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domingo, 2 de noviembre de 2014

Informe: ¿Meternos o interesarnos?


¿Alguna vez les dijiste a tus padres que no se metieran en tu vida?, ¿alguna vez tus hijos te dijeron que no te metas en sus vidas? Una cosa es meterse y otra cosa es interesarse en la vida de los hijos. Meterse implica intervenir como padres adultos en la toma de decisiones de nuestros hijos, es decir, decidir por ese hijo. Cuando nos metemos en la vida de nuestros hijos en realidad no nos estamos “metiendo”, porque nunca nos fuimos, ya que vivimos con ellos y formamos parte de sus vidas.

Mientras nuestros hijos son niños, preadolescentes o adolescentes y están en crecimiento (hasta los veintidós años aproximadamente), los padres debemos intervenir en las decisiones de nuestros hijos y de a poquito ir dándoles cada vez más participación para que puedan ir tomando más decisiones. Durante estas etapas los padres cedemos algunas cosas, pero no cedemos otras, porque sabemos que nuestros hijos no están totalmente maduros para tomar ciertas decisiones al ciento por ciento.

Cuando un hijo adolescente nos dice: “¡No te metas en mi vida!”, tenés que responderle: “Hijo/a, no me estoy metiendo, yo estoy en tu vida, porque soy tu mamá, soy tu papá, y las reglas en casa las ponemos nosotros, y no se cuestionan”.

Es normal que los adolescentes se rebelen al límite. Si un hijo adolescente no se rebela es porque tiene padres autoritarios. Los hijos siempre se rebelan a todo límite que un padre le ponga, por ejemplo, “tenés que volver a tal hora”, “a ese lugar no vas a ir”, “vas a estudiar y no vas a salir”, etcétera. Hasta la adolescencia los padres debemos poner ciertos límites y de a poco ir permitiendo ciertas cosas de acuerdo a la madurez y a la responsabilidad que veamos que tienen nuestros hijos.

Cuando un hijo supera la adolescencia, pasó los veintidós años y ya no vive en casa los padres dejamos de meternos y comenzamos a interesarnos en su vida. Sin embargo, es muy importante aclarar que si un hijo tiene cuarenta años y vive en la casa de sus padres, las reglas las siguen poniendo los padres. Si él quiere vivir sus propias reglas tendrá que independizarse e irse a vivir solo. Como decía anteriormente, cuando nuestros hijos ya son adultos, viven solos, son independientes y ganan su dinero –obviamente los padres siempre ayudamos en lo que podemos– lo que hacemos es interesarnos en su vida, y eso va a ser por siempre y para siempre, mientras estemos vivos los papás nos vamos a interesar.

¿Cómo se interesa un padre en la vida de un hijo adulto que ya tiene sus propias reglas, su estilo de vida, maneja sus finanzas y decide sobre su vida porque es responsable? Tenés que hacerlo a través de preguntas: “¿estás bien?”, “¿necesitás algo?”, “¿esa decisión que estás tomando te parece la correcta?”, “¿te puedo ayudar de alguna manera?”, “¿hay algo que te falta?”, “¿te parece que vas a poder hacerlo solo?”. Ya no nos metemos en su vida y le decimos: “tendrías que hacer esto”, “deberías manejar el dinero de esta manera”, “no tendrías que salir con esa persona”, “tendrías que llegar más temprano a tu casa”, “deberías cambiar de trabajo”. En cambio, siempre dejando de lado la ironía, podrías preguntarle: “¿te gusta tu trabajo?”, “¿te sentís bien?”, “¿estás bien económicamente?”, “¿pudiste aprender algo de esa experiencia que viviste?”, etcétera.

Ahora bien, ¿qué pasa con la mamá o el papá que a pesar de que su hijo es adulto y se maneja solo, se siguen metiendo en su vida? El problema es que esos padres no pueden encontrar su rol y siguen siendo el papá o la mamá de un niño o un adolescente; no pueden entender, no logran ver el límite entre el adolescente y el adulto, y siguen pensando que su hijo adulto continúa siendo un niño. En otras palabras, lo que sucede es que lo que le pasa al hijo adulto le pasa al hijo, no a los padres. Entonces, mientras nuestros hijos tienen hasta veintidós años, los padres nos metemos y vamos permitiendo que el hijo vaya tomando cada vez más decisiones; de los veintidós años en adelante ya no nos metemos sino que nos interesamos a través de preguntas, lo podemos llamar por teléfono y preguntarle cómo está su vida, pero no nos metemos, porque si lo hacemos lo que tenemos es un problema de protagonismo.

La vocación de madre es eterna, pero tu rol de crianza es solo hasta que tus hijos sean independientes. Tenés que meterte en la vida de tus hijos cuando son chicos, ese es el momento de educarlos, de darles herramientas, de poner límites con amor y respeto. Cuando son niños o adolescentes tenemos que formar y guiar a nuestros hijos, pero si ya son grandes, ¡tienen que tomar sus propias decisiones! Y acordate “meternos” no es lo mismo que “interesarnos”.


Fuente: ALEJANDRA STAMATEAS / Especial para Ser UN@

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