Hay mujeres que nunca pueden ser felices porque no expresan directamente lo que anhelan. Pero si aprendemos a hacerlo de una forma clara, vamos a empezar a recibir. Por Alejandra Stamateas
Hace poco tiempo conversé con dos mujeres: una con una enfermedad terminal y la otra con un estado depresivo muy grande, agobiada y cansada de la vida.
Lo interesante fue descubrir que ambas, sin conocerse y pasando por situaciones diferentes, me dijeron lo mismo: “Nunca pude disfrutar de la vida”. “Parecía que ahora que mis hijos ya eran grandes, que ya no tenía que lidiar más con problemas económicos, no tenía tantas cuestiones tan difíciles, iba a disfrutar de la vida, pero sin embargo mire con lo que me encuentro ahora, en un estado depresivo, o tengo esta enfermedad terminal. Y ahora sí que no puedo disfrutar de la vida que pensaba disfrutar en algún momento”.
Tal como estas mujeres, hay quienes pensaron que la felicidad venía más adelante, prepararon su felicidad para el futuro, que no pudieron en su presente diario ser felices.
Hay mujeres que nunca pueden ser felices porque no expresan directamente lo que quieren, lo que desean o lo que piensan. Es preciso tener bien claro lo que vas a pedir y pedir específicamente.
Hay quienes no pueden disfrutar porque hacen silencio. Piensan: “A mí me gustaría tener esto”; “A mí me gustaría hacer tal cosa”; “A mí me gustaría lograr esta meta”. Pero no lo pueden expresar, no se lo cuentan, no se lo dicen a nadie, lo tienen en su mente como un hermoso sueño, o una fantasía, pero no lo pueden decir.
Otras sueñan: “A mí me gustaría decirle a mi marido que me llevara a pasear, o que por una semana nos fuéramos a un lugar los dos solos, para disfrutar, pero no se lo puedo expresar, no se lo puedo decir, es como que estoy frente a él y me da temor decírselo, o no me salen las palabras”.
“A veces estoy esperando que alguien me llame y me invite a cenar, porque quiero salir a pasear y salir de toda la rutina, pero no me sale llamar a alguien y decirle que quiero ir a cenar”.
Hay mujeres que quieren decir algo, que tienen un deseo en el corazón, que anhelan algo, que no lo pueden decir directamente, sino que lo dicen indirectamente, por ejemplo la víctima, es esa mujer que dice: “Hace tanto calor acá en esta cocina, y yo metida en esta cocina cocinando las veinticuatro horas para todos ustedes, y nadie se da cuenta de lo que yo hago”.
Ella, lo único que quería era comer un helado porque se estaba muriendo de calor.
En vez de decir: “¿Me comprás un helado?” o en vez de decir: “Me voy a comprar un helado, porque tengo ganas de comer un helado”. Optó por el papel de la víctima: “Horas encerrada en esta cocina, transpirando, muriéndome de calor, y nadie hace nada por mí”.
¿Y por qué no pediste un helado? ¿Cuál es el problema? Falta de capacidad para expresar lo que desean, lo que piensan o lo que quieren.
La vueltera: es la que no dice las cosas directamente. Lo agarra al marido y le dice: “¿Viste lo que le pasó a Juana? El marido no le daba bolilla, mucho trabajo. Ella siempre sola en la casa y claro, un día tocó el sodero la puerta, otro día tocó el lechero, y se fue; miralo al tipo ahora llorando, porque la abandonó, porque se quedó sola”.
Ella no le dice al marido: “Me siento sola todo el día, necesito que estés conmigo”; no, le dice “viste lo que le pasó a Juana”. Utiliza todo este discurso para decirle al marido que en realidad ella se siente sola.
Dicen lo que quieren o desean, enfermándose: es la típica que le agarra fiebre cuando está mal con un problema, y no lo puede expresar, no lo puede decir, se enferma. Le agarra tos: “Veinte años con esta tos, yo ya sé que cuando me agarra esta tos es porque estoy nerviosa”. En lugar de decir: “Esta semana no hago nada porque necesito descanso”. Prefiere enfermarse una semana para estar en cama y justificar que quiere descansar.
No dejarse intimidar
No te dejes atrapar por la intimidación. Hay mujeres que no se atreven a decir o a pedir, porque están atrapadas por la intimidación.
Generalmente esta actitud está en personas a las que ellas consideran superiores o con más autoridad que ellas. No son superiores, pero ellas le pusieron ese rótulo.
Pero si aprendemos a pedir, vamos a empezar a recibir. Hay mujeres que sí se atreven a expresar lo que desean sin agredir, ni lastimar, ni imponer; expresan lo que desean con mucha sabiduría porque son mujeres que piden bien, que piden como conviene y conocen cuáles son sus derechos.
Esto es fundamental. Si no conocés cuáles son tus derechos, nunca vas a poder pedir bien como conviene correctamente.
Por eso en primer lugar tenés que saber cuáles son tus derechos, para saber qué estás autorizada a pedir. Qué cosas podés pedir y qué no te conviene pedir.
Por Alejandra Stamateas / Especial para Diario UNO
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