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sábado, 14 de mayo de 2016

Santa Fe Miedo en Colastine por la ola de entraderas

Aseguran, los vecinos, que desde hace un par de meses, los hechos se reiteran con una frecuencia semanal. Ante la falta de protección del Estado y el avance de la delincuencia, la mayoría está armada, tiene alarmas y algunos hasta colocaron rejas en el interior de las viviendas para evitar que los ladrones ingresen a los dormitorios mientras duermen.
Lia Masjoan | 
Miedo en Colastine por la ola de entraderas
 Desesperación. Angustia. Pánico. Bajo esas condiciones están viviendo desde hace varios meses vecinos de Colastiné Norte que habitan en la zona conocida como Camping de Bioquímicos, muy cerca de la Vía Muerta. Es a la altura del kilómetro 0,5 de la Ruta Provincial N° 1. “Todos hemos sido visitados por esta gente”, dijeron y pidieron reserva de identidad por temor a represalias.

Se refieren a los “delincuentes”, que -aseguran- viven en un asentamiento cercano y la policía tiene perfectamente identificados. Sin medir consecuencias, ingresan a sus casas a cualquier hora, cuando están sus residentes y hasta rompiendo puertas a patadas. Los apuntan con armas, los golpean y se llevan dinero y tecnología.

Sin medir consecuencias, ingresan a sus casas a cualquier hora, cuando están sus residentes y hasta rompiendo puertas a patadas. Los apuntan con armas, los golpean y se llevan dinero y tecnología".

Esto le pasó a uno de ellos, quien una noche se despertó sobresaltado por el ruido de un tiro y por la furia de los golpes azotados sobre su puerta. Tuvo que saltar por la ventana y refugiarse en la casa de su vecino, mientras veía como revolvían su casa y se llevaban sus ahorros y otras pertenencias.

“Pasan permanentemente y vigilan todo lo que hacés, saben todos tus movimientos. Estamos muy intranquilos”, contó uno de ellos.

Estos vecinos, que hastiados de vivir con miedo resolvieron hacer público el reclamo en El Litoral, saben que este tipo de situaciones se repiten al otro lado de la ruta y en otros sectores del barrio.

Muchos son menores y no los pueden detener; de los mayores directamente nos dicen que el juez no autoriza a tenerlos presos y los largan a los dos días porque no juntaron pruebas”.

Planteo

Ya han planteado la situación a las autoridades competentes pero no obtienen respuestas satisfactorias que motiven cambios. “Tenemos una subcomisaría que tiene jurisdicción hasta el túnel subfluvial, con cuatro policías y un comisario, un vehículo que anda y una camioneta que nunca se sabe si arranca o no. El otro día hubo un accidente en la Ruta 168 y estuvo el móvil ahí 4 horas y nosotros acá quedamos desprotegidos”, plantearon.

Las intermitentes lluvias de abril dejaron intransitables las calles de todo el distrito, al punto de que ni los móviles policiales podían acceder al pedido de auxilio de los vecinos.

La situación se agrava por la demora de los efectivos ante el llamado de alerta: “Tardan entre hora y hora y media para llegar a tu casa ante una denuncia de robo. Hubo casos que nos han contestado que no sabían dónde estaba la casa”. Es decir, tampoco conocen la zona.

Si bien aseguran que “la policía tiene buena voluntad” advierten sobre la falta de recursos para actuar con eficacia, a lo que suman la falta de apoyo judicial: “Muchos son menores y no los pueden detener; de los mayores directamente nos dicen que el juez no autoriza a tenerlos presos y los largan a los dos días porque no juntaron pruebas”. Cuentan historias de adolescentes que se han encontrado en el colectivo con el delincuente que unos días antes los golpeó, amenazó con un arma y robó en su propio hogar.

Alarmas, rejas, perros, armas. Tienen todo pero nada parece alcanzar. “Para que vean con el miedo con el que vivimos, hay vecinos que han colocado rejas o puertas blindadas adentro de sus casas”

Miedo

Alarmas, rejas, perros, armas. Tienen todo pero nada parece alcanzar. “Para que vean con el miedo con el que vivimos, hay vecinos que han colocado rejas o puertas blindadas adentro de sus casas para que, si alguien entra a robar, quede en el living y no pueda pasar a los dormitorios. No podemos vivir así, es una locura”, coinciden en una catarsis angustiante.

“Estamos todo el tiempo avisándonos entre nosotros lo que hacemos para que los que quedan en el barrio estén atentos. Estamos pensando cómo salvarnos porque están tan drogados y descontrolados que no les importa nada y la policía no nos da respuesta”.

La angustia no tiene fin. Incrédulos de ser ellos mismos los protagonistas de las historias que cuentan, esperan una reacción eficiente de las autoridades para recuperar la paz que desearon cuando construyeron sus hogares en la zona costera.

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