a un
familiar que estaba detenido en la cárcel. Fue hace dos años. Ella lo
eligió y nosotros no somos quienes para juzgarla", explicó la tía.
"Nosotros a él no lo conocíamos hasta que lo trajeron al velatorio",
agregó la mujer.
Una de las hermanas más chicas de Pamela agregó: "Yo
fui a la cárcel con ella cuando el año pasado se comprometieron. Ahí lo
conocí a él (Mansilla). Ella vivía con los padres de él, en Pasco al
6000. Estaba contenta porque había conseguido trabajo en una verdulería
en un súper chino de ese barrio", relató.
Si bien Pamela ya no vivía en el barrio Moderno, el
sábado 8 de enero se dio una vuelta por allí antes de ir a la visita.
"Nosotros no sabemos cuál era el problema, pero los familiares de
Morocho le habían dicho a Pamela que no había que ir a la visita porque
la bronca era grande. Ella nunca dijo que tuviera miedo", expuso una de
las hermanas de la chica asesinada.
Pagó la bronca. "La bronca" a la que
se refieren los familiares de Pamela se habría dado dentro de los muros
de la cárcel y habría repercutido como un feroz terremoto hacia el
exterior. Voceros policiales confiaron que He-man y Morocho eran amigos y
compañeros de ranchada en el pabellón 14. Pero algo entre los hombres
se rompió. Los pesquisas hablan de una pelea por el liderazgo, una pugna
por ver quién era el líder del pabellón.
Aquel choque entre los convictos estalló afuera del
presidio. "A las 9 de la mañana llamaron desde la Jefatura de Coronda a
la casa de mi hermana para avisar que teníamos que viajar porque a
Pamela la habían matado. Así de corta. Yo viajé y después de todos los
trámites me la traje a las 18 del mismo domingo", rememoró la tía de la
víctima.
El domingo 9 de enero, de madrugada, Pamela Escalla
junto a una mujer que reside en el gran Rosario y de la cual se había
hecho amiga en la visita, tomaron un micro de la empresa San José. La
idea de las mujeres era llegar bien temprano para ser de las primeras en
ingresar a la cárcel. Pamela ya había viajado para la visita del 24 de
diciembre y la del 31. Como las dos veces se podía entrar al día
siguiente, aprovechó y se quedó a dromir en Coronda. Pasadas las 4 de la
mañana del 9 de enero, las dos muchachas se bajaron en el cruce de la
ruta 11 y calle Roque Sáenz Peña, la que conduce directamente al
presidio.
A sangre fría. "Pamela era muy
menudita. Llevaba un bolso de viaje grande cargado al hombro y la
cartera. No tuvo tiempo a nada", comentó una de sus familiares. En el
cruce de Roque Sáenz Peña y las vías, a unas tres cuadras de la cárcel,
un Ford Focus gris oscuro con cuatro ocupantes las interceptó.
Del auto se bajó Mary con un revólver. "No le dio
tiempo a nada. Lo que sabemos es que primero la baleó en las piernas y
cuando estaba en el suelo la remató. Cada vez que disparaba le decía por
qué era. En el diario leímos que eran tres tiros, pero a nosotros nos
dicen que fueron seis. La mató peor que a un perro. A la otra piba no le
dijo nada. Después se subió al auto y se fue", relató con la amargura
contenida la tía de Pamela.
Las horas pasaron y mientras velaban a Pamela, los
policías de Coronda detuvieron a Mary en una casa alquilada por semana
en el barrio La Cuarta de esa ciudad. La clave de la presencia de la
santafesina en la ciudad de las frutillas la dieron policías corondinos
que vieron circular por avenida Héctor López e Hipólito Yrigoyen el Fiat
Tipo involucrado en la fuga de Mansilla en mayo último. Lo siguieron y
dieron con Mary.
Tras el asesinato de su pareja, Mansilla fue
trasladado a la cárcel de Piñero y Pochón He man fue conducido a la
prisión de Las Flores, en la capital provincial. Bien lejos uno de otro.
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