Escuchas desde la cárcel. Miembros de la banda hablan de manejo de bunkers, de ataques por venganza y hasta de un apriete para comprar un parador en la isla. Piñero, es la cárcel donde están alojados algunos procesados de Los Monos, cuyos teléfonos fueron intervenidos.
La Capital |
Nuevos seguimientos telefónicos realizados a miembros de la Banda de Los Monos o personas de su entorno, agregadas este año al expediente 913/12 que tiene a 38 personas procesadas, convalidan que la organización investigada permanece activa en el tipo de negocios criminales y violentos que la condujeron a prisión. Entre lo más llamativo de lo escuchado aparece el intento de comprar un parador en una isla frente a la ciudad, por el que piden un millón de pesos y cuyo dueño había fallecido, previo amedrentamiento a una mujer que es mencionada como apoderada del emprendimiento. Uno de los que mantiene esta conversación, registrada en septiembre pasado, es un joven de 24 años que seis días después de ese diálogo fue asesinado a balazos en Villa La Lata.
Las escuchas descubren acciones ya referidas en documentos similares. Lo más reiterado es la alusión al manejo de bunkers, de la droga allí expendida y de las ganancias. También órdenes de atentados con armas de fuego para sacar del medio a personas con las que se desatan conflictos y usurpaciones. El análisis del documento señala que “es clara la permanencia de las acciones ilícitas con fines de lucro (...) y notorio el importante movimiento económico desplegado por estas personas que están detenidas en algunos casos y que no cuentan con medios lícitos de vida”.
Isleño. Una de las intervenciones más llamativas fue sobre el teléfono de Emanuel Chamorro, preso en Piñero, entre el 15 de septiembre y el 4 de octubre de 2014. Detenido hace 14 meses en un Honda Civic donde iba armado, está procesado por asociación ilícita. Se le atribuye el control de diversos negocios de la banda como bunkers en drogas de zona sur.
En una de las charlas (22/9/14 a las 16.29 en el CD 38) Chamorro se comunica con Cristian Luna, le dice que se fije en Facebook la dirección de un parador isleño en El Embudo con cuatro cabañas equipadas. Le indica que el dueño habría fallecido y que hay una mujer, supuesta abogada, que lo quiere vender.
Según las escuchas Chamorro le dice que vayan al estudio de esta mujer, le saquen los papeles y le impongan miedo para quedarse con la venta del parador (22/9/14 a las 16.29 en el CD 38). “Ema” dice que deben decirle que tenga ojo con lo que hace porque conocen todos sus movimientos. Al día siguiente la novia de Ema le dice que fueron al estudio jurídico y que la mujer no tenía aspecto de abogada. En una charla posterior Chamorro le dice a su interlocutor que la documentación del parador es trucha, que hay una familia en el lugar a la que hay que echar y que luego “habrá que darle una monedita al comisario de Charigüé y listo”.
Seis días después de la charla entre Ema y Cristian Luna, éste fue ejecutado a balazos en Amenábar al 1400 junto a su Gol Trend. Fue a las 7 del pasado domingo 28 de septiembre. Otro de los que habla con Ema por este asunto es su primo Alan, a quien días antes le habían dado el encargo de tirotear un bunker de Ancón al 3300. Ahora, hablando del parador, Ema le dice a Alan que le aplique presión a los dueños diciéndole que saben dónde viven hasta llegar a un acuerdo, para luego vender el complejo en Rosario Garaje por el cual recibirían “autos, motos, cualquier cosa” (CD 31 del 15/9)
A la cancha. En una de las llamadas del 21 de septiembre (CD 37) Chamorro conversa con otro de los detenidos por la causa, Angel “Narigón” Villa, y le cuenta que “con el que está todo mal es con «el Andrés de la Cancha». La interpretación es que se refieren al jefe de la barra de Rosario Central, Andrés “Pillín” Bracamonte, quien tiene relación con los Cantero y apareció en fotografías en celebraciones familiares con ellos que tuvieron difusión. En un diálogo previo señalan que el también detenido “Guille” Cantero se puso de acuerdo para sacarlo de la barra y poner en su lugar a “Pitito” que sería Leopoldo Martín Martínez.
El 28 de enero pasado fue incorporada al expediente una escucha tomada el 27 de agosto de 2014 en la que Ema habla con su novia sobre cuestiones de droga según quien transcribe. Señala que la madre de ella le debe la mercadería y parte de la ganancia (“refiriéndose a que el trato por la venta de droga es pagar la mercadería al 100% y la ganancia repartirla al 50%”).
En otro diálogo captado entre Chamorro y su novia, él le dice que se llegue a la casa de su primo (Alan) y que busque “las dos pistolas”. Y agrega: “Que le dé la chiquitita a Mauri y la Glock la guarde” (29 de agosto 2014, 17.40, CD 08). Mismos interlocutores el 6 de septiembre a las 0.32. Ella le dice: “¿Qué onda la Sandra, vende para vos o te paga por semana?”. Le agrega que ella vende en un playón y que “la Vane” le había pasado “la mercadería” (CD 16).
La interpretación de la escucha es que la pareja de Ema Chamorro es utilizada como intermediaria para lograr los propósitos del grupo de los Cantero. Y que esta joven se encarga “de contactar a los distintos encargados de distintos bunkers de droga y recolectar el dinero para las distintas partes integrantes de la banda. Y a su vez es quien hace contactos con Vanesa Barrios (la mujer de Guille Cantero) para que se entregue mercadería a los bunkers de «Pibu Villa y el Gordo Ema» sobre todo en la zona de La Siberia (foja 19.920 del expediente).
Atentado. El 21 de septiembre las escuchas captadas delatan la orden de un atentado (CD 37). Chamorro le dice a Villa que “hay que mandarle a hacer algo a Dante, a Monito y a Guille Seco” porque le habrían robado a la madre del primero. Villa replica, según el documento, que éstos quieren cobrarle protección por el negocio “de la Sandra”.
El informe incorporado el 3 de febrero último al expediente enumera los bunkers que controla “la organización investigada”. Estos están “en las inmediaciones de La Lata, Pueyrredón y Dr. Riva, Ituzaingó y Beruti, Dinamarca al 500, Esmeralda e Ituzaingó y Beruti y Pasco. También consignan que ingresan estupefacientes a la cárcel de Piñero con apoyo de personal penitenciario y aluden, en ese sentido, a un empleado al que apodan “Cinto”.
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