Con el cambio de la condición social de la mujer, llegó el “¿qué hacemos con los gastos?”. Lo económico se convirtió en un tema protagónico a tener en cuenta, aunque aún muchas parejas no se animen a hablarlo.
El dinero, ese pequeño gran tema.
El dinero es un tema cargado de emociones, aunque parezca tan alejado de los sentimientos y tan emblemático del mundo material. Es que si bien es un medio para obtener lo que deseamos y necesitamos, en la práctica también es un vehículo para el intercambio de sentimientos y significados. La psicóloga Olivia Mellan sostiene que para la mayoría de la gente “el dinero no es solamente dinero, sino algo que se asocia con temas como el amor, el poder, la felicidad, la seguridad, el control, la dependencia o la independencia, la libertad y muchas cosas más. Así es que cuando dos personas forman una relación, el dinero comienza también a ser parte de ella. Lo sorprendente es que en esta época tan abierta para tantos temas, las parejas discutan muchas cosas antes del matrimonio o la convivencia, pero no siempre hablen de lo que piensan acerca del dinero”.
Lo que surge del mundo interno de cada miembro de una pareja “es el resultado de una interacción. Por ello, en los temas de dinero, el diálogo, la frecuente comunicación sobre los acuerdos y las diferencias debe ser constante. Se debe hablar sobre lo tuyo, lo mío y lo nuestro; sobre el manejo del presupuesto, intentando una y otra vez dejar de lado mentiras y ocultamientos por fuera del vínculo, evitando humillaciones y resentimientos, tan habituales, que por supuesto deterioran la relación. Muchas veces, el diálogo se evita por la posible violencia que pueda emerger en la discusión y por el temor que provoca hablarle al otro sobre gastos que son personales” , sostiene Rosalía Beatriz Álvarez, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Por si fuera poco, crecemos en familias en las que las conversaciones sobre el dinero giran en torno a su ausencia o abundancia, pero no respecto a lo querealmente es (un medio para obtener cosas) y lo que puede y no puede hacerse con él. En general, no examinamos los mensajes sociales que nos presentan una serie de gratificaciones por gastar nuestro dinero y mucha gente alcanza la adultez sin un sentido realista de sus finanzas familiares.
La mayoría aprendemos los significados del dinero en la infancia, con nuestras familias de origen y, ya adultos, nos encontramos imitando las actitudes de nuestros padres o rechazándolas de plano. Cuando los padres se preocupaban mucho por el dinero, sus hijos pueden volverse derrochadores para olvidar la época en que tenían que dar cuenta de cada centavo que gastaban. Por el contrario, los hijos de padres derrochadores pueden querer enmendar esa historia refugiándose en el ahorro. Además de las actitudes y creencias irracionales que internalizamos, también están los recuerdos de experiencias que vivimos en la infancia, como haber convivido con personas privadas económicamente o con un nivel económico envidiable para nosotros.
Estilos de género
En general, los hombres son educados para ver el mundo de forma jerárquica y competitiva. Siempre hay un ganador y un perdedor. Las mujeres, en cambio, suelen ver el mundo con un anhelo democrático y cooperativo, por lo que suelen compartir. Además, aún hoy, a muchas de ellas se les educa para ser dependientes y vulnerables, mientras que a los hombres se les prohíbe ese tipo de comportamiento.
En general, los hombres son educados para ver el mundo de forma jerárquica y competitiva. Siempre hay un ganador y un perdedor. Las mujeres, en cambio, suelen ver el mundo con un anhelo democrático y cooperativo, por lo que suelen compartir. Además, aún hoy, a muchas de ellas se les educa para ser dependientes y vulnerables, mientras que a los hombres se les prohíbe ese tipo de comportamiento.
“La discusión acerca de los gastos suele tener relación con la idea de que uno de los dos es más generoso que el otro. Acá puede montarse la lucha por el poder. Conviene una mayor flexibilidad y la responsabilidad en el manejo de lo económico es de los dos. La desigualdad puede ser atemperada en el orden de lo privado, del mismo modo, la posibilidad de que la mujer obtenga mayores ingresos no tendría por qué suponer mayor poder de ella en el vínculo. Cada miembro de una pareja deposita en el otro un ideal, más o menos consciente e inconsciente que en lo manifiesto se traduce en modos de ser, rasgos físicos, cumplimiento de ciertas expectativas, identidades en los modos de pensar o disentir y, en su trama profunda, refleja los deseos, especialmente inconscientes, sobre el juego de lo masculino y de lo femenino”, sintetiza la psicoanalista Álvarez.
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04 de septiembre de 2014
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