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viernes, 10 de junio de 2016

Un exempleado de la Nasa derribó mitos y reveló la verdad sobre los avistamientos de ovnis

En palabras de James Oberg, antiguo miembro del personal de control de misiones de la agencia, todos los fenómenos son explicables y son provocados por la vista humana.

Desde que la CIA confirmó hace menos de tres años la existencia del Área 51 -según explicaron, un centro de investigación ajeno a los extraterrestres-, el gobierno de los Estados Unidos se ha esforzado en evidenciar que la llegada a nuestro planeta de los seres verdes que aparecen en las películas no es más que una leyenda urbana sumamente extendida. Así trataron de confirmarlo, por ejemplo, con la desclasificación hace unos meses de una serie de documentos de sus servicios secretos que demostraban que, a pesar de que se habían investigado muchos casos ovnis en los años 50, ninguno había sido "positivo".

Pero ahora, un antiguo empleado de la Agencia Espacial Estadounidense, James Oberg, un exmiembro del personal de control de misiones de la NASA, se ha unido a esta tendencia al explicar -en una entrevista concedida a la página web Atlas Obscura- que los objetos voladores no identificados pilotados por marcianos nunca han sido vistos por estos lares. Más concretamente, este norteamericano (también periodista especializado en temas espaciales después de haber trabajado en la NASA allá por 1990) ha señalado que los avistamientos son "eventos simples" como, por ejemplo. el vuelo de objetos habituales en el espacio.

Según ha determinado, que el ser humano no suele ver estos fenómenos -normales fuera de la Tierra- y, cuando los distingue sin conocerlos, tiende a asociarlos con fuerzas extraterrestres o paranormales. A su vez, Oberg es partidario de que los sentidos están tan poco acostumbrados a percibir esta "información sensorial" que llega desde el exterior de la atmósfera -donde no hay gravedad- que acabamos confundidos y asumiendo que el fenómeno es paranormal. Para llegar a esta conclusión, el antiguo miembro de la NASA se ha basado en su experiencia y en decenas de testimonios que ha podido leer a lo largo de los años sobre avistamientos ovnis en Estados Unidos.

"Nuestro sistema sensorial funciona perfectamente para las condiciones de la Tierra, pero si nos vamos fuera de nuestro 'barrio' las cosas se vuelven confusas. Hay que tener cuenta que todavía estamos en una civilización 'local'", ha señalado el experto en la entrevista. En este sentido, Oberg también es partidario de que estamos acostumbrados a interpretar fenómenos vinculados a un movimiento lento y que, cuando la velocidad de estos aumenta, acabamos desconcertados e intentamos explicar lo que sucede hablando de ovnis y extraterrestres.

Para ilustrar su argumento, pone como ejemplo uno de los incidentes ovnis más famosos de los últimos años: el ocurrido el 25 de febrero de 1996. Aquel día se estaba tratando de poner en órbita un gran generador de electricidad de forma alargada llamado Tethered Satellite System (TSS-1R) cuando, debido a un fallo, se partió. En ese momento, y siempre según la leyenda popular, se pudieron ver una serie de objetos voladores no identificados desde la Tierra. En palabras de este experto, aquella jornada no hubo un ataque extraterrestre, sino que las luces que se vieron eran cristales de hielo que flotaban alrededor de una de las correas que sujetaban el objeto. Unas partículas que se desprendieron tras el incidente.

A su vez, también añade el ejemplo de un suceso acaecido el pasado 7 de noviembre de 2015. Aquella jornada, se pudo ver en el cielo una rara estela luminosa en forma de cono que, inmediatamente, miles de personas asociaron con un ovni. Su explicación es mucho más realista. Oberg corrobora -tal y como explicó el gobierno- que aquel extraño punto del que salía un haz de luz era un misil Trident disparado por la Armada que soltó una estela que, a esa altura, es distinguida por el ojo humano con una forma de penacho. Como habitualmente la sociedad está acostumbrada a percibir las estelas en línea recta de los aviones, todo el mundo acabó desconcertado.

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