¿Todo lo que anhelamos es genuino? ¿Tiene alguna relación con lo que también quieren las personas con las que se comparte la vida? Un tema para reflexionar. Por Bernardo Stamateas, para Diario UNO.
Todos deberíamos tener sueños, porque lo que soñamos es lo que esperamos, porque si no tenemos sueños es como que nos hubiéramos muerto antes de estarlo. Nuestros sueños son lo que esperamos y a eso se le llama esperanza por lo que va a venir, tener un mañana. Es decir, lo que se espera es la esperanza de alcanzar una meta, por ejemplo: cambiar el auto, hacer un viaje, lograr algo, saber hacia dónde se va.
Pero si yo no tengo nada por delante, ¿qué me queda?... El pasado.
¿Cómo se da cuenta si el sueño es de uno y genuino y no de la persona con la que yo comparto mis días?
¿Qué te apasiona? ¿Qué te entusiasma?... Eso es lo que tenemos que procurar hacer, porque dicen que empleo es lo que te da dinero, pero trabajo es tu vocación y eso se transmite, por eso tenemos que conectar con ese ideal. Muchas veces tenemos varias vocaciones o estas van cambiando.
Tenemos que distinguir trabajo de vocación, son dos cosas distintas. Y para entenderlo citaremos un ejemplo: tenemos tres médicos, el primero investiga, está intentando descubrir en su laboratorio la cura para diferentes enfermedades; el segundo médico atiende pacientes y el tercero dirige un hospital, los tres ¿de qué trabajan? Son médicos, pero la vocación es distinta:
1- El que investiga tiene vocación de curiosidad, le gusta conocer.
2- El que atiende al paciente tiene vocación de servicio, le gusta estar con gente y poder ayudarlos.
3- El que lidera el hospital tiene vocación de liderazgo o poder.
Es decir, los tres trabajan de lo mismo, pero tienen vocaciones distintas, entonces uno no tiene que buscar el trabajo, sino preguntarse cuál es mi vocación. ¿Qué es aquello que me gusta, que me entusiasma, que me apasiona? Y saber que uno va rotando en la vida, va cambiando y somos la suma de todo lo que aprendimos antes.
Uno impregna en su trabajo el optimismo, pero tiene que ser un optimismo inteligente.
Supongamos que nos vamos a la Costa por un camino que nunca fuimos, entonces se nos ocurre parar para comer, entonces decimos: “Yo quiero que haya un restorán, yo espero que haya un restorán”… Tomamos el auto, vamos manejando y no hay ningún restorán, eso se llamaría optimista “tonto”.
Segunda opción, tomamos el auto y decimos “no va a haber ningún restorán, seguro no hay ningún restorán” y efectivamente no hay un restorán pero fuimos negativos y también nos quedamos sin comer.
Y la tercera opción, decimos: “No hay ningún restorán, seguro no va a haber ningún restorán” y encontramos uno, pero ¿cómo te va a caer la comida? Mal, porque segregaste adrenalina, te estuviste quejando y te va a caer mal.
¿Cómo sería un optimista inteligente en la misma situación?... Diría: “Yo declaro que va a haber un restorán, yo espero que haya un restorán, pero por las dudas me llevo el paquete de comida”… Es decir que es alguien que se planifica un escenario positivo y otro negativo.
Igualmente, ser optimista inteligente no es decir todo el tiempo: “Yo soy positivo, me amo, abrazo un árbol, amo la vida” o afirmar que siempre se espera lo mejor pero se planifica lo peor”. Es otra cosa más compleja...
Durante varios años investigué qué es lo que hacía la gente exitosa para ser exitosa y descubrí que hay algo que las personas suelen confundir, que es el “deseo” con el “sueño”. Porque con el deseo no hago nada, sin embargo al sueño tengo que planificarlo.
Imaginemos un bebé que quiere alcanzar un juguete, pero todavía no lo tiene, está frustrado, entonces gatea para alcanzarlo. Y una vez que gateó y lo tomó… ¿qué activó? Cómo metáfora lo decimos, la fórmula del éxito: frustración + esfuerzo: éxito.
Estar frustrado no es malo, pueden decir: “Me falta tal cosa, todo me sale mal” y entonces esforzarse y luego tener éxito.
Por otro lado, podría estimarse otra situación similar: está el juguete y está el bebé frustrado porque todavía no lo tiene. Empieza a gatear y la mamá siente pena y le da el juguete… ¿Qué pasó? Le “robó” la frustración, el esfuerzo y el éxito… Y hoy tenemos muchos chicos adolescentes que no valoran las cosas porque le dieron el juguetito en la mano.
Porque el error te enseña, es tu amigo, si no te enseña es tu enemigo. Hay que perseverar y cercar la frustración y decir: “Esto me salió mal”, pero jamás decir “yo no sirvo”... No hay que tomar una frustración local y hacerla global, jamás hay que hacer eso.
Secretos para tener éxito
La ley del mentor: el mentor es alguien que ya logró lo que yo quiero lograr, entonces hay que escucharlo, aprender de él, etcétera.
Trabajar en equipo: nadie llega solo a la cima, todo logro es un logro de equipo. El capital más valioso que tenemos es la agenda, son nuestras relaciones personales, porque cuando nos conectamos hacemos sinergia y avanzamos.
El don predominante: ¿en qué soy bueno?... Es mejor ser bueno en una cosa que un mediocre en todas. Imaginemos que un área somos 4 puntos y en otra somos 8, tratamos de mejorar la de 4 y nos vamos a 6, pero si toda esa energía la usás en lo que sos bueno, vas a ser un 10 en otra…
Usar la creatividad: al mundo no lo mueve el dinero, lo mueven las ideas… Una buena idea nos puede venir en cualquier momento, por eso tenemos que ser curiosos y hacer las cosas de una forma diferente.
Estos son algunos de los elementos que hacen que avancemos porque las personas exitosas no son más inteligentes que otras, es que hacen habitualmente lo que a veces otros hacemos ocasionalmente...
Qué hacer entonces: pensar en nuestros sueños y dibujarlos, de esa forma nos vamos a comprometer más con ellos. Después pongámosle un título y compartámoslo con alguien.
Por Bernardo Stamateas, para Diario UNO.
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