Fue la tarde del viernes en avenida Argentina al 4900. Las víctimas tenían 33 y 22 años. La suegra de uno de los hombres identificó a los homicidas y dijo que fue "por envidia".
"Esto fue por envidia, por puterios, no le busques otra vuelta. Si fuera por drogas, si yo vendiera drogas, ¿vos te creés que hubieras llegado tan fácil hasta acá? Nada que ver". La dueña de la reflexión es Zunilda Luque, suegra de Miguel Lorenzo Muñoz y abuela política de Matías Iván Jatón, los dos hombres que fueron ejecutados a balazos el viernes al anochecer en una casa de avenida Argentina al 4900, a metros del acceso Sur y Gutiérrez, en el barrio Saladillo. El relato que hace la mujer acerca de lo ocurrido eriza la piel. A Muñoz, los agresores lo fueron a buscar a su casa, se metieron "de prepo" y lo molieron a golpes. "Cuando se cansaron de pegarle, le dieron un balazo en el pecho", contó. En ese momento llegó al lugar Jatón, yerno de Muñoz. "No lo dejaron ni llegar y le dispararon de lleno", explicó Zunilda. "Y como se ve que no les alcanzó, cuando se iban me mataron el perro de policía. Lobo se llamaba el perro", agregó la mujer. De acuerdo a la versión oficial, a los dos hombres heridos los cargaron en un móvil policial y los condujeron al hospital Roque Sáenz Peña. Muñoz, que tenía 33 años y era padre de seis hijos, llegó muerto al centro asistencial. Jatón, de 22 y padre de un bebé de siete meses, fue derivado en estado desesperante al Hospital de Emergencias y falleció unas pocas horas después como consecuencia de los disparos que había recibido en la zona lumbar y en la cara. Ayer al mediodía, cuando Zunilda recibió en su casa a LaCapital, uno de los hijos de Muñoz, de 5 años, no dejaba de preguntar por su padre: "Yo quiero a mi papá", reclamaba mientras la mujer respondía en vos muy baja: "Yo no le voy a decir que mataron al padre". Tras cartón, la mujer denunció con nombre, apellido y domicilios a los cuatro hombres que desataron la barbarie en la humilde casa de barrio Saladillo. "Se los dije a los de la comisaría 11ª y desde ese momento los familiares de esos asesinos nos están amenazando para que saque la denuncia. Pero no lo voy a hacer", indicó con voz firme y decidida. A quien se refiere Zunilda son cuatro hermanos de entre 18 y 25 años que viven a pocas cuadras del lugar de la matanza. "A Luquita (apodo de uno de los muchachos apuntados) lo tuvimos bajo nuestro techo y le dimos de comer", relató Zunilda. Pasillo humilde. La escena del doble crimen está ubicada en un pasillo flanqueado por una vieja y señorial casona que se levanta frente a una huerta orgánica, en avenida Argentina al 4900. A esa altura la calle mencionada se presenta como la colectora del acceso Sur, entre la prolongación de calles Lamadrid y Gutiérrez, en la parte trasera de la planta del frigorífico Mattievich que tiene su portón de acceso a metros de la comisaría 11ª. Muñoz y su familia vivían en una humilde casa frente a la mencionada casona señorial a la que en el barrio reconocen como "el viejo castillo", un testimonio de lo que supo ser Saladillo a principios del siglo pasado, cuando las familias adineradas construían sus casas de descanso en aquel barrio del sur. Ya en tiempo presente, entre casas humildes de material y de chapa, entre antenas de televisión satelital y pasillos polvorientos, cuatro hombres armados llegaron el viernes cerca de las 18.30 a la casa de Muñoz, un hombre que tenía prontuario abierto. De acuerdo al relato de Zunilda, los cuatro hermanos —que la mujer identificó como Lucas, Leonel, Matías y Jony H.— entraron a la casa sin respetar la precaria puerta de ingreso al patio delantero. Luego se fueron sobre Muñoz y lo molieron a golpes. "Lo mataron a trompadas", graficó la denunciante. "Y como él quería proteger a su hijo de 5 años, al que estos pibes se querían llevar sólo para hacer daño, le pegaron un tiro en el pecho", relató. Una mancha de sangre a medio lavar era ayer testimonio de que el disparo fue en el ingreso al living comedor de la vivienda. Mientras todo eso sucedía, a la casa llegó Matías Jatón, quien estaba en concubinato con la hija de 19 años de Muñoz. Al muchacho, que tiene domicilio en Convención al 3700, no lo dejaron desembarcar. Lo recibieron a los balazos. Uno plomo lo alcanzó en la zona lumbar y otro en el rostro. El último disparo fue para el perro. Fuentes allegadas a la investigación, que quedó radicada en el juzgado de Instrucción 15ª, indicaron que en la escena quedaron tres vainas servidas calibre 9 milímetros, uno por cada disparo homicida. Pelea previa. "Todo esto empezó por que Luquita le quiso pegar a mi nieta (hija de Muñoz, de 15 años) y ella se defendió. Entonces se vinieron para acá, estaban re empastillados", relató Zunilda, mientras alternaba el diálogo con llamados telefónicos. "Hace tres días ya habían venido y me tirotearon la casa con escopetas. Mirá las marcas", continuó la mujer, mientras señalaba el frente de la vivienda. Pero es evidente, por la ferocidad y lo demencial del ataque, que hay una parte de la historia que sólo conocen agresores y agredidos. Nadie más. "Mirá, en mis 50 años ésta es la primera vez que rompo los códigos. Yo conozco muy bien este mundo (delictivo), pero no me dejaron otra opción", indicó Zunilda, con el temple de una mujer que conoció a fondo los senderos del delito. Tras buscar las fotos de los dos fallecidos y una vez que permitió al reportero gráfico de LaCapital realizar "la foto de la foto", Zunilda ratificó lo dicho. Tomó el retrato de Muñoz, lo besó y dijo: "Hijo perdoname, pero tuve que romper los códigos". Había pasado el mediodía cuando comenzaron a velar el cuerpo de Muñoz en su casa, el mismo lugar donde lo asesinaron. Zunilda se mostraba furiosa porque a esa hora todavía la policía, según comentó, no habían realizado ningún allanamiento en los domicilios de los hermanos apuntados por ellos como autores del doble crimen. El velorio de Jatón, en tanto, fue en su vivienda de barrio Tablada. Cuando este cronista dejaba la zona, Zunilda no dejaba de repetir los nombres de los matadores, con bronca en la mirada. "Todo esto fue por envidia. Ni droga ni otra cosa. Puteríos. Por eso pasó todo esto. Pensar que a Luquita le dimos techo y comida", repetía incansablemente como quien mastica las palabras, Zunilda Luque. El caso es investigado por la comisaría 11ª y la sección Homicidios.
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